Aquí les cuento | Ese pana, Elías
A Elías Arrechider
14/03/2025.- Corrían los años setenta. Ya todos los de mi generación, andábamos metidos en vainas. No sabíamos qué haríamos con el poder una vez derrotada la burguesía, la oligarquía y el imperio omnipresente, que hizo trizas lo fundamental de nuestra cultura: nos impuso modos de vestir, trocó hacia el desbarranco nuestros hábitos alimentarios e impuso su sistema de pensamiento por todos los medios posibles. Se llevó el hierro y el petróleo, además de designar, por las malas o por las buenas, a los conserjes de la casa grande que era nuestro país, ubicada en el patio trasero de los intereses de los amos del norte. Repito, no sabíamos qué hacer con el gobierno una vez derrocado y desde la piel de la tierra, desde el bahareque triste de los campos abandonados por Ruperto, se sabía que los escrúpulos, la piedad y la justicia dormían el sueño de piedra del cual no podrían despertar mientras estuviesen tutelados por aquellos "hermanos soberanos de la libertad".
Alí Primera era el guía, el padre cantor de todos los jóvenes que, desde su militancia y canción, impulsaron nuestros corazones hacia el estudio, la lectura de la historia y el aprendizaje de los valores; desprendidos del ejemplo de los numerosos héroes y mártires que dejaron sus cómodas posiciones para lanzarse a la aventura mágica de hacer de la patria y del mundo un hábitat digno de la especie humana.
Era necesaria la canción necesaria. En ese movimiento se enrolaron los mejores hijos de la patria.
Nos hicimos novios colectivos de Soledad, de Lilia, de Gloria, de la Chiche, de Carolina y otras tantas hermosuras que nos arrullaban con arengas de batalla. Seguidores también de los panas que acompañaron a Alí, entre ellos el Gordo Páez, los Guaraguao, Hendrick Figueroa, Alfredo Ramos, el Chivato, el Poeta del Mar Armando Núñez, entre tantos talentos comprometidos.
Ahora caigo en el Grupo Ahora, porque:
Llegó cantando el sol esta mañana,
llenando nuestra casa de alborozo,
parece estar contento con nosotros
porque le abrimos todas las ventanas.
Todos concurrimos a la lucha, estimulados por la realidad cantada por nuestros compañeros, por la poesía militante de nuestras cantoras.
Ahora.
¿Ahora qué?
Ahora me lanzo bajo la luna llena de este miércoles 12 de marzo para llevarles hasta la escena nuestro canto colectivo.
Eran plataformas de camiones, manejados por obreros (tomados prestados al patrono) donde se montaban los cantores.
Informó radio bemba:
—¡Se presenta el viernes en la avenida Bolívar de Valencia el Grupo Ahora, en solidaridad con los obreros en huelga de la ensambladora Ford!
¡Qué alegría!
Alí no estará porque este mes de abril cantará en Nicaragua.
—¡Vamos, compañera! ¡Tú no has escuchado al grupo Ahora! ¡Tenemos que ir a verlos! ¡Vas a ver a un maraquero que es un verdadero genio con esos capachos!
Siempre acudí a escucharles. Las canciones de Ahora mostraban el compromiso con la vida. Íbamos vestidos con el sencillo traje de los obreros, con el uniforme del liceo que usábamos en esa época.
Hoy, bajo la luna plena, te escribo, Elías; trajeado con mis diecisiete años de liceo, con el pantalón de jean y la camisa de caqui dentro de la correa. Salgo al patio a verte disparando capachos al viento, con tus brazos extendidos y recogidos a la altura de los hombros, atacando el micrófono con el cascabel de tus manos.
¡Coño, Elías! ¡Había que dejar cualquier cosa para acudir a verte!
Había que ir a plantarse lo más cerca posible para contemplar tu arte, que alcanzaba a bordar en el aire tapices de esperanza con los colores de los sueños.
Aquí te cuento, Elías, escuchando las vigentes canciones de Alí, a quien acompañas desde siempre en todas sus presentaciones. Las imágenes no desaparecerán de nuestros sentidos. Estarás por ahí, en los pétalos amarillos y rojos de los capachos floridos, en las pichaguas, esos munditos verdes que ceden su pulpa blanca y sus semillas para curarnos de la muerte, en el palito que las atraviesa y donde rebotan los capachos alegres como escolares en el patio a la hora del recreo.
Desde siempre, fuimos hermanos; hijos de la misma madre. Esta patria a la que no traicionamos, convencidos de que
No dejaremos que muera la alegría,
no le hagamos al sol una barrera.
Sigamos con el canto de la espera,
que la mañana es nuestra, todavía.
Aunque me cuesta mentirme, a veces me gustaría creer que existe un cielo (o cualquier otro espacio) donde podamos coincidir con los seres amados que se nos adelantaron en el viaje. Pero bueno, Elías, aquí te tuvimos y en nuestros corazones permanecerás. Además de llegar, bajo la luna llena, trajeado de obrero, zurciendo las heridas con tu arte y tu alegría.
Aquiles Silva