De comae a comae | Las preñes sentimos

Emocionarse más allá de las convenciones sociales, preceptos médicos y religiosos

Todavía no te has abierto, y ya hay una tribu dentro de tu cáscara.

 (Isabel Navarro, Matrioska 1977)



23/11/22.- La confirmación de un embarazo es la génesis de las culpas de quienes maternamos. Desde el momento mismo en que nos entregan el papelito con la palabra positivo, recae en nuestro cuerpo gestante una de las primeras miradas inquisidoras, acompañada de una interrogante oculta: ¿lo deseará?

El 2 de septiembre de 2022 después de cinco días de retraso en los que no aparecía el esperado sangrado en mis pantaletas (tan solo unas manchitas leves) decidí ir a Plafam junto a mi esposo para hacerme en el laboratorio una prueba de embarazo, ansiábamos confirmar lo que imaginábamos, una preñez deseada después de un aborto retenido y un año de intentos.

En nuestro caso, la escena de la entrega de resultados fue amorosa y bulliciosa, me pasaron a una oficina llamada Orientación para hacerme algunas preguntas misteriosas, me dieron la hoja... pegué un grito de alegría y salí rápido para decirle a Balmore (el padre de la criatura) que debíamos hacer un eco para asegurarnos de que todo marchaba bien.

La ecografía obstétrica señaló que el embarazo era incipiente, de cuatro semanas y 3 días de gestación, con un saquito de buen tamaño y forma, se confirmaban las buenas nuevas.

Al salir de la consulta en la sala de espera vi a muchas mujeres aguardando turno para la colocación de sus implantes subdérmicos, no encontré en sus rostros complicidad, nuestras realidades en ese momento quizás eran distintas, debo confesar que surgió en mí un sentimiento de vergüenza, me pensé poco solidaria, la verdad es que no todas deseamos estar en gravidez.

Compartir la noticia con familiares y amistades no fue sencillo, nos cuestionamos emocionar a esos afectos que recientemente habían acompañado nuestro duelo, pensamos en esperar mejores condiciones o pronósticos médicos seguros, empezamos a recordar las voces que nos advirtieron de las malas energías de las personas y su impacto en el desarrollo del embarazo, todo aquello reprimió el deseo de compartir la emoción.

Decidimos contarle a familiares cercanos, la exhortación a “no decir nada aún” era una constante a la que se sumaba un consejo más parecido a una indicación estricta que una sugerencia “evitar emociones fuertes para llevar un embarazo feliz”, ya que cualquier alteración podría perjudicar a la criatura. 

Este consejo pasó de la boca de familiares, a la de amistades, también a la de personas vinculadas con la gestación, bien por ser parte del personal de salud o por pertenecer a un servicio afín. Los cuerpos gestantes, se supone, debemos alejarnos contra todo pronóstico de conmociones negativas vinculadas a la tristeza, la ira, el miedo, entre otros.

Mantener oculto el embarazo evitando el mal de ojo y hacer de la maternidad un estado de contentura permanente no fue tarea fácil para alguien que como yo hace uso de las redes sociales virtuales como plataforma para mostrar su activismo y el trabajo comunitario de las mujeres por la defensa de sus derechos humanos, repito: no fue cosa fácil, empezaron a surgir en mí algunos cuestionamientos, todos con cara de raza o clase social.

Aquella maternidad felizmente vivida se me hacía burguesa, imposible, una maternidad a la que solo tienen acceso un porcentaje mínimo de mujeres a escala mundial, insostenible para las obreras, las trabajadoras, las migrantes, las trabajadoras sexuales o residenciales. Me preguntaba: "¿Para nosotras no es más justo aprender a gestionar las emociones y enfrentar nuestra realidad con aplomo antes que fantasear una vida que no podemos costear?".

Los cuerpos gestantes tenemos derecho a vivir en plenitud, merecemos reconocer cada una de nuestras sensaciones sin miedo a ser señaladas, es por ello que necesitamos de una comunidad que sostenga, escuche, apoye y acompañe nuestro proceso, así como necesitamos de un sistema de seguridad social que garantice mínimamente nuestra salud y alimentación.

 

Ketsy Medina


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