Al derecho y al revés | Contra Bukele: aranceles
26/03/2025.- En algunos aspectos, todos los pueblos se parecen, mas los detalles y la historia terminan diferenciando a unos de otros.
De estas diferencias se aprovechan generalmente los políticos, interesados en sobreestimar lo diferente y atizar desigualdades.
El caso típico es la leyenda dorada que, durante el siglo pasado, intentó humillar a los pueblos hispanoparlantes para solaz de quienes nacieron al norte del río Grande.
Parte de esa leyenda se nos cuenta para hacernos sentir menos civilizados —como si lanzar bombas atómicas sobre poblaciones desarmadas fuese un pulcro acto refinado— al explicar que en los Estados Unidos no ha habido golpes de Estado.
Dicho así, esa mentira puede pasar cuando un migrante pobre —que ha caminado largos trechos en pos del nuevo Dorado que son los Estados Unidos— la repite ante sus familiares como si leyese artículos de la Biblia.
Pero no. En el fondo, donde moran lo sublime y lo detestable que tenemos los seres humanos, existen las conspiraciones para sacar del poder a un rival y poner otro al gusto de los conspiradores.
¡Eso es un golpe de Estado, sea como sea que se maniobre para sacar del poder a un mandatario popular!
Los estadounidenses que, hasta la llegada de Donald Trump al poder por segunda vez, estaban orgullosos de sus instituciones, en este momento ven cómo este presidente anula esas instituciones para llevar a cabo un golpe de Estado que, a su manera, ponga todos los poderes en sus manos.
A los que se oponen, basándose en la Constitución yanqui, Trump los ignora. Se mofa en público de quienes advierten las ilegalidades. Fue el caso de un juez federal que intentó impedir deportar venezolanos basándose en una ley del siglo XVIII que permite atrocidades contra los ciudadanos de un país que esté en guerra con los Estados Unidos.
Ese golpe de Estado, sin necesidad de sacar militares a la calle —algo peligroso en un país donde el ciudadano puede portar legalmente armas de guerra—, le permite a Trump negociar —porque de eso se trata— con el golpista y sinvergüenza Bukele más de un centenar de compatriotas, ninguno delincuente, ninguno juzgado por un juez yanqui, pero todos encerrados en mazmorras donde se violan todos los derechos humanos, salvo la vida, porque Bukele cobra por cada preso en dólares, que no ingresan al presupuesto de El Salvador.
No es el primer golpe que se da en los Estados Unidos contra la Constitución. Abraham Lincoln fue asesinado al igual que los hermanos Kennedy luego de que intentaron nacionalizar el banco central gringo, que allí se llama Reserva Federal.
A Richard Nixon lo hicieron renunciar cuando paró la escalada bélica en Vietnam y el pretexto fue una bobería que todos los presidentes yanquis —aficionados a espiarse unos a otros— cometen en cada elección, bobería que para la historia ha pasado con el nombre de caso Watergate.
Lo importante, sin embargo, es qué hacer mientras nuestro presidente negocia con quien, evidentemente, quiere quitarnos el petróleo.
Ya he insinuado que nuestros negocios deberían tomar el camino de Canadá, donde la mayoría han colocado letreros donde se lee: "Aquí no recibimos moneda de los Estados Unidos", "Solo vendemos productos canadienses" y otros similares.
Nuestro gobierno puede ponerle aranceles a los productos de países que negocien con Bukele, el mayor traficante de seres humanos del planeta.
Domingo Alberto Rangel