Historia viva | O’Leary: insurgente de la paz
26/02/2025.- Un amigo en Aragua me preguntó: ¿cómo fue que el Libertador Bolívar confió en Daniel Florence O’Leary, un extranjero, para estar en su alto mando? La pregunta la respondí con la admiración y respeto que tuvo el insurgente irlandés con el jefe supremo cuando le puso de nombre a su segundo hijo con Soledad Soublette: Simón Bolívar O’Leary Soublette.
El insurgente irlandés era europeo, hablaba dos idiomas, era culto y tenía la capacidad de lo que hoy se llama la diplomacia preventiva, que es la facultad para entablar diálogos, saber escuchar sin que por ello se entreguen posiciones que no tengan reciprocidad en el intercambio de los acuerdos. Entre Bolívar y O’Leary se conjugó un espíritu de confianza que los acompañó desde 1818 hasta 1830, cuando murió el Libertador, y aun después del desenlace fatal de Bolívar, la lealtad del irlandés se puso a prueba.
Daniel Florence O’Leary, avanzada la lucha de independencia, fue un cercano ayudante del alto mando militar patriota, y de Bolívar, su edecán jefe. Fue un republicano de verbo y práctica, de herencia rebelde, propia del pueblo irlandés. La admiración del húsar rojo por el líder radical republicano irlandés Daniel O´Connell y su participación en la guerra patriota suramericana le dieron las credenciales para ser considerado uno de los patriotas irlandeses más notables en tierras americanas.
A O’Leary se le debe la recuperación documental del proceso histórico de independencia, desde 1818, cuando arribó a Angostura como voluntario de la Legión Británica, con el grado de alférez de los húsares rojos. La recopilación de las memorias de la guerra ha permitido reconstruir las hazañas que pueblo alguno haya transitado para lograr su emancipación y que futuras generaciones valoren la épica patriótica.
Sin embargo, otra de las facetas poco estudiadas de O’Leary fue que desarrolló con pasión creadora la diplomacia por la paz, en la que Bolívar designó también a Antonio José de Sucre. El joven militar irlandés fue designado para mediar en los Acuerdos de Trujillo.
Bolívar y el Estado Mayor, al conocer la situación de debilidad en la que se encontraba España en 1820, con el resquebrajamiento de la unidad militar en la propia península, ante el alzamiento de Cádiz, al mando del comandante Diego Rízquez, y la imposibilidad de enviar refuerzos a la Expedición Pacificadora de Morillo, pero sobre todo por la fortaleza del Ejército Libertador, le brindaron el escenario para una ofensiva diplomática en la que a Sucre y O’Leary les tocó diseñar las tácticas que Bolívar aprobaría para ganar tiempo, sin darles oportunidad a los realistas de reaccionar. El análisis táctico del escenario político-militar, tanto internacional como local, por el manejo de información que tenía el alto mando en la jefatura de Sucre y su secretario Daniel Florence O’Leary, de apenas veinte años de edad, le permitió colocar en jaque al jefe realista Morillo. Aunque fue Bolívar quien tomó la decisión final, las observaciones de sus hombres de confianza fueron determinantes para las resoluciones finales.
Mientras se intercambiaban mensajes de diálogo para la firma tanto del Tratado de Regularización de la Guerra como del armisticio, en 1820, Bolívar no dejó de afirmar el poderío que le aseguraba el Ejército Libertador, entre las cartas que iban y venían para los acuerdos finales. A O’Leary le tocó pernoctar en la casa ocupada por Morillo como cuartel en Santa Ana, y así lo relató el insurrecto irlandés:
… me recibió muy bien y me hospedó en su casa y en el mismo cuarto que él ocupaba. Hablamos mucho de la guerra; me hizo mil preguntas acerca del Libertador y recuerdo que se quejó del dictado de sanguinario que le daban los independientes. "Me pintan como un moro", me dijo. "Me asombro, capitán, de que usted no tenga miedo de dormir en la casa de un moro". "No, mi general", le contesté. "Los que usted llama insurgentes y herejes no les tememos a los moros, y mucho menos a un morillo". Riose a carcajadas y a la mañana siguiente contó a los de su séquito el atrevimiento y la agudeza del hereje insurgente. Acepté lo de insurgente, pero protesté, como buen hijo de la católica Irlanda, contra lo de hereje. (Memorias del general O’Leary).
No era fácil la posición de confianza que le brindó Bolívar a O’Leary, lo que a su vez le ganó envidias cercanas y lejanas. A pesar de las intrigas, el Libertador le granjeó su más fiel condición por la lealtad que le guardó el insurgente irlandés para mediar en resguardo de la unidad patriótica de la Colombia continental, en la que O’Leary estuvo cuando, desde el sur y desde el norte, se fracturaba el sueño unitario de Bolívar.
Frente a tales confabulaciones —que acumularon ficciones en el devenir del tiempo—, los análisis e interpretaciones de los documentos y escenarios políticos de entonces nos permitirán acercarnos a la verdad de un sujeto histórico como O’Leary, notable y admirable patriota. Por ahora, seguimos revisando documentos para entender las disposiciones de O’Leary, quien, en tanto hombre de la guerra, sabía muy bien lo que significaba la paz.
Aldemaro Barrios Romero