Psicosoma | La presión social

En esta cultura narcisista estamos diseñados para el placer de un consumo dirigido

06/12/22 - En las navidades el consumismo compulsivo se acrecienta y hay que recordar, sin ánimo de aguar las fiestas, las secuelas de la pandemia que siguen afectando la psiquis y con la fortísima presión social decembrina se aceleran compras innecesarias, salidas imprevistas, consumo de drogas y esa sensación de ‘’estar feliz a juro’’.  Las reincidencias, regresiones, miedos, culpas, recuerdos, asaltan la lucidez y, es casi imposible mantener la sobriedad, pero la racionalidad es el motor principal de un pensar cartesiano que ayuda a decidir ‘’lo que no sirve se bota’’.

De qué forma, cómo conecto con la razón, con las distintas sensaciones internas de nuestro cuerpo.. Para reconocer esos estados se facilitan el estar atentos a las circunstancias emocionales que detonan la fragilidad psíquica.

En psicoanálisis el deseo se interpreta como una fuerza constante e infinita, que en ocasiones es dictatorial y junto a la pulsión que es la energía psíquica profunda dirige la acción hacia un fin, con el objeto de calmar una tensión interna de forma temporal.  Esa pulsión ayuda y es erótica, llena de vida, amante del placer y también es autodestructiva, tánica, (no le importan las consecuencias). Estamos en busca de sensaciones agradables, de plenitud, las inventamos y nos las creemos como ‘’mundos ilusos’’ y en realidad el deseo es un barril sin fondo. Somos seres emocionales y sensipensantes.

En esta cultura narcisista estamos diseñados para el placer de un consumo dirigido, ’’los 15 minutos’’ de fama, de clase, distinción y compramos estatus, experiencias… el principio de la ‘’cajita feliz’’, del hechizo al derrumbe, el arruinarse, (ya nunca son dos copitas…) en el ciclo infernal del deseo nos ‘’olvidamos’’. Ese es el negocio y las horas locas se ritualizan o cronifican. 

Algunos prefieren la montaña ‘’lejos del mundanal ruido’’ en estas fechas, y son los raros a los ojos de ‘’la buena vida’’ que en su mayoría implosionan los primeros meses del año nuevo con un vacío terrible, de culpas, vicios, ideas suicidas, depresiones… Como en todo hay diferentes rasgos de personalidad y los narcisistas son el plato fuerte de alas cortadas, fieles seguidores, capaces de traer la luna y líbrenos de poetas, cantantes tipo Bad Bunny, o más malévolos, ambiguos, imanes que despiertan zonas prohibidas, avivan adicciones y alientan al individuo común a agotar su vida en ilusiones creadas, (alienan de fama y gloria, como las estrellas de fútbol, incentivan la ludopatía), identificaciones y fantasías que niegan lo trivial de la existencia y se reafirma la ‘’sociedad del yo’’: insatisfacción personal que es dosificada por atenciones de clientes plusvip… mediatizadas por las estrategias del mercado. 

Las corporaciones invierten fortunas en estrategias para el proceso conductual: deseo, necesidad, demanda y pulsión, el deseo aparece cuando la demanda se separa de la necesidad, es decir, no lo necesito, pero lo quiero ya. Luces y oscuridades, porosidades grises se repotencian con los neurotransmisores del placer y felicidad: oxitocina, dopamina, serotonina y endorfina.

Los especialistas en neuromarketing conocen nuestros deseos de Navidad: amor y paz infinitas, y seguirán con sus estrategias, mientras no nos demos cuenta que esos sueños son posibles por otras vías sencillas y humanistas, con recuerdos ancestrales armónicos, batallas ganadas, con huellas del amor, pero el poder neoliberal salvaje centra su objetivo en el deseo y la pulsión, al apetito insaciable que aparentemente se plena en fiestas, y funciona como un ‘’salvavidas’’. Es mejor hurgar la luz y aceptar nuestra fragilidad y olvido.

Rosa Anca 

 

 

 


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