Vitrina de nimiedades | Nuestro derecho a existir
22/03/2025.- Negar lo que somos, sentir vergüenza de llamarnos por nuestro gentilicio, no aparentar, evitar ser lo que se es por miedo: el peor ataque contra un pueblo es mellar su identidad por todas las vías posibles. Nosotros, los venezolanos, tenemos ya un rato enfrentando eso. Los primeros intentos llegaron con fórmulas que procuraron alimentar unas divisiones políticas tan absurdas como denigrantes. Luego, la persecución vía guarimbas, escasez inducida y los continuos anuncios de un quiebre inevitable configuraron el cuadro perfecto para presentar la migración como una salida que, en muchos casos, no condujo a un mejor destino. Hoy, por el contrario, casi todos tenemos el alma en vilo al ver a más de doscientos venezolanos alejados de su patria bajo la fórmula del "castigo ejemplar". Pueden ser nuestros amigos, familiares o vecinos. De alguna forma, también somos nosotros.
Descubrir cuán vulnerables somos nos enfrenta a unas realidades que parecemos no digerir por completo. ¿Cómo puede uno imaginarse que una herramienta tan retrógrada como una ley del siglo XVIII iba a servirle a EE. UU. para deportar a cualquier venezolano adonde sea rentable echarlo, siempre que no llegue a su tierra? ¿Cómo se puede fingir demencia ante la tranquilidad con la cual un Estado recibe dinero por tener privados de libertad sin ninguna sentencia firme? Para quienes viven el día a día, eso parece ficción, pero tristemente tenemos decenas de testimonios que nos hacen despertar como ante un estruendo a medianoche.
Reaccionar así hace más escalofriante el baño de realidad al que nos enfrentamos hoy. Las víctimas siempre son las mismas: hoy están secuestrados jóvenes de clases populares. Los rostros de sus madres, padres, parejas y demás familiares son las caras de lo más profundo de este país. Son los mismos que tuvieron que vivir, años atrás, horas de cola en búsqueda de alimentos, sortear el impacto del bloqueo en cosas elementales como la salud e ingeniarse formas de salir adelante económicamente. Siguen resistiendo. Son pueblo.
En ellos debemos reconocernos nosotros, no solo porque hemos transitado de distintas formas lo mismo, sino porque la amenaza no es contra particulares. Es un azote contra cada uno de los hijos e hijas de nuestra patria, criminalizados convenientemente a nombre del supremacismo. No importa si se es chavista o si se está en el bando de los "Me iría demasiado… too much". Si con el bloqueo nos quieren arrancar el derecho a una vida plena y digna, con el secuestro de venezolanos acusados sin pruebas de ser criminales, pretenden pulverizar nuestro orgullo como ciudadanos.
Frente a esas pretensiones, nos toca cada día reafirmar más nuestra identidad. Lo afirmativo venezolano debe emerger y prevalecer no solo como motor de la lucha contra la criminalización de nuestros connacionales, sino también como un medio que nos permita entender y alertar en cuanto a las amenazas que se ciernen sobre América Latina. Nos estamos jugando la existencia misma.
Rosa E. Pellegrino