De comae a comae | Mijao, mi hijo no nacido
Todas y cada una de nosotras, las mujeres, poseemos en nuestro interior un lugar oscuro donde nuestro auténtico espíritu oculto crece y se alza.
Audre Lorde
14/03/2025.- Pude vivir un aborto acompañado y en paz al recibir información importante y a tiempo, lo que me permitió decidir cómo transitarlo.
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Se dice del mijao que puede llegar a medir más de cuarenta metros de altura. Su tronco cilíndrico y recto abarca diámetros de hasta tres metros de anchura. Se nutren principalmente de aguas subterráneas, por eso se posiciona en las riberas de los ríos, formando un hermoso y frondoso túnel vegetal.
Durante la época de floración, el mijao es visitado por las infancias de Altagracia de la Montaña, quienes entre las orillas del río buscan comer de sus frutos dulces y jugosos. Sus semillas secas son nuestro merey venezolano.
Tantas bondades nos llevaron a Balmore y a mí a darle a nuestre primer hije su nombre, para recordarle como un alma noble, protectora de las aguas y la vida, porque fue procreada en un lugar indómito que habitamos con amor y entrega por más de tres años.
Recuerdo ese día, acurrucada entre los brazos de mi esposo, meciéndonos en la hamaca del corredor de la casa, dejando que la brisa nos aliviara la tristeza. Recuerdo que hablamos de cómo haríamos la siembra de Mijao, del lugar para hacerlo. Recuerdo el cariño y la importancia de darnos tiempo para aliviar la pérdida. Recuerdo sus manos sanadoras, su dedicación y escucha plena en un momento en el cual ambos transitábamos el mismo duelo.
Mijao fue deseado, planificado y casi programado. Hicimos muchas cosas previas para asegurarnos de que todo lo tendríamos listo para su llegada. Escogimos a la doctora Carmen Mujica para realizar los controles prenatales y la atención del parto en casa. Incluso nos reunimos con ella antes del embarazo para hacerle preguntas importantes de una lista que consideramos. La misma incluía costos, algunos miedos y muchas expectativas.
Contactamos a Tamara Petkoff y le propusimos que fuera nuestra doula. Queríamos sentir acompañamiento y asesoría. Teníamos interés en conocer cada detalle y proceso que se nos avecinaba. Habíamos escuchado latir el corazón de esa vida en camino y el deseo de cuidarla era infinito.
Para el segundo control prenatal, en el eco se observaba que mi embrión había dejado de crecer en la séptima semana. No había frecuencia cardíaca. No se escuchaban latidos. De golpe, tuve que aceptar que todo había cambiado radicalmente de rumbo.
Hasta el día de hoy, agradezco infinitamente la sugerencia de la doctora Carmen de esperar una expulsión natural, ya que estaba teniendo un aborto retenido. Ese consejo para mí ha sido uno de los más sabios que he recibido, pues me permitió aprender que nuestras cuerpas encuentran a su ritmo y tiempo las formas de solucionar las distintas experiencias de vida que les toque vivir.
Conté con los servicios de Itzamal Díaz, quien, con acupuntura, me ayudó a soltar miedos y, sobre todo, la resistencia a dejar ir a mi bebé. Tibisay Mendoza me acompañó con palabras y plantas medicinales, hierbas importantes para ayudar vivir el proceso, con conciencia de que la espera debía ser paciente, pero, al mismo, tiempo activa.
Así como sentí el apoyo de mi familia, a la que en momentos tocó tranquilizar por la angustia que sentían de que algo pudiera suceder en detrimento de mi salud, aparecieron voces de montones de mujeres que con su cariño y palabras convirtieron cada mensaje en una red que me sostuvo. Todas teníamos en común la palabra aborto. A cada una de ellas, mi amor infinito, porque me brindaron seguridad y compañía a través de sus propios relatos.
Pude vivir un aborto acompañado y en paz al recibir información importante y a tiempo, lo que me permitió decidir cómo transitarlo. Las más de tres semanas de espera para la expulsión me dieron la oportunidad de seguir estudiando y así prepararme para el momento del sangrado, para mantenerme en atención ante cualquier estado febril u aparición de dolor.
Llegó el día. Con un poco de nervios, logramos atender la situación. Era mucha la sangre. Pensar que no pararía era mi mayor temor, pero se detuvo. Creí que todo había terminado. Me dolía pensar que no había podido tenerlo en mis manos. Al día siguiente, mientras pasaba un coletico por la cocina, sentí salir de mí una bolsita. Era Mijao.
Aquello me llenó de alegría. Lo conservé en un frasquito de vidrio dentro del congelador. Así pudimos hacerle un ritual de despedida. Mi mayor deseo, hoy y siempre, para todas las mujeres y cuerpos gestantes, es que puedan transitar sus abortos con la mayor dignidad posible. Nuestras cuerpas merecen cuidado, respeto, en todas nuestras lunas, soles y estrellas.
Con esta experiencia, estoy convencida de que es posible vivir interrupciones de embarazos respetuosas. Sin importar el tipo, tenemos derecho a una salud de calidad y gratuita. Tenemos derecho a estar informadas para poder decidir. Necesitamos la legalización del aborto en Venezuela para no morir. Es necesario dejar de postergar esta deuda tan pendiente.
Ketsy Medina