Historia viva | Conciencia histórica y lectura juvenil

23/04/2025.- El filósofo y escritor venezolano José Roberto Duque Canelón hizo un análisis sobre la aprehensión histórica de las juventudes venezolanas que no vivieron ni el golpe de Estado de 2002 ni la dictadura de 48 horas impuesta por la derecha venezolana y los medios privados de expresión pública durante esos sucesos intensos de principios del siglo XXI. ¿Qué tiene que ver la lectura, el conocimiento, con la falta de comprensión histórica de estos hechos por parte de la juventud nacida después de 2002?

Un profesor de historia medieval de la universidad de Bagdad, a propósito de la destrucción de esa ciudad por las fuerzas militares estadounidenses, dijo: “Nuestra memoria ya no existe. La cuna de la civilización y de las leyes han sido quemadas. Solo quedan cenizas”. Esta reseña de Fernando Báez, en su obra La historia universal de la destrucción de los libros nos advierte una pregunta en la voz de un estudiante iraquí: “¿Por qué el hombre destruye tantos libros?”.

¿Será que lo que indicó Duque Canelón tiene que ver con la “quema simbólica de la memoria histórica” en la corteza prefrontal o en el hipocampo de nuestros jóvenes?

Duque señaló en 2022, “…más de la mitad de los venezolanos vivientes (unos 16 millones) no habían nacido o estaban muy pequeños (siete años de edad o menos) en abril de 2002... Lo que para nosotros, los más maduros (o viejos maduros) esos eventos dramáticos son asuntos de recordar fácil, porque lo padecemos o presenciamos en vivo; para más de la mitad de los venezolanos son historias antiguas, algo que si no se lo contamos con las claves correctas vendrán otros a contárselo en clave manipulación y desinformación. Algo grave” (La Inventadera.com 2022).

La advertencia de Duque como la de Fernando Báez tienen una admonición tan pertinente como urgente, porque la conciencia histórica es derivada del manejo de información veraz y oportuna de los hechos pasados, de su comprensión dependen los destinos de una nación, sobre todo de lo que decidan más de 16 millones de seres humanos. Y resulta que del análisis de esa información certera sobre las causas y consecuencias de los sucesos del golpe de Estado de 2002 pueden estos millones de jóvenes identificar o determinar su destino, dependiendo de lo que conozcan o desconozcan.

Hace poco más de 35 años, el diario El Norte de Barcelona, en Anzoátegui, hizo un estudio de sus “lectores” para relanzar el periódico en el oriente. Dicho estudio realizado por una agencia de análisis de audiencia determinó que el 70% de sus usuarios leían solo titulares, un 20% leían sumarios y solo un 10% leían artículos, es decir, realmente leían el diario.

No hace más de diez años, un diario de Caracas hizo un estudio de audiencia sobre los lectores de diarios y sorprendentemente los resultados fueron los mismos de 25 años atrás cuando en la ciudad de Barcelona se hizo un estudio similar.

Estas tres dimensiones del proceso de construcción o deconstrucción de conocimientos nos lleva por varios caminos, pero que se dirigen hacia una urgente necesidad de valorar la lectura como uno de los hábitos humanos más fecundos que fortalece la memoria, facilita la concentración e incrementa la capacidad creadora de los seres humanos.

Historiadores alemanes del último cuarto del siglo XX y del primero del siglo XXI, entre quienes se encuentran Jörn Rüsen y Hansy Wolfgang Mommsen, han señalado que en la llamada “historia social crítica (está) caracterizada por defender la necesidad de su aplicación al servicio de la sociedad”; el aprendizaje de los hechos a través de la narrativa de sus protagonistas resultaba de mayor interés para los jóvenes estudiantes que las lecturas convencionales.

Así que el constructo de la conciencia histórica “se articulaba con una combinación compleja entre socialización histórica y política sufrida por los estudiantes, por lo que les interesaban sus interpretaciones del pasado, sus percepciones del presente, expectativas del futuro y los vínculos que establecían entre diferentes periodos de tiempo”, según el proyecto “Youth and History” llevado adelante por los historiadores sociales alemanes.

Si algo podemos hacer por el joven o la joven que está cerca de nosotros es darle nuestro testimonio histórico de lo vivido para estimular su interés por la historia y prender la mecha de la curiosidad. Es como señaló Duque, contar la historia con claves de interés, con la verdad y el discernimiento necesario para crear y fomentar la investigación por el conocimiento histórico.

Este laboratorio político y social que es Venezuela es el mejor escenario para potenciar la conciencia histórica en los jóvenes, eso que los historiadores alemanes contemporáneos han llamado la historia social y que nosotros le tenemos nombre y apellido: “historia insurgente”, porque de lo que se trata es de un enfoque social de la historia que contemple un abanico amplio de fuentes que incluyan lo popular, lo mitológico, los testimonios orales, sin que estos contradigan la esencia científica de la historia.

Contra el hábito de la lectura se ha montado un aparataje poderoso de la inmediatez y de saturación de información que caduca cada segundo, pero igual hay que vivir con el sistema digital y orientarlo hacia eso que provoca la reflexión consciente, la creatividad fecunda y el manejo de información edificante, veraz y oportuna.

Un gran objetivo del Plan Nacional de Lectura Manuel Vadell, en términos cuantitativos, debería ser aumentar los lectores por lo menos a un 30% de esos 16 millones de jóvenes de Venezuela, fomentar las comunidades del conocimiento, los colectivos de lectores y para ello hay que poner a disposición la inteligencia artificial y una batería de redes sociales en batalla apuntando al objetivo de tener para 2030 cinco millones de jóvenes lectores, una meta que puede ser alcanzada si le aplicamos el método sinóptico en el que todos y todas nos involucramos, porque todos ponemos un granito de arena para construir el edificio de conocimientos que es la historia insurgente de Venezuela que, como el Ave Fénix, está constantemente renaciendo de sus cenizas.

Aldemaro Barrios Romero

 

 

 

 

 

 


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