Al derecho y al revés | Vaya amistades fatales
12/03/2025.- Los aranceles a importaciones que, a nombre del libre comercio, impone Donald Trump contra productos originados en Europa, México y Canadá, no dan los resultados anunciados.
Ni Canadá comienza el larguísimo e improbable camino para ser el estado número cincuenta y uno de la Unión yanqui, ni México permite que el FBI ingrese a su territorio persiguiendo narcotraficantes de drogas de consumo en los Estados Unidos por ciudadanos de ese país. Mucho menos que incauten en México —es la verdadera meta— capitales de quienes ayuden a los narcos y sus mercancías a ingresar en territorio estadounidense.
Sin embargo, y a pesar de todo, hay cambios en las economías de esos países, salvo en México, país al cual Trump le dio otro mes de plazo antes de poner en práctica todos los nuevos aranceles que —repito— se imponen a nombre de la libertad de comercio.
Un cambio insospechado: en París, el champán original —que los hay de muy buenas marcas— baja entre un treinta y un cincuenta por ciento sus precios de venta.
Mientras, en España, abarrotada de turrones que serían vendidos en los Estados Unidos para la Semana Santa, los productores están ofreciéndolos a precios de gallina flaca en los países árabes, donde consumen la miel y las almendras como nosotros las arepas.
En cambio, de Canadá, los venezolanos sabemos poco, salvo que algunas amistades han emigrado a ese país y, después de quitarse la paranoia de los osos polares y las ballenas, se adaptaron y allí fundan familias.
Canadá, sin embargo —al igual que México y España—, no es un país bananero, aunque tiene productos agrícolas —insospechados para nosotros, los venezolanos— con los que se empinan sobre la competencia. Por ejemplo, las lentejas.
Para nosotros, esa legumbre es un plato exótico, consumido más bien y casi a diario por los españoles radicados en Venezuela, pero, por ese maravilloso proceso que une pueblos con costumbres diferentes, hace años se puso de moda como un aporte más a la pantagruélica cena de fin de año.
Aun así, en muchas partes, es el complemento alimenticio que suple las proteínas de la carne, que está —como todo— subiendo de precio, llegando algunos cortes al estratosférico precio de cuarenta dólares la libra.
De hecho, en la costa oeste de los Estados Unidos —desde el estado de Washington hasta California—, las lentejas son el plato diario de los gringos más pobres, pero desde que le subieron los aranceles a Canadá, simplemente desaparecieron.
Canadá, miembro de la Commonwealth, y mayor exportador mundial de lentejas, las desvió hacia Gran Bretaña, China y la India, principalmente.
Este proceso es parte de la globalización por la que pone sus esfuerzos Elon Musk, aunque en este caso se volvió contra los autores de estas talanqueras que son los aranceles.
En nuestro caso —y sin romper lanzas, salvo por quienes lo hacen por nosotros—, por los momentos, nos han quitado el equivalente a los aranceles, con la eliminación del acuerdo 41, que le permite a la República Bolivariana exportar petróleo crudo desde Venezuela.
Ojo, para las y los ignorantes que aplauden, es bueno recomendarles que, en vez de ver tanto meme, leyeran el texto de ese acuerdo.
Si lo hicieran —que lo dudo—, se enterarían de que Chevron prácticamente no paga nada por producir en Venezuela, y que las ganancias son destinadas para ir pagando el mono que dejó la nacionalización de los activos de esa empresa.
No importa. Los aplaudidores de esta posible medida deben saber que la misma solo se viene posponiendo debido al déficit de energía que tiene EE. UU., y que se va a acrecentar hasta que estén en funcionamiento las cuatro centrales nucleares que se proyectan para el estado de Texas. Estas serán usadas para alimentar las inmensas usinas de inteligencia artificial con que los Estados Unidos intentarán acortar la ventaja que en ese rubro le lleva China.
Termino recordando al viejo Henry Kissinger, que sería todo lo malo que ustedes, lectores, le quieran endilgar, pero inteligencia y humor a veces le sobraban; por ejemplo, cuando dijo que: "Ser enemigo de los Estados Unidos es peligroso, pero ser amigo de ese país es fatal".
Domingo Alberto Rangel