Punto y seguimos | El país de las misses

Que las niñas y jóvenes sueñen con exponerse para conseguir fama, hombres... es vergonzoso

22/11/22. En Venezuela existen muchas verdades autonegadas. Hay una suerte de distorsión en la percepción que tenemos de nosotros mismos, nadie -o casi nadie- en este país se definiría como machista, racista o xenófobo, y en la mayoría de encuestas se encuentran datos contradictorios que indican que si bien la mayoría admite que estas posiciones existen en el país, estas no se reconocen desde el yo. En otras palabras: hay racistas, machistas y xenófobos, pero yo no soy uno de ellos.
 
Nuestra sociedad ha naturalizado de tal manera comportamientos evidentemente típicos de estas categorías, que no se autoperciben como negativos o susceptibles de cambio. No es necesario siquiera plantear posiciones radicales que cuestionen estas actitudes y acciones, para que la respuesta en airada defensa, casi siempre disfrazada de chiste, sea lo primero que salga a relucir: "Para ustedes todo es machismo", "No les gusta el Miss Venezuela porque ustedes son un bando de feas", "¿Un peruano? ¿Ay no podías mejorar la raza?" y así cientos de expresiones de uso cotidiano que refuerzan el comportamiento, pero que además se justifican bajo el paraguas del "humor del venezolano", que sí nos identifica y es uno de nuestros mejores rasgos colectivos, pero que no está exento de ser utilizado como excusa a la hora de solapar rasgos menos "bonitos" de nuestro ser social.
 
Ejemplos hay y bastantes, y ciertamente no todos bajo la vertiente humorística, en muchos casos la acción de menosprecio, desdén o crítica es pura y dura, o pregunten a personas homosexuales de familias católicas o evangélicas si han recibido solo amor y comprensión al expresar sus preferencias, o a parejas interraciales si no han tenido oposición familiar o del círculo social, o a mujeres si no han sido ridiculizadas en cambote por apenas señalar actitudes machistas frente a amigos, familia o compañeros de trabajo, y ni hablar del rechazo y el ataque que se recibe -por parte de gente de todas las edades, estratos sociales y géneros- si se critica a alguna institución cargada de antivalores y, supuestamente, emblema de la venezolanidad, como, por decir algo, el Miss Venezuela.
 
Hace algunos días se llevó a cabo el certamen de este año, en lo que fue descrito por la prensa y las redes como un "regreso" a los días de gloria, en un escenario "clásico" como el Poliedro de Caracas, con el relanzamiento de los  viejos, cursis, cínicos y vacíos discursos sobre el valor de la mujer venezolana y con el ensalzamiento de un ideal de belleza física, dentro de una estructura organizativa que desde 1952 ha convencido a buena parte de la sociedad de que la cosificación de la mujer es un bien nacional.
 
Que nuestras niñas y jóvenes sueñen con exponerse para conseguir fama, hombres, carreras, dinero y cirugías estéticas es no solo un bochorno, sino una triste realidad. Que exista gente que sienta más orgullo de ser reconocida fuera de las fronteras por sus "mujeres bellas" que por sus poetas, artistas o científicos es otra vergüenza. Que una empresa como el Miss Venezuela, plagada de denuncias y escándalos (por décadas) de racismo, explotación, proxenetismo y prostitución continúe siendo aceptada y valorada por millones de personas es una señal inequívoca de nuestro atraso en temas de género y de la tergiversación que hemos hecho acerca de las cosas que nos merecen orgullo. No está mal considerar guapas a las mujeres del país, lo que está mal es creer que esto es importante o definitorio, o peor aún, que el valor de la "belleza" nos hace mejores frente a otros y que por ello pongamos en riesgo a generaciones enteras de mujeres que crean que sin eso no tienen chance en la vida y, por tanto, estén dispuestas a cualquier cosa para lograrlo.
 
En sus 70 años de historia, el concurso ha intentado ser boicoteado apenas dos veces (1972 y 2013) y en ambos casos las manifestaciones fueron reprimidas no solo física, sino moralmente. Los colectivos feministas fueron objeto de burlas por atreverse a imputar a la vaca sagrada de la silicona y las lentejuelas y por intentar visibilizar cómo este "símbolo" de la Venezuela "que todos queremos" en realidad es uno de la Venezuela que no deberíamos querer. Así las cosas, en esta tierra donde nadie (ni hombres ni mujeres) cree ser machista, racista o avalador de la exhibición y venta de carne humana, el Miss Venezuela del 2022 fue el programa más visto del día de su emisión y ha sido tendencia en redes desde ese día hasta la fecha de este escrito porque, ¿cómo no? parece que estuvo plagado de trampas, discriminación y todos los ingredientes del chisme y la telenovela que - desgraciadamente- tantos asumen como definitorios de nuestra identidad nacional.
 
Mariel Carrillo García

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