Araña feminista | Historia: Teresa Heredia, la emplumada de Valencia
24/03/2025.- Bañar de melado y emplumar fue un castigo máximo para humillar. Creado en la Edad Media, en España se utilizaba, principalmente, para castigar mujeres, a quienes se les cortaba el pelo, se las desnudaba hasta la cintura, se les untaba miel, se les cubría con plumas su piel y cabeza para darle un aspecto desagradable y ridículo, se la montaba en burro y se la paseaba por la ciudad, mientras la gente les echaba porquerías y se burlaba de ellas. La humillación y el dolor infligidos servían como una advertencia para otras personas y convertían a quienes lo sufrían en un paria en su comunidad.
Este castigo se aplicaba a las mujeres en situación de prostitución y también a quienes se consideraban incursas en delitos políticos y a las esposas o relacionadas con revolucionarios. Estas prácticas pasaron de la península a América. En las esquinas y en la plaza, el pregonero leía la sentencia donde se explicaba el veredicto que condenaba a la mujer a la “vergüenza pública” y el delito cometido. Este fue uno de los castigos que se aplicó a la patriota independentista Teresa Heredia.
Teresa Heredia (1797-s/f en USA) nació en Ospino, Portuguesa, fue costurera, integrante del sector de los llamados “blancos de orilla”, es decir, blancos pobres. Ocupada la ciudad de Valencia por tropas de Boves, Teresa guardaba armas, conspiraba y tenía labores de espía infiltrándose entre los soldados realistas. También entraba en la casa del capitán Luis Dato, comandante de Valencia. Sin embargo, este le incauta un baúl con camisones, producto de su costura y expeditamente le impone un castigo: “La hizo cortar el pelo, la bañó de melado y la emplumó e hizo pasear por las calles a cajas destempladas y después la puso en plena libertad”. Las cajas destempladas eran los redobles de tambores que acompañaban a condenados al patíbulo.
¿Cómo lograba una joven de 17 años, como Teresa, entrar y salir de las filas realistas y tener cercanía con el comandante de una ciudad? La mayoría de los historiadores, siguiendo el sesgo de género en sus análisis, sustentan explicaciones en las artes de seducción, que siempre han sostenido que son las caracterizan a las mujeres espías y las hacen maestras en este oficio. Obvian otras cualidades de convencimiento y también las muchas que murieron en estas labores. Sin duda, el castigo aplicado a Teresa, según testimonio de un vecino, fue también “por ser de una vida relajada en el trato de los hombres”.
Sin embargo, Teresa no abandonó sus convicciones y labores. En 1816 viajando entre La Guaira y Caracas imprudentemente conversa con arrieros y viajantes y habla a favor de los insurgentes y en contra de la monarquía. Elogia a Ribas y a Bolívar. Se queja del ahorcamiento de una mujer que pudo observar. Sus decires llegan a oídos de las autoridades que nuevamente la encarcelan. Se le abre, entonces, el correspondiente Expediente de Infidencia. Se la condena al destierro por colaborar repetidas veces con la causa patriota. En su expediente indica: “…Echar de la provincia para la América del Norte a esa mujer incorregible para que allí sea independiente y la enseñen a vivir en sociedad”.
Allí se perdió registro de su vida, compartió con otras el olvido. En el análisis de los procesos independentistas, las acciones de las mujeres, en especial, de quienes ejercieron labores de correos y espías, han sido teñidas por los estereotipos, ellas pusieron al servicio de la libertad no solamente su integridad física, sino también su honor y su reputación en un tiempo en que estos significaban la exclusión social.
Alba Carosio