Estoy almado | ¿Chevroneconomía?

30/03/2025.- Algunos sectores de la población temen que volvamos al espiral de la crisis económica aguda del pasado, después de que EEUU suspendió la licencia petrolera a Chevron para operar en Venezuela. Los pronosticadores más pesimistas auguran que nuestra economía será gravemente afectada. 

Incrédulo uno se pregunta: ¿todos los avances económicos palpables que había logrado el país, dependían exclusivamente de que Chevron estuviera aquí? Según “expertos” y medios financieros, sí. Es la mirada del país a través del cristal del petróleo, siguiendo la tradición de la cultura rentística petrolera que aún se vende como la panacea del futuro venezolano y desentona con la diversificación económica. 

Chevron producía en promedio más de 240 mil barriles por día, equivalentes al 20% de la producción total de crudo que supera el millón de barriles. Los cálculos más conservadores indican que la transnacional estadounidense pagaba en impuestos alrededor de 4.000 millones de dólares y le dejaba al país ingresos por el orden de los 3.100 millones de dólares, según agencias especializadas.

Pero más allá del dinero que hacía circular producto de sus operaciones, el impacto de su salida en las finanzas venezolanas es otro. El trabajo de Chevron en sí mismo no garantizaba la libertad económica que necesita nuestra economía sancionada para recuperarse. Más bien era la garantía para que otras empresas del sector petrolero pudieran comercializar con Venezuela, sin temor a ser sancionadas por EEUU. La propia visita a Miraflores de Richard Grenell, el enviado de Trump, fue suficiente para los mercados petroleros: si la Casa Blanca podía relacionarse públicamente (con videos y fotos incluidas) para concretar acuerdos, el resto tenía permiso. 

Entonces, desde esa perspectiva, la salida de Chevron significa que cualquier empresa petrolera no debe trabajar ni mucho menos vincularse con Venezuela en el área petrolera. Y si lo hace, se expone a ser castigada económicamente por EEUU, bien sea a través de aranceles o por imposición de bloqueos a capitales y esquemas de comercialización. Si había alguna duda, Trump anunció aranceles del 25% para los países que compren gas y petróleo a Venezuela.

Entonces, no solo es Chevron, que sí, es cierto: era un importante activo movilizador en nuestra economía; pero en el fondo es la prohibición de que otras transnacionales puedan operar con normalidad en Venezuela. Eso, indudablemente, es un torniquete a nuestra producción petrolera venezolana. 

Se trata, otra vez, de asfixiarnos económicamente. Porque en esa condiciones, ¿quién compra? ¿A qué precio? ¿Por cuáles medios? Es como si tengas el producto para venderlo, pero tienes un opresor impidiendo que lo hagas, amenazando con un garrote, además, a quienes quieren comprarte. 

Ese, a mi modesto modo de ver, es el real impacto de la salida de Chevron. Lo digo porque hay una comparsa de Chevron Lovers que juran que solo la presencia de esa empresa automáticamente hizo que la economía mejorara levemente, desdeñando por completo el esfuerzo aportado al crecimiento económico por parte de los sectores productivos no petroleros. 

Ahora, ¿cómo quedará la economía venezolana tras la salida de Chevron? Es una duda cuya respuesta está en ciernes. 

Lo que sí es cierto es que otras empresas petroleras, fuera de la órbita estadounidense y dispuestas a desafiar la decadente unipolaridad estadounidense, sí querrán aprovechar las mayores reservas petroleras del mundo. Eso, sin contar con la posibilidad de que Trump, en su relación temperamental con Venezuela, vuelva a cambiar de opinión (como lo ha hecho en apenas dos meses de mandato) y autorice a las empresas estadounidenses a seguir operando en territorio venezolano. Veremos.

 

 Manuel Palma 


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