Xin chào | Abril, el fantasma
Un pueblo unido y armado de conciencia puede derrotar a la mayor potencia del mundo.
Hồ Chí Minh
29/03/2025.- Abril, palabra castellana que se usa desde el año 1188. Deriva del latín aprilla. En el calendario romano antiguo era el segundo mes del año, pero en el actual gregoriano es el cuarto. En el lenguaje coloquial, abril significa primera juventud: el abril de la vida. Sin embargo, seguramente, en la Casa Blanca, nadie se atreverá por estos días a recordarle la palabra abril al controversial mandatario Donald Trump, porque los recuerdos del "abril de la vida" no son gratos para los Estados Unidos. Para comenzar, basta con imaginarse grandes movimientos populares, que en su momento hicieron templar a las clases dominantes. Tales son los casos de la Toma de la Bastilla (1789), la Revolución alemana (1918), la Segunda República española (1931), la Revolución de Octubre (1917), la Revolución china (1949), la Revolución cubana (1959), la Revolución sandinista (1979), la Revolución Bolivariana (1998). Pero, sobre todo, la histórica estampida del poderoso ejército yanqui en 1975, ocurrida en Saigón, la antigua capital sureña de la hoy República Socialista de Vietnam, donde también sucumbieron las tropas de Japón (1945) y de Francia (1954).
Para los historiadores que invisibilizan las agresiones imperialistas, no existieron los acontecimientos de Saigón del 30 de abril de 1975, cuando dos tanques, uno soviético y otro chino —vaya simbolismo—, irrumpieron en el patio central del Palacio de la Independencia, para entonces sede del gobierno fantoche proyanqui, presidido por Dương Văn Minh, el tercer mandatario en un mes.
La historia positivista, cuidadosamente pincelada, nos relata que la intervención estadounidense en la indomable Indochina fue iniciada por Lyndon Johnson, entre 1963 y 1969. Sin embargo, existen registros sobre el millonario apoyo gringo prestado a los franceses por parte de los gobiernos de Harry S. Truman (1945-1953), Dwight D. Eisenhower (1953-1961) y John F. Kennedy (1962-1963), quienes, en total, completaron una botija de 2.6 mil millones de dólares para contribuir con la masacre del pueblo anamita.
Efectivamente, a partir de 1950, el Pentágono despachó una significativa ayuda militar para los colonialistas franceses, constituida por 1400 tanques y blindados, 619 aviones, 390 buques, 16 mil vehículos militares, 175 mil armas de infantería y 2 mil 555 millones de proyectiles de todo tipo, estimados en nada menos que 1725 millones de dólares.
Son apenas muestras de los rastros dejados sobre la auténtica calle de la amargura de los filibusteros yanquis, que sufrieron su primera caída en el noroeste vietnamita, compartiendo pesares en la estampida francesa, el 7 de mayo de 1954, cuando el general Christian de Castries claudicó ante "el soldado mayor de Vietnam" Võ Nguyên Giáp, en la batalla de Điện Biên Phủ (13 de marzo al 7 de mayo de 1954).
Escudriñando la obra de Nguyen Huy Toan (2010), nos encontramos que los estadounidenses estuvieron involucrados hasta el fondo en la batalla final donde sucumbieron los franceses. De tal manera, el andar trágico de los gringos se llevó por delante a seis mandatarios de la gran potencia, incluyendo a Richard Nixon y a Gerald Ford, entre 1945 y 1975, es decir, treinta años, y no los veintiuno que nos cuentan los american comics.
Los hechos demostraron que el real interés de la Casa Blanca no era solamente apoyar a Francia, sino hacerse de la península indochina, para convertirla en un filón neocolonial yanqui y base militar en el sureste asiático, a pocos metros de lo que es hoy la República Popular de China. Esa orientación se pudo apreciar claramente el 8 de septiembre de 1954, a solo seis meses de la histórica batalla de Điện Biên Phủ, cuando EE. UU. instó al Reino Unido, Francia y demás satélites a constituir la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (OTASE), utilizando como escudo a Vietnam, Laos y Camboya, una suerte de OTAN para esa región.
Los hechos demuestran que EE. UU. manejó como quiso a los franceses, tal como lo hace hoy, hasta lanzarlos al sartén de Điện Biên Phủ, para apoderarse de la estratégica península indochina, como lo habían intentado en Corea (1950-1953).
La locura yanqui llevó a Eisenhower a proponer, como quien no quiere la cosa, el lanzamiento de dos bombas nucleares en el noroeste vietnamita, cuando estaba a la vista el fracaso en Điện Biên Phủ o Waterloo II, en el cual las tropas del Việt Minh humillaron a los franceses.
Relata Huy Toan (2010, p. 90) que, en la sede de la Cancillería francesa, ubicada en el bulevar Dʹ Orsay, de París, el canciller George Bidault fue sorprendido por la propuesta que le hiciera su colega gringo: "¿Y qué le parece si les damos dos bombas nucleares para recuperar Điện Biên Phủ?". Fueron palabras del secretario de estado yanqui, John Foster Dulles, mientras los dos cancilleres conversaban cerca de una ventana.
La llegada triunfante a Saigón de la Campaña Hồ Chí Minh, denominación que le dio el politburó del Partido Comunista a la operación final del Frente de Liberación Nacional (abril de 1975), no fue más que una derrota gringa cantada el 29 de diciembre de 1972, cuando Richard Nixon reconoció, impávido, ante el mundo, cómo la modesta artillería hanoyense había destrozado a la aviación más sofisticada del planeta.
Ángel Miguel Bastidas G.
Fuentes consultadas:
Giap, V. N. (2006). La cita de la historia. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Romero, V. (2001). Qué celebramos hoy. Italgráfica S. A.
Toan, N. H. (2010). Vietnam: guerra de la liberación, 1945-1975. Vietnam: Thế Giới.