Vitrina de nimiedades | Volver a ese pasado
26/04/2025.- Próximo a cerrarse su primer cuatrimestre, el 2025 transita como esas visitas que dejan la casa patas arriba y al borde de un incendio. Este año no ha dado tregua; han ocurrido tantas cosas que no da tiempo de contar las semanas en el calendario. Aunque el imaginario popular insiste en advertir que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, la sola aparición de la sombra de asuntos presuntamente superados nos amarga las expectativas. Pasa en el mundo. Pasa en nuestra tierra.
El segundo mandato de Donald Trump, que amenaza con buscar su tercera presidencia, es una versión concentrada de su primera administración en la Casa Blanca. En cuatro meses, elevó a la enésima potencia su guerra frontal contra China y su afán de dominación al servicio de la clase empresarial. Actúa como combustible para el radicalismo de gobiernos de derecha en América Latina. Fallaron los analistas que esperaban un comportamiento moderado.
Entre la gente corriente, esa que no tiene factorías ni compra acciones en la bolsa, el golpe se siente como un nuevo latigazo sobre un cuerpo que no termina de sanar. Lo viven en EE. UU., donde doce estados demandaron a Trump por la imposición de aranceles. Entre otros argumentos, sostienen que la aplicación de esa medida trastoca el orden constitucional y hunde la economía del país norteamericano en el caos. Lo sienten también el resto de las naciones, con pronósticos de caídas en el crecimiento económico mundial que, lamentablemente, se traducen en menos empleos y posibilidades de desarrollo si no se diseñan políticas audaces.
Semejante escenario impacta la migración, un fenómeno consustancial con la naturaleza humana, que ya suma en su expediente del siglo XXI nuevas formas de agresión. El experimento que Nayib Bukele pretende hacer con el Cecot, al convertir la trata de personas en un negocio de Estado, nos hace recordar los daños que nuestros connacionales han vivido en otros países —por ejemplo, el asesinato de dos jóvenes en Tibú, Colombia, en 2021— y cómo se convirtieron en una bandera para la pugna política. Ese pasado, sin embargo, no parecía prepararnos para el horror de hoy o, al menos, nosotros, los de a pie, no sabíamos interpretarlo. Como nota a pie de página, no podemos olvidar problemas como la población desplazada por conflictos en distintas partes del mundo.
Venezuela, además del inédito desafío de proteger a sus migrantes, también se enfrenta a la resurrección de los espantos del período 2016-2020. Regada con fuerza por campañas en redes sociales y reforzada por el aumento de precios en las últimas semanas, la idea de retroceso en una economía que reporta oficialmente dieciséis trimestres de crecimiento toma bríos.
Es paradójico que el miedo de volver a ese pasado de estancamiento nos haga reconocer cuánto avanzamos en cuatro años. Las voces del "siempre es peor" pierden fuerza ante quienes admiten en conversaciones de calle que "la cosa se estaba acomodando". Hemos estado en un escenario distinto que, si bien no es la bonanza saudita que alguna vez vivió este país, nos daba un respiro. Ante el temor de perder ese rumbo, una esperanza nos queda: reivindicar aquello que hemos aprendido como seres humanos, familias y comunidades en todo este tiempo. Por alguna razón, Galeano decía que el tiempo "es bastante amable con nosotros, sus fugaces pasajeros, y nos da permiso para creer que hoy puede ser el primero de los días".
Rosa E. Pellegrino