08/04/2025.- Israel está exterminando a los palestinos. No es que no existan otros temas importantes en el mundo sobre el cual escribir. Nada más lejos de eso; sin embargo, cada vez que me siento a evaluar qué merece tener aunque sea unas pocas líneas dentro del inmenso y vasto mundo de la información digital, suele ganarme la indignación “reciente”, resultado de ver cada día en redes y medios videos atroces de personas volando en medio de una nube de humo, producto de la explosión de una bomba israelí, o las filas de cadáveres de niñas y niños ensangrentados, desmembrados, sucios de polvo, tirados en pisos de hospitales ruinosos o, algunos, en brazos de sus familiares adultos, también muertos o próximos a hacerlo. 

La reiterada exposición a secuencias de una misma ciudad en ruinas, con gritos de dolor y estruendo de bombas como banda sonora; de imágenes de médicos tiroteados y enterrados en fosas comunes, acusados de “sospechosos” sabrá Dios de qué; la visión constante de tanto espanto, fuego, escombros y ojos vacíos, lejos de remitirme a una huida fácil, a un eludir sencillo, a un “no veo más esta vaina”, me impele moralmente a –aunque sea– escribir un par de líneas probablemente inútiles, pero que se alejen de la comodidad del silencio. No importa que este genocidio esté ocurriendo en “un país lejano”, no importa si nadie lee estos artículos, no importa si no importa, aunque en realidad sí lo hace. 

Todo gesto mínimo en favor de la vida y de la humanidad aporta. Toda denuncia contra el Estado de Israel suma. Toda expresión de solidaridad, de indignación, vale. Que no nos gane la naturalización de la guerra, del dolor, de la injusticia y, sobre todo, que no sea por nuestro silencio que el sionismo siga asesinando impunemente. No podemos esperar por un castigo en el más allá. Para ellos, sus barbaridades y sus delirios de grandeza, nuestro aborrecimiento.  

Mariel García Carrillo