Historia viva | Todas las manos a la tierra
16/04/2025.- Carlos Lanz dejó una semilla latente diseminada en Venezuela con el plan “Todas las manos a la siembra” que, a decir de su definición conceptual, sigue siendo un “programa estratégico para la defensa integral del territorio, cuyo propósito fundamental es promover la articulación intrainstitucional e interinstitucional, a través de un enfoque con contenidos curriculares agroecológicos que contribuyan a la formación integral de las comunidades educativas y del poder popular para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria”.
Ese programa hoy cobra mayor relevancia ante la emergencia económica decretada por el Gobierno Bolivariano de Venezuela ante la próxima recesión catapultada por el gobierno de Estados Unidos a través de las medidas arancelarias, que afectan negativa y considerablemente las economías nacionales y el comercio internacional en general.
El programa que fue introducido como política de Estado en 2009 tiene carácter estratégico y referencial para Nuestra América y el Caribe, cuyas economías ya golpeadas por relaciones no recíprocas y unilaterales que favorecen a las transnacionales y a la economía norteamericanas encuentra en este tipo de iniciativas las políticas sociales estructurales para superar la pobreza , los monopolios de comercialización y para suplir las necesidades alimentarias de la población desde un enfoque ecológico y socialista.
“Todas las manos a la siembra” genera una comprensión histórica de la vocación productiva de las comunidades de acuerdo a los perfiles geohistóricos correspondientes; se trata de recuperar una cultura de la producción agropecuaria con fines estructurales que convoquen a los pueblos a la autodeterminación e independencia, la soberanía y la defensa territorial en función social.
En el fondo es reivindicar la paz que en los pueblos originarios americanos es tranquilidad, y para ello es necesario reconocer que se trata de un acto de justicia social. Todos nuestros pueblos originarios cuya cultura ancestral está asociada a los actos sagrados de sembrar y cosechar como lo señala la profesora mexicana Angélica Hernández, investigadora y académica de la unidad de Gestión Intercultural para el Desarrollo; de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana Intercultural en México: “…desde la cultura y cosmovisión nahua el término de paz no existe como tal, sino un sentipensar colectivo de bienestar común, de un sentido de equilibrio en el cual todos se encuentren en armonía, gocen de salud y cuiden su territorio…Aquí la paz engloba la solidaridad y tranquilidad en el corazón”.
En los pueblos originarios el cultivo es una manifestación de gratitud a la madre tierra como sujeto y no como objeto, tal y como se concibe en la cultura occidental extractiva y depredadora. El concepto de conuco visto desde la cosmovisión originaria nuestro americana y caribeña trasciende la parcela de cultivo per se para convertirse en una acción cultural, civilizatoria, colectiva de integración, de beneficio social y de conservación medioambiental.
De la propuesta original del programa “Todas las manos a la siembra” hay una formulación de producción alternativa que de mercedes a la población local en vez de los grandes mayoristas que pagan poco a los productores y especulan con los precios a los consumidores. De lo que se trata es de “fortalecer el tejido productivo y de distribución de conuqueros, pequeños empresarios, mercados populares y bodegas comunitarias a lo largo y ancho del país. En este planteamiento se asume la producción en pequeña escala haciendo énfasis en su comercialización y consumo local. La producción en pequeña escala y con distribución local (producir para la localidad en vez de producir para intermediarios, mercados mayoristas o supermercados colocados a larga distancia) permite el ahorro en flete, reduce la merma, atenúa la repotenciación vehicular de los transportes de carga, contribuye al no deterioro de la vialidad, ayuda al acceso a una mejor calidad del producto”.
Es un programa que fondea la gestión cultural de un Estado en la búsqueda de la felicidad posible, pero que no excluye la integración de los consumidores de las ciudades, habituados a las grandes comercializadoras de bienes alimenticios, cuyas campañas publicitarias engañosas apuntan a un estilo consumista que privilegia los monopolios y deja con enormes déficits a los productores .
La experiencia de la diversidad productiva en Venezuela ha alcanzado niveles de alta rentabilidad y bienestar social por la inserción en el mercado de otros actores productivos distintos a los oligopolios como los de las Empresas Polar, que antes de 2012 tenían la capacidad de paralizar la distribución de alimentos y generar un caos político en la sociedad, sumado a las primeras acciones de sabotaje en el sector alimenticio pronosticadas por el Departamento de Estado y advertidas por Carlos Lanz, para desestabilizar al país.
Se trata pues de un nuevo modo de producción que debe ser aprendido y ensayado desde las escuelas para formar al nuevo consumidor crítico y ecológico, pero que sobre todo se ancla en un sistema de seguridad de Estado para proteger a la sociedad venezolana de ataques y asedios que de manera unilateral los gobiernos de Estados Unidos han aplicado con énfasis desde 2015.
Aldemaro Barrios Romero