Letra fría | Del Carnaval, José Gregorio Hernández y el caso Harris
28/02/2025.- Lo primero que pensé cuando el alcalde Jorge Rodríguez, el primer director, o, tal vez, Ernesto —de pana que no recuerdo bien—… En cualquier caso, no fue ninguno de los dos, porque fue Mercedes Chacín quien me llamó para convocarme a un nuevo periódico. Ella me preguntó, en realidad, el nombre de mi letra, porque los siete columnistas de la semana tendríamos un bautizo inusual. La de ella era Letra desatada, y yo, sin dudarlo, dije: Letra fría. Primero, por la canción aquella de La gota fría, un vallenato de Emiliano Zuleta Baquero de 1938, que por alguna razón yo juraba que era de Rafael Calixto Escalona Martínez. Segundo, por liberarme del compromiso periodístico de tener que escribir cosas del día, y más bien hacerlo sobre noticias frías, como lo he venido haciendo en estos quince años.
Hoy, sin embargo, me dio por adecuarme a los aconteceres del día. Por eso lo titulé: "Del Carnaval, José Gregorio Hernández y el caso Harris". Del Carnaval, yo siempre me voy, como lo he dicho antes, copiándome de alguna guaracha de la época. De pana que no me emociona mucho ese desnalgue del planeta que se aproxima este fin de semana largo; y, como borracho laboral serio, que bebe todos los días, tampoco me hacen falta fiestas o excusas para tomar, y menos ahora que estoy viejo. Además, estos feriados lo que me traen son tristezas: mi panita burda, Caupolicán Ovalles, murió un día como hoy, viernes de Carnaval, y mi sobrina Anaixi, hija de Pedro y Sulema, hermanos de mi querida Dilcia Barazarte, también falleció por estas fechas.
Por eso, prefiero focalizarme en José Gregorio Hernández. Más allá de que le dije esta mañana a mi hija Ligeia que tenemos un santo, me parece que fue la gran noticia del día 26, más por la buena onda del Papa Francisco, que casi al borde de la muerte —vade retro, ¡que Dios le dé larga vida! ¡Y ojalá que mucho más!— se mandó el decreto de dejarnos al santo San José Gregorio, ese deseo popular de nuestra querida Venezuela. A mí, en lo particular, me ha dado varios milagritos, más sexuales que de otra cosa, aunque por sus devotas andanzas no complaciera esas delincuencias sentimentales, pero cada vez que lo evocaba, pasaban vainas maravillosas…
De todos modos, para no mancharle la página al santo, prefiero dejar el testimonio de una de mis periodistas preferidas, hija de mi hijo putativo José Gregorio Yépez y de Sandra Zapata —que está de cumple, por cierto—:
La fe, la lealtad y el amor a José Gregorio Hernández son algo que para los venezolanos y venezolanas es sagrado. En cada rinconcito de este país, encontrarás un cuento distinto sobre nuestro Goyito. En mi caso, gran parte de mi familia es devota. Mi papá se llama José Gregorio gracias a este señor. Según mi abuela, ocurrió un milagro cuando mi papá nació y se lo deben al bigotón de la foto.
Del caso Harris, no voy a decir mucho, solo que me enteré de él por mi hija, yerno y nietos. Si debo ser franco, hasta me pareció gracioso, aunque la burlita antichavista siempre me pareció incómoda. Lo que sí debo decir es que el humor venezolano es una vaina, y en Miami hasta funciona, pero de ahí a Chile, ni pendiente. Su fracaso en Viña del Mar parece otra historia montada. No sé si se atrevieran a tanto, pero una nota de este periódico sugiere que los últimos 50 mil dólares de la Usaid fueron a la cuenta de este gandul. ¡Ave María purísima!
Humberto Márquez