Comentarios noticiables | Nuevo secretario general de la OEA

Por la unidad y la profilaxis

22/03/2025.- La Organización de Estados Americanos (OEA), desde mayo del presente año, tendrá un nuevo secretario general, el señor Albert Ramdin, en sustitución del uruguayo Luis Almagro, quien permaneció durante diez años en dicho cargo. La OEA, que durante mucho tiempo ha servido de centro donde Estados Unidos (EE. UU.) exhibe su poder político, aplica sus puntos de vista e impone leyes de supremacía, tendrá esta vez que hacer considerables labores profilácticas en su interior. Además, deberá dejar de ser la encogida y temerosa organización que es hoy, si quiere sacudirse el yugo imperialista y respirar aires de autonomía, ética política, reafirmación de la igualdad soberana de sus miembros, avivar la igualdad de los derechos y la libre determinación de los pueblos, conciliar las controversias entres sus miembros con apego al derecho internacional, etc.

El señor Albert Ramdin, que posee el cargo de canciller de Surinam, será el nuevo secretario general de la OEA al haber sido electo por unanimidad para el período 2025-2030. El señor Ramdin ha puesto de manifiesto la división del organismo, presente en el debate político, en el que se oyen voces que poseen tonos de rebelión, dignidad y voluntad de independencia. Estas voces difieren de la posición prepotente de EE. UU., que procura seguir ganándose el apoyo de los miembros en el presente contexto político latinoamericano, para seguir intentando revivir la doctrina Monroe.

La OEA tuvo su origen en la Primera Conferencia Internacional Americana, celebrada en Washington el 12 de abril de 1948, dando origen a la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas. Adquirió después la figura jurídica convencional para tomar el nombre de Organización de Estados Americanos (OEA) y, de hecho, aprobó su Carta ese mismo año. En el protocolo firmado en 1967, que se puso en vigor en 1970, se introdujeron considerables modificaciones a los acuerdos que presentaron el gobierno de la Casa Blanca y demás Estados miembros, con el objeto de que el derecho internacional y los derechos humanos prolongaran su existencia y se respetaran sin ninguna excepción.

Sin embargo, por ejemplo, se sabe que existe una cantidad de acuerdos a los que EE. UU. se ha negado a adherirse. Una muestra clara del menosprecio de este país por los derechos humanos (DD. HH.) y las normas de convivencia internacional es que se ha negado abrazar los siguientes acuerdos: el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; protocolos de los derechos civiles y políticos; la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer; la Convención sobre el Estatuto de Refugiados; la Convención sobre el Estatuto del Migrante y sus Familias, entre otros.

Esto abarca a casi todos los países de la región latinoamericana, donde todavía se suceden golpes de Estado bajo la presión de EE. UU., que no deja de pugnar por conservar su posición imperialista y continuar usándola como vehículo de intervención en los asuntos independientes y soberanos de esa región. Por supuesto, por la resistencia de los países que aún la integran, se percibe que los tiempos han cambiado, debido a que la correlación de fuerzas ha sufrido alteraciones. Hoy la mayoría de los miembros de la OEA sostienen posiciones progresistas que han logrado lo posible, aunque no lo deseable, para transformar la organización.

Washington, sede de la OEA, es el escenario por excelencia donde se apuesta la suerte de la misma. Al respecto, llama la atención la vaguedad y las imprecisiones de las formulaciones contra cualquier indicio de movimiento liberador y revolucionario que implique la posibilidad de salir airoso de esa escabrosa situación que atraviesa la OEA. Hay voces dentro de la misma que dicen lo contrario. Estados Unidos, sin dudas, hará todo lo posible por minar algún alcance de progreso de los gobiernos latinoamericanos respecto a la inmediata transformación de la OEA. Para esto cuenta con la filosofía de la doctrina Monroe de 1823, "América para los americanos (para los americanos del norte)", con la idea de seguir impulsando la subordinación a su política exterior con aplicación de lo que la Casa Blanca denomina la fatalidad geográfica.

Para la OEA, la víspera de la nueva dirección, en mayo de 2025, abre una interrogante de enorme interés para Latinoamérica y el mundo. El nuevo secretario general, Albert Ramdin, en medio del gran volumen de información que el hecho de su elección por unanimidad ha generado, le toca asumir la tarea principal de corregir la fracasada gestión de su antecesor, Luis Almagro. También debe tratar de elevar el fortalecimiento del orden jurídico y la legalidad institucional de la organización, que quedó interrumpida durante diez años.

Luis Almagro casi propició el desmembramiento de la OEA al entregarse sumisamente a la defensa a ultranza de la política exterior de EE. UU. que duramente golpeó a Honduras, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Cuba, Haití, etc., con una monstruosa injerencia caracterizada por la promoción de golpes de Estado, magnicidios, guerras económicas, mercenarismos, entre otros. Luis Almagro, un traidor a la causa latinoamericana y caribeña en la OEA, comprobó su torpe ejercicio político con su posición a favor de los desmanes de EE. UU. en la región.

Con la salida de Almagro de la OEA, Estados Unidos ha perdido a su más fiel aliado en esa trastocada organización. Por ahora, eso preocupa a Washington, porque tendrá que diseñar una futura política que guarde lealtad a sus intereses en el foro de la OEA.

¡Por la unidad y la profilaxis en la OEA, ya!

 

J. J. Álvarez


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