Hablemos de eso | Un bicentenario que no conmemoramos

O al menos no le dimos suficiente relevancia

20/11/22.- Se trata de una carta del Libertador para José Rafael Revenga, encargado de los asuntos exteriores de la República, fechada el 25 de mayo de 1820, en San Cristóbal. Han pasado doscientos dos años y unos meses.

En esa carta, el Libertador califica con contundencia lo que había sido en ese entonces la actitud del Gobierno de los Estados Unidos frente a Venezuela y su lucha por la independencia: “Jamás conducta ha sido más infame que la de los americanos (del Norte) con nosotros”. Infamia máxima que significó su supuesta “neutralidad” en la Guerra de Independencia, que mostró siempre mayor disposición de tratar con la Corona española que con la causa patriota. Desilusión continua para quienes miraban a los Estados Unidos recién independizados de Inglaterra, como aliados naturales. El propio Bolívar varias veces manifestó su esperanza de contar con el apoyo norteamericano y todas las veces tuvo que sufrir la decepción.

Para 1820 las cosas en Nuestra América empezaban a ir mejor. Se había celebrado con éxito el Congreso de Angostura, se habían unificado las fuerzas patriotas, el ejército había triunfado en Boyacá, se había fundado Colombia, como república que unificaba a Venezuela, Nueva Granada, Quito y Guayaquil. Empezaba a evidenciarse ante los ojos del mundo que la victoria de la independencia era una posibilidad cierta. Así lo piensa Bolívar, que escribe siempre refiriéndose a los Estados Unidos y al gobierno de su presidente James Monroe: “Ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quién sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses”.

Su opinión sobre Monroe es clara, reconoce en él sus intenciones de “engañarnos y atraernos a sus miras egoístas y realmente tortuosas”. Ante esto, escribe su recomendación de lo que debe ser nuestra conducta diplomática: “No nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que debemos hacer y lo que debemos parecer”, y la necesidad de atender a lo táctico: “Hagamos como aquel que se fingió muerto para que el lobo no se lo comiese”.

Bolívar expresa sus dudas: “Yo no sé qué deba pensar de esta extraordinaria franqueza con que ahora se muestran los americanos; por una parte dudo, por otra me afirmo en la confianza de que habiendo llegado nuestra causa a su máximo, ya es tiempo de reparar los antiguos agravios”. Y da sus consejos con serenidad y firmeza: “Si se nos pretende engañar, descubrámosles sus designios por medio de exorbitantes demandas; si están de buena fe, nos concederán una gran parte de ellas, si de mala, no concederán nada y habremos conseguido la verdad, que en política como en guerra es de un valor inestimable”. Esa última frase debería recalcarse: el valor inestimable de la verdad, tanto en la política como en la guerra.

Guardando las distancias, tomemos nota de las palabras del Libertador, ahora que parecen reabrirse las conversaciones con esos factores de la oposición que han asumido las más claras posiciones contra nuestro país, tirados de barriga en alabanzas al imperio. Subrayemos que esos diálogos que parecen reabrirse después del encuentro en París, son más con el Gobierno de Estados Unidos por persona interpuesta que con un factor político nacional. De todas maneras, valga siempre el diálogo para el Gobierno Bolivariano, que siguiendo la línea del comandante Chávez ha invitado siempre a la conversación y a la convivencia.

Al final de la carta, el Libertador pide a Revenga que la destruya, pero que no la olvide: “Allá va esa carta diplomática que debe Vd. romper y no olvidar”. No la olvidemos nosotros.

Humberto González Silva


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