Crónicas y delirios | Diálogo intelectualoso

Sin previo D'Annunzio, unos delincuentes horripilancios sacaron sus troncos de (Martín) fierros

 
En los pasillos de la Feria del Libro, dos aventajados estudiantes de Letras sostuvieron el siguiente diálogo:
 
—Buenos días, tristeza; tenía meses y Meneses que no te veía. ¿Cómo están tu Mamá Grande, tu hermana Zara Tustra y los demás Pequeños Seres queridos?
—Nuestra Mala Vida es un de-Sartre, un cuento grotesco, la propia historia de un “peicidio”. Cuando quiero llorar no lloro; y cuando lloro me azoro más que Azorín.
—¡Abra palabra, poeta!, nárreme su Confucio, pues soy todo oídos para escucharle ese Cofre de Reconcomios.
—Amigo, nos cayó encima una Doña Bárbara Guerra del Fin del Mundo. He perdido la esperanza, solo conservo la fe de erratas. Yo me alejo (Carpentier) y las desgracias me persiguen. Ando del timbo al tambo: una noche duermo en El Conde y la otra en Montecristo. 
—Me dejas Tito “Lívido”, Tristán y sórdido, pero por favor continúa tu narrativa de lavativas.
—Primero fue mi papá. Serían las dos-toievsky de la tarde cuando el viejo salió de su Oficina Número 1 a comprar un kilo de Papinis, un Platón de plátanos y dos rollos de papel nada literario. Sin previo D'Annunzio, unos delincuentes horripilancios sacaron sus troncos de (Martín) fierros y, a Sangre Fría, lo amenazaron con enviarlo al Cementerio General del Sur del Ecuanil: "¡Vejetal, no seas burro, entréganos el Platero". 
—¿Y amaneció de bala, compadre?
—No, el autor de mis días no dijo ni pío (Baroja) y pegó una carrera (Damas) hasta el Valle (Inclán). Los grandes “carujos” lo persiguieron para cortazariarlo, dejándolo manco de Lepanto. 
—¡Qué raya y qué Rayuela, chamo! ¡Bello que les quedó! Aunque no me haga ninguna Gracián, por favor prosigue, no me abandones en el simple prólogo de tus angustias.
—Por otro Lao (Tsé), mi prima Petra Arca, la que se mantenía pasando mopa, o como se dice en francés: "Maupassant", se largó con un tal Lope, de la Vega, un tipo que es una Lanza Colorada y quien le ofreció montarle casa en la antigua República del Este, regalarle las últimas Kant-ciones de Ortega y “Cassette”, brindarle un Chateaubriand término medio, y llevarla cada Sábato y cada Domingo (Faustino) a las lujuriosas playas del Municipio Vargas (Vila). Pero todo resultó una Divina Comedia, una Montaña Mágica de embustes, pura paja y pura brizna en el viento.
—¿Y tú te pusiste furioso, igual que un Leopardi, y le reclamaste?
—Para ser breviario te narraré que fui al coto (Paúl) de ese niche nietzcheano. Lo encontré en el rancho de siempre, con su Mano (peluda) junto al muro, y le menté La Madre en tono máximo (Gorki). "Mann, ¿por quién me Thomas?, te voy a Moliere a golpes", espetó el hombre, verde como un caballo, y me propinó con propina incluida, la cuota inicial de una enciclopedia de toletazos. En el momento acudió mi prima, y el sinvergüenza le preguntó: "¿Doyle otro Conán o ya está bueno?". La muy Bobary permaneció callada para que su atroz concubino terminase la obra. 
—¡Mala Hora! Eso te ocurre por meterte a Quijote. ¿Acaso no sabes que el mundo es S-ancho y ajeno?
—Pero la cosa no finalizó ahí, compañero. La gente del barrio gritaba: "¡José Enrique… Rodó, lo están matando, no le queda ni un hueso Sanín (Cano), auxilio, socorro!". Entonces llegó una comisión de la policía, al mando del Marshall  McLuham; y tras levantarme un Expediente Negro, me envió Camino del Dorado. Y no Descartes que me vuelvan a poner preso.
—Pana, casi ocurre otra Muerte en la pequeña Venezia por culpa de esa necia.
—Hoy, cuando la vida está tan Karenina, me hallo sin trabajo. Los (Cabrera) infantes de mi hermana gimen de hambre como Tres Tristes Tigres y no diviso ningún real maravilloso para comprarles comida. ¿Puedes aconsejarme algo, poetísimo?
—Sí, que escribas un Mensaje sin destino, para ver si alguien te ayuda. Ahora, vendamos por algunas Lukacs estos tomos de mi propia cosecha, para tomarnos unas cervecitas en nombre Del Amor y Otros Demonios. 
 
Igor Delgado Senior
 
 

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