Crónicas y delirios | Lengua, lenguaje y lenguaradas

Academia, a nombre del decoro idiomático pedimos mil veces perdón por ellos!

08/12/22.- Nuestro dilecto profesor y compañero de rumbos vitales Alexis Márquez Rodríguez escribió, durante años, una columna en la prensa nacional bajo el sugestivo título de Con la lengua, donde planteaba temas relativos al idioma castellano, aclaraba dudas y señalaba incorrecciones. Anteriormente, también otros versados en la materia se ocuparon dentro de sus respectivos espacios periodísticos de los asuntos del lenguaje; como el filólogo Ángel Rosenblat en Buenas y malas palabras, y el padre Pedro Pablo Barnola en Noto y anoto.     

Hoy, sin ningún ánimo magistral, queremos comentar en tono liviano algunos aspectos del (des)conocimiento, uso y abuso de nuestro idioma, ¡así que oído al tambor y atención a la letra!

En reunión de amigos decíamos que hay personas que usan términos cuyo significado exacto desconocen, quizás porque los mismos se han vuelto corrientes por la sucesiva utilización. Uno de ellos es el calificativo “kafkiano”, no siempre aplicado con propiedad, pues por ejemplo escuchamos decir a la señora sudorosa: “Ay, chica, hace un calorón kakfiano”; o a otra dama en plan de crítica: “¡Qué vestido tan kafkiano se puso María Socorro!”; o a un paciente odontológico: “Ni se te ocurra verte con el doctor Umérez... es un dentista muy kafkiano”. Todo ello muy lejos de la definición incluida en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE): “Kafkiano. Que tiene el carácter trágicamente absurdo de las situaciones descritas por Franz Kafka en sus obras”.

Similar equívoco ocurre con el adjetivo dantesco, conceptuado por dicho diccionario como algo que guarda  relación con Dante Alighieri (1265-1321) o que causa espanto y horror; por lo cual no cabría el comentario de una amiga a otra: “¡Mijita!, ¿no has visto el carro que se compró Robert Pedro? es de un tamaño dantesco”. Al igual que la alusión a un sitio de moda: “¡No, pana. ni se te ocurra ir allí, los helados son dantescos!”.

Algunas personas aluden al término “real maravilloso” como si se tratase de una bondad del dinero, y no de una caracterización literaria definida por Alejo Carpentier; y por ello exclaman: “¡Compadre, hay que tener mucho real maravilloso para ir a esa nueva tienda Avanti en Las Mercedes!”. O, asimismo, hablan de “realismo mágico” con un sentido pecuniario (¡Ese tipo es multimillonario, posee mucho realismo mágico!), sin saber que atiende al proceso narrativo donde lo extraordinario se vuelve cotidiano, como sucede en las creaciones de García Márquez.

Ciertos compatriotas, dispuestos a emigrar del país, informan a los demás: “Voy a quemar las naves y me largo para Mayami”, indicando de esa forma que venderán sus camionetas y vehículos antes de irse. Crasa ignorancia, porque la historia señala a Alejandro Magno como el autor de esa célebre frase en el siglo III a. C., cuando en las costas fenicias y observando la superioridad de los enemigos, ordenó a su ejército “quemar las naves” porque el único modo de devolverse sería mediante el triunfo.

Son usuales en boca de nuestros sedicentes políticos, palabras y expresiones erróneas como por ejemplo apuntar alzando la voz: “¡Es que los ciudadanos no hacen caso omiso de las señales de tránsito!” (incorrección gramatical porque “omiso”, ya incluye la negativa); o en sus discursos ceremoniosos y ceremoniales, generalmente, confundir verbos, significados y conceptos, enfatizando que “ambos dos adversarios actúan inopinadamente (es decir, sin opinión) y a nivel de demagogia”. Provoca entonces pedirles como Cantinflas: “¡Señores, tengan un poco de falta de ignorancia!”.

En anteriores oportunidades nos hemos referido a las insoportables letras del reguetón, donde la palabra mamita es sustituta de todos los nombres y adjetivos femeninos, con aderezo de prehistóricos acordes musicales a cargo de compositores de última categoría; y también no dejamos de criticar el lenguaje soez, elementalísimo y lleno de dislates ortográficos que muchos utilizan en las redes sociales. ¡Señores de la Real Academia, a nombre del decoro idiomático pedimos mil veces perdón por ellos!
El escritor Javier Marías, fallecido recientemente y varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura, tenía la impresión de que luchar contra el deterioro de la lengua es una batalla perdida, y afirmaba que al ritmo actual, dentro de cincuenta años, los lectores tendrían dificultad no ya para entender el Quijote sino lo que escriben los novelistas de hoy.

Para terminar esta breve reláfica en voz alta, evoquemos el positivo mensaje de nuestro admirado Rafael Cadenas, egregio ganador del Premio Cervantes, quien recomienda a los jóvenes creadores leer mucho y siempre consultar el diccionario. ¡Salud, sabio poeta!
                                        
                        CUENTO ANTIGUO
En un examen se pide: "Escriba usted la célebre frase de Sócrates".
La compañera del pupitre cercano, me requiere:
¬—Pssst, ¡sóplame, por favor!
—Yo solo sé que no sé nada —le respondo.
—¡Tú sí sabes, chico, dime!

 

 


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