Letra fría | En el ojo de Daniel González
11/04/2025.- Cuando Patricia Vargas, nuestra querida compañera de la Escuela de Letras, me dijo en la inauguración de la exposición "Daniel González: la creación necesaria" que Esther Coviella, viuda de Daniel, estaba repartiendo chocolaticos de su hacienda La Sabaneta de Choroní, todavía no sabíamos que un par de meses más tarde brillaría con su tableta de chocolate 72% Venezuela Sabaneta en el concurso Chocolate del Año 2025 de la Coffee Tea Cacao Expo, realizada en Moscú por la empresa rusa de chocolate y café Stereocoffee.
Daniel, artista plástico, diseñador gráfico, fotógrafo y documentalista, cultivó, además, desde los años ochenta del siglo XX, el cacao de la hacienda La Sabaneta, otra de sus grandes pasiones, que no podía faltar en su muestra, expuesta actualmente en Bellas Artes.
De todas sus expresiones artísticas, que cuelgan en las Salas 1 y 2 del Museo, a mí, personalmente, me encantan sus fotografías. Esa narrativa lúdica y casual de nuestro querido amigo le permitía capturar esas imágenes juguetonas que terminaban casi siempre en una sonrisa del espectador, o con el cachete mojado de esas gotas saladas que desprenden las tristezas. Era un mago de las emociones y del azar sortario, porque hay que tener ese don de estar en el sitio e instante precisos en los que ocurre una fotografía. Mi preferida es la muñeca de plástico, esa suerte de maniquí de dimensión humana, en realidad, una muñeca inflable, arrojada a la calle, con esa expresión facial de grito de último momento, de la serie Lanzada al Vacío (1993), realizada en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos.
En el trabajo de Daniel González convergen el espíritu ballenero, siempre subversivo, provocador, irracional y surrealista, más el mamagallismo vernáculo de nuestro gentilicio. Verbigracia, su primer libro de fotografía titulado Asfalto-infierno (1963) —considerado hoy uno de los más importantes del continente latinoamericano—, pasando por su serie llamada Una Lectura de la Calle, Autopista Caracas-Valencia (1978-1979) —que trata de perros atropellados—, hasta la mencionada serie Lanzada al Vacío (1993), de San Francisco, Estados Unidos.
De ese espíritu subversivo recordamos aquella pared hecha de bloques de brisa prefabricados, con un mensaje garabateado de las FALN: "Más esas víctimas vengadas que verdugos serán exterminados. Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte. FALN". Sin embargo, lo inesperado es que, junto a ese mensaje bélico de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, hay un corazón que lo atraviesa con el mensaje: "Amor de madre". De fondo, detrás de esa pared casi imperceptible, está el hotel Humboldt con su visión panóptica de la ciudad de Caracas, desde las alturas del cerro Ávila.
Una vida en cámara
Siempre le gustó la fotografía, desde aquella foto tomada a uno de sus hermanos en Villa de Cura, con una pequeña cámara Kodak 127, hasta el silencioso —y también bullicioso— transcurrir de las ciudades plagadas de perros muertos atropellados, protestas en la calle, mítines, manifestaciones, murales, grafitis, cementerios y servicios funerarios, entre muchas otras imágenes casuales, atrapadas por el ojo de Daniel. Otra de sus hazañas gráficas —esta vez con él como centro de la noticia— fue haber aparecido con honores en la revista Life en español del 17 de septiembre de 1962. Dejemos que sea nuestro querido poeta y periodista José Pulido quien lo cuente en una entrevista, casi desconocida, porque se publicó muchos años después, en 2019: "Daniel González. Famoso y desconocido". Por cierto, la misma contiene un sucinto pero completo resumen de la vida de Daniel, contada por él mismo:
Comenzando los años sesenta, la prensa internacional y la nacional se interesaron en lo que Daniel González estaba haciendo. En 1962, la revista Life en español publicó un trabajo titulado "Nuevo arte en Venezuela". En foto de media página, mostraban a un joven de 27 años llamado Daniel González en una "chivera", rodeado por toneladas de carros destrozados, abandonados, "buscando materiales para sus creaciones". También publicaron las imágenes de varias esculturas que Daniel había formalizado usando chatarra.
Ese mismo año, en la galería-librería Ulises de Caracas, organiza su primera muestra fotográfica "Asfalto-infierno", que se convierte en un libro en enero de 1963, con prólogo de Francisco Pérez Perdomo y textos de Adriano González León. Ya se ha dicho: esta publicación es considerada uno de los fotolibros más importantes de Latinoamérica.
Para ir cerrando, aunque no podemos reseñar toda la muestra, no podemos dejar por fuera sus retratos a Henry Miller, Frank Stella, Lawrence Ferlinghetti —de la generación beat—, García Márquez, Rómulo Gallegos, Ramón Palomares, Nicanor Parra, Ramón Vásquez Brito, Mateo Manaure, Alejandro Otero, Julio Le Parc, Salvador Valero, un amplio reportaje de Alirio Díaz en la Candelaria, Mario Abreu, Juan Calzadilla, Armando Barrios, Ida Gramcko, Sonia Sanoja, Rodolfo Izaguirre —hoy un renegado del Techo—, Adriano y Caupolicán, por supuesto, entre tantos otros… y, obviamente, su autorretrato.
Otras piezas son la serie Chano, el Suicida; el inolvidable Negocio próspero; una casa antigua de la calle Carabobo de Maracaibo con el aviso en el ventanal "Se hacen trajes para difuntas"; Alpargatería El Cojo; la calavera con el texto "Con millón hasta la muerte. Sastrería"; un tanque titulado "Santa Claus va a la guerra"; las series Hombre Orinoco, Hombres de Petróleo y obras escultóricas como Tótem de Petróleo y Mario Abreu, el hijo de Mandraque.
Más otras cuantas y su obra plástica, que no caben en este texto.
¡Llévatela, Daniel!
Humberto Márquez