Letra fría | Gabriel Jimenez Emán
Ayer llegó comprando cervezas y cocinando
La última vez que se quedó en mi casa se fue peleado, bebimos hasta la cinco de la madrugada y pretendía que le abriera la puerta a las siete, me zarandeó tanto que logré llegar a la puerta de mi casa y le dije que esperara que alguien le abriera la reja, por supuesto no bajó nadie y casi me tumba la puerta, hasta que tuve que bajar a abrirle. Después de ese episodio pensé que más nunca volvería en plan de huésped aunque nuestra hermandad se mantuvo incólume.
Ayer llegó comprando cervezas y cocinando, y dejó el reguero de recuerdos en la barra de la cocina. Por ahí pasaron las tardes de Adícora con mamá, las parrandas de Barquisimeto, cantó blues como nunca y se maravilló con mi regalo de Louis Armstrong cantando Adiós muchachos compañeros de mi vida, que me devolvió con What a Wonderful World con un 1796 entreverado, que le había guardado para la ocasión.
Contra todo pronóstico, porque nuestra amiga en Buenos Aires dijo que no tardaríamos en pelear otra vez, la tertulia transcurrió en sana paz, pusimos Manteca de Dizzie Gillespie y Chano Pozo, el Mambo Inn de Mario Bauzá y un concierto de Sinatra, a propósito de un ensayo largo que acaba de publicar en Letralia. Por ahí pasó New York, New York, Strangers in the night y todo lo que dio la gana a mi hermano Sinatra. La tarde transcurrió entre chorizos de hinojos y pan gallego de Rosita de La Campiña, siempre cuidados por Tania, mi institutriz. Una sopa de arvejas de CLAP, con chuletas ahumadas y chorizos varios, hasta el ron bueno se acabó, sin saber nosotros que a la mañana siguiente llegaría la bondad de Chuma y Andrea, en cuatro cajas de divinos elixires. Y ahí fue cuando la gata se subió la batea.
El desayuno fue perico de jamón, tocineta, tomate y cebollín, y un coctel de Gran Reserva con nutella, helado de ron pasas y galletas oreo, nunca lo vi tan feliz, y a pesar de nuestra promesa de durar cien años, sentí que era una más de nuestras despedidas, y no solo que sigue vivo, si no que presentará mi libro este sábado a las cinco de la tarde en la feria, y que esta mañana llegó el cargamento ronero para esas fiestas. Jajaja.
Humberto Máquez