Ad libitum | La imprudencia de Lucho en Maracaibo

22/03/2025.- Cuando Lucho Gatica vino por primera vez a Venezuela, en 1956, estaba en el cenit de su carrera. Venía de actuar en México y era el rey del bolero. La prensa especulaba que estaba cobrando cinco mil dólares semanales de sueldo, una cifra pocas veces pagada en la farándula local. Su llegada estuvo precedida de una gran publicidad y hasta el incendio de una fábrica de discos que tenía algunas licencias de sus grabaciones sirvió de propaganda.

El siniestro ocurrió cerca de la una y media de la madrugada del sábado 1.° de septiembre. Los inquilinos del edificio Miguel, ubicado en la avenida principal de Maripérez, en Caracas, se despertaron alarmados por la humareda que invadió sus apartamentos en minutos. El fuego provenía de la planta baja, donde se encontraba la fábrica de los hermanos Rafael y Nemías Serfaty, Venezolana Productora de Discos S. A., una de las más importantes compañías discográficas del país. Los bomberos controlaron la situación en poco tiempo, pero no pudieron evitar las pérdidas materiales, que alcanzaron la suma de ciento cincuenta mil bolívares. Sobre este incendio siempre corrió el rumor de que el gobierno de Marcos Pérez Jiménez había ordenado quemar el negocio como un pase de factura a Rafael Serfaty, quien era adeco y estuvo preso en Guasina por subversivo.

La visita de Lucho al país se vio empañada por su propia imprudencia, al emitir una opinión desfavorable en la prensa de Maracaibo sobre Alfredo Sadel. Después de triunfar en Caracas, el chileno viajó al Zulia, donde trabajaría en Ondas del Lago y en varios teatros de la ciudad. Gatica provocó varios desmayos entre las asistentes a sus presentaciones, pero también la indignación de todas las maracuchas y venezolanas al declarar a la prensa que Sadel "ya había pasado de moda".

No me gusta hablar de mis buenos amigos, pero, si he de ser sincero, estimo que, aunque está muy bien en su género, ya ha pasado de moda. El tipo de canción que cultiva no interesa en nuestros días. Lo mismo ocurre con Ortiz Tirado y Néstor Chaires, cantantes que ya están olvidados del todo por no evolucionar.

Alfredo evitó responder en público las declaraciones de Lucho, quien unos meses más tarde haría lo mismo en San Juan de Puerto Rico, diciendo esta vez que Bobby Capó bien podría servir para adornar museos. No había escarmentado. Solo los años lo harían más prudente, pero no mejor cantante, como sí les ocurrió a Sadel y Capó: la magia de su voz se esfumó prematuramente al comienzo de la década del sesenta, como consecuencia de un problema de salud.

 

Luis Ugueto Liendo


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