Mundo alerta | Posguerra: el pluralismo

Desde la inercia ideológica

 

27/11/22.- La herencia que deja Estados Unidos después de 77 años de democracia amordazada a cañonazos y sin contrapesos políticos, es la de una sociedad global inerme y acrítica, dividida en dos bandos, ambos fragmentados, aislados de las potencias occidentales y en su mayoría sin perfil geopolítico. Ese contexto de trasladado a la posguerra Rusia-Ucrania demandará un liderazgo compartido en lo ideológico, conciliador en lo político, respetuoso de las economías independientes y abierto a los movimientos emergentes mundiales y regionales. Será la mejor respuesta a la precaria hegemonía norteamericana observada en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 2 de marzo, cuando casi un centenar (99) de sus países miembros no asistieron o se ausentaron del foro y 35 se abstuvieron. El resultado fue que las 139 naciones convocadas contra Rusia no votaron y el intento fracasó apenas por dos votos de diferencia con los 141 que alcanzó la resolución condenatoria.

No deja de ser importante que los abstencionistas estén encabezados por China, fundadora de la ONU, a la que Estados Unidos expulsó de ese organismo durante 22 años y cuya posición ahora es compartida por muchos de los 50 países invadidos o atacados militarmente por Estados Unidos desde 1945, como Vietnam, Irak, Siria, Pakistán, Nicaragua, Cuba, y otros por diferencias ideológicas como Bolivia, México, Colombia, y otros países latinoamericanos con los cuales la nación asiática mantiene estrecha relación política y comercial.

El balance ONU no arroja vencedores ni ganadores, pero revela amenazas potenciales y debilidades ofensivas que para Occidente solo podrían ser solventadas en una confrontación militar directa de los dos bloques. Desde el 24 de febrero la tendencia evoluciona hacia dos opciones: a) Que Ucrania se adhiera a la OTAN por vía reglamentaria o a través de un mecanismo llamado “de emergencia”) o que Rusia ejecute una acción armada contra cualquier país miembro de la Alianza Atlántica.

Del acecho al hecho hay poco trecho. No necesariamente la acción debe producirse por iniciativa de Rusia, aunque eventualmente pudiera convenirle si necesitara acelerar y ampliar la guerra. Ucrania, a su vez, podría provocar un enfrentamiento armado contra aliados de Rusia o ella misma, para obligarla a responder militarmente, lo cual justificaría la acción estatutaria de la OTAN para atacar militarmente a cualquier país que agreda a uno de sus miembros.

Obviamente, sería una operación “sucia” (¿alguien ha visto una guerra limpia? que los servicios de inteligencia militar son expertos en “blanquear” artificialmente, sobre todo si involucrara a aliados rusos tan radicales como el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukhasenho, quien recientemente advirtió a Ucrania: “Lo que pasó en el puente de Crimea les parecerá una broma si tocan tan solo un metro de nuestro territorio con sus sucias manos". Lukhasenho aludía a la estructura que une a la nación eslava con el territorio ruso, bombardeada hace un mes por orden directa de Putin. El saldo fue de 14 muertos y más de 90 heridos.

Tampoco es imprescindible que estas acciones se incrementen ahora. Pueden darse incluso después de la guerra, sea cual fuere el vencedor, pues Ucrania, estratégicamente hablando, puede dejar de ser el centro de la controversia si así lo deciden los protagonistas militares.

Lo cierto es que Rusia, con su discurso multipolar, sus abundantes reservas de materias primas y avances logrados en las tecnologías militares y espaciales; después de neutralizar las sanciones occidentales y enfrentarse sin desventajas al ataque militar de la OTAN y sus 30 países, ha demostrado que puede ser un líder global de peso contra el sistema unipolar de Estados Unidos… si es que China no se le adelanta.

Raúl Pineda

 

 

 


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