Micromentarios | La verdad de una desaparición

En el edificio donde resido vive una bruja

13/12/22.- A esta vecina mi esposa y yo la hemos visto cruzar el firmamento por delante de la Luna, a bordo de su escoba. El escuálido vehículo despide culebras y sapos, como si tuviera una turbina soez. Una noche, mientras esperábamos una lluvia de estrellas, su silueta aerodinámica atravesó el espacio hasta desaparecer tras las montañas. Como siempre y mientras vuela, aparta con sus pies imaginarios murciélagos, mariposas nocturnas y aves desorientadas, que solo ve su mala conciencia.

Como es muy avara, su escoba pistonea por el uso de un hechizo volador hecho con ingredientes de baja calidad. Cada tantos metros, se estremece como si tuviera 41 grados de fiebre y un gran frío interno. En los sacudones, la bruja se aferra a ella con sus enormes uñas. En estas luce, sobre fondo negro, minúsculas imágenes de Drácula, Satanás, Hannibal Lecter, la criatura de Frankenstein y la momia de Tutankamón, entre otros de sus héroes.

Una madrugada en la que me trasnoché escribiendo, la vi llegar borracha de licor de mandrágora adulterado, el cual mezcló con cerveza de aserrín, las dos bebidas más baratas que sirven en los bares del inframundo.

Como la embriaguez le impidió estacionar la escoba en el cuarto del condominio, debió embrujar el lugar, transformándolo en un espacio cubista, donde su transporte se acomodó entre tres rincones. A la mañana siguiente, la señora que limpia el edificio fue a realizar su tarea y salió corriendo y gritando que había visto las puertas del infierno. En esa área multidimensional, giraba enloquecida una multitud de ángulos agudos y obtusos.

Ayer en la tarde, cuando fuimos al supermercado, presenciamos la llegada de un señor trajeado de marrón al apartamento de la bruja. A nuestro retorno, una cucaracha asustada, cuya caparazón era del mismo color del traje del visitante, salió por debajo de la puerta y se lanzó despavorida por las escaleras.

Antes de abrir la puerta y lanzarse tras el insecto, la bruja gritó:

–¡Pedroza, no se vaya!

Otra vecina, que salía en ese instante de su apartamento, se topó de frente con la cucaracha y, por supuesto, la pisó. La bruja soltó un alarido que reventó la ventana del pasillo e hizo que explotara el bombillo:

–¡Noooooo! ¡Pedroza no me ha pagado todavía!

La vecina que aplastó a Pedroza, al darse cuenta de lo que había hecho, se apresuró a decir que había sido sin culpa e intentó devolverse a su apartamento. Con rabia, la bruja le lanzó un hechizo que pasó a centímetros de mi brazo izquierdo y metamorfoseó a la señora en una berenjena con pico y patas de ganso.

Como soy escritor, tengo fama de mentiroso y nadie –ni la policía ni los demás integrantes de la junta de condominio–, me creen y la vecina sigue desaparecida. Sin embargo, desde el apartamento de la bruja brotan esporádicos graznidos emitidos en Código Morse, con el consabido S.O.S.

NOTA: este escrito es mi testimonio jurado, el cual publico para ver si alguien se toma en serio los sucesos que narro.

 

Armando José Sequera

 

 

 


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