Psicosoma | Pienso en el final

Eres un perro desahuciado
Sin locuras, te enfermas
y te quitan los huesos.

Anna Blue

 

25/02/2025.- Todo y nada navega en el mundo onírico y, en la película I’m thinking of ending things del director Charlie Kaufman, adaptación de la novela del canadiense Iain Reid, estrenada en 2020, nadamos a contracorriente en submundos oscuros, tenebrosos, luciferinos, egoicos y narcisistas, casi como en "la vida misma". Sin estar conscientes, arreamos o nos arrean con decires, sentencias, gustos, ideologías… inscritas en lo más profundo de la psique, pero casi nunca nos damos cuenta del origen de esas creencias. Por lo general, consideramos que somos innatamente libres, rebeldes, coherentes, juiciosos, con ideas propias. La realidad es, sin embargo, que hasta nos morimos sin saber nada de la vida, de las identidades, del cómo y cuándo se conformó lo que estamos siendo, de la familia, y por qué tenemos esa familia, o por qué avanzamos por la vida con ideas preestablecidas.

Las sentencias las repetimos por condicionamientos que nos marcan, como en los libros, la sociedad en la cual nos desarrollamos, los apegos y los mitos, con una descarga de frases grandilocuentes, como "el que le pega a su familia se arruina". Si alguien del grupo familiar decide marcar distancia por "x" circunstancias, se le denigra, y más si se atreve a negar sus orígenes. Las familias tóxicas siempre han existido…

La pareja de la película tiene siete semanas compartiendo y, en primera instancia, representan una relación común, sin ganas de mirarse a los ojos y decir sus verdades. Ella soporta los diálogos centrada en su monólogo interior y en no poder decir que no lo aguanta. Así continúan en el carro, rumbo a la granja, con la "compañía" del novio, carente de pasión, dando discursos vacíos o dichos de intelectuales. Él se escuda, se acoraza, en la cercanía de la chica, y hasta nos muestra cierta ambigüedad sexual. Ella "resiste" con valor. Me provoca, como espectadora, gritarle que se baje del carro…

La maravilla surreal y la frescura ardida del soñante, sin lógicas ni temporalidad, posibilitan existencias que parten de algo tan simple que nos sucede a cada persona. En ello, la genialidad del director nos sacude al adentrarse en los juegos del ánima y los ánimos, en contrastes de proyecciones y contratransferencias.

Casi nunca nos escuchamos ni entramos en monólogos. Todo nos pasa en la cabeza, en imágenes, memorias, deseos sin tiempo ni espacio, a una velocidad estelar, de una mirada sin mirarse, de una conexión lunar, telepática, de chakras sagrados del Om y mantras personales que nos ayudan en la simultaneidad de mundos o del encuentro consigo mismo. Doppelgänger (el doble de uno), el gemelo malvado, la locura, el ensueño, el gozo, el deseo con una riqueza existencial "real", que pinta el cineasta con sus imágenes poéticas, causan tsunamis inadvertidos que sacuden de la nada. Esto nos pasa a todos, solo que el ruido nos entorpece, y menos nos detenemos a mirar o a escuchar las voces que nos contienen. Funcionamos en el nivel básico, amoroso, de necesidades, lo fisiológico, lo sexual y reproductivo…

El ser literal, funcional, racional, con verdades, ayuda en el mundo "útil", casi servil, de retroalimentaciones inmediatas, de un like, pero se complementa con el mundo subjetivo, cuántico, dislocado. Esa supuesta comodidad de la seguridad, de la autosatisfacción, es también una quimera. Creo que se alivian rollos existenciales, la impaciencia y amores al paso, de carrera sin sustancia o quizás el vacío existencial. El ser deseante y la creatividad nos "ayudan" a aceptar las supuestas verdades, que parecerían inventos a largo plazo para seguir viviendo, repitiendo patrones hartos conocidos o el miedo oculto, casi genético, de saberse mortal y que en una sola vida nos es imposible lograr los sueños. Más seguro es el metro cuadrado, la cárcel elegida, las enfermedades, la muerte lenta, el desamor, los autoengaños, todo un cinemascope cerebral…

Quizás, la vida no tenga sentido ni significado y lo verdaderamente importante es solo sentirse vivo. No sé.

Siento que las escenas me aniquilan y sin desperdicio me pierden los gestos y voces, la nieve, los rasguños, el perro, las risas nerviosas, las ropas, los helados, la danza, el teatro y esa eternidad inalcanzable con el canto iluso de Jake. Nos recrea el destiempo y gozo al no entender nada, al quedar en blanco. Presiento un corazón hecho añicos en la nieve con un helado morticio. El destiempo aniquila todo para rehacerme sin muertes ni cenizas. Somos imaginaciones, símbolos que trastocan los cuerpos e identidades.

La película se puede percibir de formas y sentidos que mejor le plazcan al espectador; sin cierre ni moralejas. Nos secuestra desde la primera escena. La pareja avanza en un carro en medio de la nieve y ofrece su mejor versión al conocerse en las primeras siete semanas. Llama la atención la aparición de un conserje canoso, que en recuerdos aparece y desaparece. Son hasta burlescos los pensamientos de intelectuales repetidos por la pareja en sus diálogos y defendidos como verdades que impresionan. También la soledad se disfraza con mucha alegría, como la depresión, el sinsentido de la vida de una pareja de ancianos que residen en el campo, en una granja que les suministra sus alimentos. ¿O bien será que la insatisfacción es el deseo sin fondo del vivir?

Los puntos de análisis convergen y se repelen, pero tienen el encanto y el misterio que hacen que el público actúe y se incomode con escenas terribles de una belleza suicida. Me llama la atención, a media hora de iniciada la película, el reto de recitar que le propone el novio y que ella rechaza en varias oportunidades. Él, como gran lector de poesía, insiste en su declamación de una poeta física cuántica y declama el poema Bone dog con una fuerza existencial, una voz extraña de tiempos idos. En una boca temblorosa, las palabras se liberan y toman la pantalla, abriendo su rostro a paisajes familiares traumáticos. Su rostro fuerte se descompone con los ojos llenos de lágrimas. Mira directamente al espectador y sus cabellos se inclinan enjutos al ritmo del poema nostálgico, roto por seres fantasmales y almas gemelares, dobles (Doppelgänger) que invitan y rechazan a la visitante saturnal. Solo es posible conjurar con la poesía, recitada por la poeta Lucy, Louisa o Yvonne, el viaje en medio de una nevada infernal, seca y dolorosa.

Volver a casa es horrible, ya sea que los perros te laman la cara o no. Ya sea que tengas una esposa o una soledad en forma de esposa esperando por ti. Llegar a casa es terriblemente solitario, tanto así que añoras con ternura aquella opresiva presión barométrica de donde acabas de volver, porque todo es peor una vez que estás en casa (…). Vuelves a casa con visión de rayos X, tus ojos convertidos en hambre. Y así, regresas con tus dones mutantes a una casa de hueso. Todo lo que ves ahora, todo, es hueso. (Eva H. D.).

 

Rosa Anca


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