Vitrina de nimiedades|El “otro” o la incógnita ante un cambio de época

19/04/2025.- Es casi unánime la percepción de una transformación global: nuevos tiempos están por correr. Esa visión venía construyéndose mucho antes de locuras como la actual escalada contra el pueblo palestino o la guerra arancelaria de Trump; estos eventos solo reafirman lo intuido. Y lo hacen por una razón: pareciera que los límites frente al descaro se derrumbaron definitivamente. De la sociedad del disimulo, hoy estamos ante una estructura internacional donde cada día se avanza unos kilómetros en un individualismo radical, sin importar qué se rompe o a quién se saca del juego. La preocupación, por fortuna, está tomando espacios. El asombro no ha sido arrasado.

Esa inquietud en nada se asemeja al típico: “Fin de mundo” que nuestros antepasados tenían como comodín ante lo nuevo. Se trata de una visión que busca su raíz, su porqué, el origen de este escenario. Por supuesto, no deja de lado lo político y reconoce —a despecho de muchos— que seguimos viviendo la pugna entre lo conservador y lo realmente revolucionario, con una de las fórmulas más exitosas: la polémica defensa de lo individual frente a lo colectivo.

El mundo digital, con todo y sus terabytes de superficialidad, fugacidad y manipulación, no solo es el escenario predilecto de esa diatriba. A veces, cuando el algoritmo baja sus defensas, también deja colar alertas para hacernos pensar por unos segundos. Voces como Paula Sibilia, por ejemplo, hablan del nacimiento de un nuevo suelo moral, donde la individualidad justifica la desconexión con la realidad social, con la noción del “somos” como frontera pulverizada. Es un escenario que parece condenar la ya golpeada lucha contra grandes injusticias históricas.

Ese nuevo horizonte también ha sido foco de interés de distintos tanques de pensamiento. Varios de ellos alertan sobre el surgimiento de la “egopolítica”, una expresión del personalismo que impacta la política internacional contemporánea. Sí, suena demasiado a Trump, a la incertidumbre y a la anulación del otro. La explicación no está precisamente en un error de la matrix, sino en el descontento con las instituciones y las fórmulas tradicionales de gobierno. Ahí también ganaron muchas veces el egoísmo y la falsa idea de que nadie hará nada por ti sino tú mismo. Lo diferente ahora es que vamos a una fase superior.

Esta óptica no se construye a partir de una simple arenga para exaltar el yoísmo. Gaza, la migración en condiciones de precariedad, la existencia de colonias en pleno siglo XXI y tantos otros conflictos han sido el caldo para decretar el individualismo como antídoto ante un mundo que no es capaz de poner freno a sus propios desvaríos. Si en colectivo no somos capaces de salvarnos, es lógico querer proteger el propio pellejo. Y si esa sensación se alimenta con discursos que criminalizan a la víctima, la manipulación llega más lejos.

Ahora, cuando vamos hacia un mundo de máxima presión, donde el diálogo y mecanismos como el voto parecen perder fuerza, urge saber cómo podemos reconectar con esa noción de comunidad que muchas veces nos ha salvado como especie. El “otro”, ese que no vemos, quizás sea nuestro salvavidas en este cambio de época.

Rosa E. Pellegrino

 

 

 

 

 

 


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