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¿Por qué no debes vivir de los recuerdos?

“En cualquier lugar en que estuvieran recordarán siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”.

Gabriel García Márquez

(Cien años de soledad)

 

20/04/2025.- Desde que nacemos, nuestro cerebro recibe una enorme cantidad de información sobre el entorno, pero ¿cómo nos aferramos a lo experimentado? Por medio de los recuerdos.

Por diferentes períodos de tiempo, los seres humanos retienen diversos recuerdos. Los recuerdos a corto plazo pueden durar horas o solo segundos, mientras que los recuerdos a largo plazo pueden durar años.

De acuerdo a la etimología, la palabra recuerdo deriva de re, o de "nuevo", y cordis, "corazón"; pues, antes se creía que la mente estaba ubicada en el corazón, por lo que recuerdo significaría "pasar nuevamente por el corazón". Pero, ¿qué tan saludable es esto?

Los recuerdos y sus funciones

En términos generales, el recuerdo es la capacidad de nuestra memoria para almacenar información, retenerla y traerla al presente. Cuando esto ocurre, las personas experimentan emociones.

De modo que los recuerdos pueden ayudarnos a construir nuestra identidad, al ofrecernos una sensación de continuidad, de movimiento a través del tiempo y ayudarnos a conocer quiénes somos o cómo nos gustaría ser, a partir de cómo hemos sido.

También de la experiencia vivida podemos obtener una guía para afrontar problemas en el presente. Asimismo, los recuerdos nos ayudan a construir relaciones, al permitirnos recordar vivencias. Al tener referentes de situaciones pasadas similares, igualmente podemos reflexionar sobre cómo manejamos una sensación y aprender de esa experiencia para controlar nuestras emociones en el presente.

No obstante, algunas veces los recuerdos no existen, por lo que aferrarse al pasado es un impedimento para evolucionar. Atesorar objetos o memorias pasadas pueden convertirse en un ancla que impide vivir a plenitud el presente y muchos de estos recuerdos no son fidedignos a los hechos ocurridos, pues, nuestra memoria puede fallar.

El vivir aferrado al pasado puede restar intensidad al presente, ya que se corre el riesgo de vivir en una idea mitificada de lo que sucedió, dado que muchas personas tienden a magnificar los hechos que ya pasaron o a atribuirle detalles que no fueron reales del todo. Así, rememoración e imaginación se fusionan.

Vivir en el presente

Cuando decidimos vivir en el presente, podemos realmente tomar las riendas de nuestra vida, aun cuando el valor y el cariño por el pasado continúen en la memoria.

El tiempo pasado no fue mejor, porque está el futuro por venir y este se puede escribir como lo deseemos. Cuando alguien se encierra y decide vivir de un recuerdo, no tiene sus cinco sentidos atentos para descubrir lo que ofrece el presente.

Es necesario tomar consciencia de que estamos en el presente y que recordar algunos eventos, sobre todo los más terribles, puede traer de vuelta emociones de culpa, malestar, vergüenza o de rencor, que una y otra vez ocasionan daño y no son para nada productivos.

Quienes se concentran mucho en el pasado, tienden a sumirse en la tristeza y se convierten en seres inmóviles ante el presente y el futuro. Un paso para superar el pasado es tener en cuenta que las cosas ya no van a cambiar, sino que se deben aceptar tal y como ocurrieron.

Para ello, se debe alzar la vista hacia el mundo que nos circunda, mirar la gente alrededor y todas las bondades que tenemos en el hoy.

También es válido olvidar a quienes hicieron daño o dejaron una herida, pues, rememorar lo que causó el sufrimiento impide que las heridas cierren.

El perdón a uno mismo es esencial para comprender que lo que se hizo ya no se puede deshacer. Pero, en lugar de la culpa, es más saludable entender que actuamos conforme a lo que consideramos que fue mejor en ese momento, con las herramientas que disponíamos para ese entonces.

Ahora, solo queda aprender de ello, conocernos más y evitar repetir errores. Por último, es imprescindible encontrar un sentido a la vida, luchando por una justa causa o sirviendo a los demás, pues, este es un ejercicio para salir de sí mismo y ofrecer nuestras potencialidades al mundo.

Enfocarse en nuevos proyectos o tender la mano a otras personas puede ayudarnos a encontrar un nuevo sentido.

El pasado no tiene por qué definir el futuro. Es verdad que enseña lecciones, pero aún podemos ser los dueños de nuestros destinos y para comenzar se vale trazar pequeñas metas u objetivos a corto plazo, que poco a poco nos lleven hacia lugares o personas que jamás imaginamos y, por supuesto, que nos permitan construir una mejor versión de nosotros mismos.

 

Isabelia Farías

 

 


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