Punto de quiebre | Crónica de la mujer asesinada en Colombia

Ella pensó que su tragedia había terminado, pero estaba equivocada

13/12/22.- Su expareja insistió hasta el cansancio en que reanudaran la relación hasta que lo logró, pero dos años después y la mató

Luego de dos años él regresó. Venía en son de convencer a su mujer para reanudar sus relaciones maritales, pero trajo consigo el mismo error que condujo a que ella tomara la decisión de separarse de él, es decir, vino bajo los efectos del licor, por lo que la respuesta de ella fue la misma que le venía dando desde hace dos años, o sea, no.

El hombre se enfureció y comenzó la discusión. Los vecinos del sector El Porvenir, municipio San Onofre (Sucre), Sucre, que hace parte de los Montes de María y el golfo de Morrosquillo, Colombia, podían escuchar los gritos, sus insultos y, finalmente, oyeron sus amenazas y las súplicas de ella. Luego se hizo un silencio espeso. Hubo quiénes temieron lo peor, pero optaron por no meterse en ese asunto, por aquello de que nadie se puede meter en problemas entre marido y mujer, aunque la querían era a ella.

La tía Felipa estima que debieron haber llamado a la policía, pero la verdad es que no era la primera vez que la pareja discutía.

Migrantes

María Eugenia Romero Campos y su pareja se fueron a Colombia en busca de mejores aires. Sin embargo, estando allá comenzaron los problemas porque él tomaba mucho licor y se tornaba violento, por lo que ella optó por dejarlo. Ella fue feliz en ese largo trecho y era muy querida por la comunidad de San Onofre, porque la veían como una mujer luchadora, echada pa´lante, seria, honesta y responsable. En cambio a él no lo veían con muy buenos ojos.

Él estuvo acosándola durante un tiempo, pero ella no declinó e incluso le dijo que si llegaba a hacerle algo lo iba a denunciar ante las autoridades. Él pareció entender que aquello se había acabado y decidió irse para Barranquilla.

Y apareció la violencia

Antes de que el silencio reinara, él le dio varios golpes y empujones. Ella estaba aterrada, clamaba porque no le hiciera más daño, pero él estaba fuera de sí. Luego vinieron las puñaladas. Ella no se dio cuenta de que era el fin. Murió aferrada a la esperanza, la esperanza de que él se calmara o de que llegara alguien en su auxilio.

Tras verla en el piso, toda llenita de sangre, él se arrodilló a su lado y comenzó a llorar y luego el salió corriendo e intentó evadirse por el patio, pero luego optó por cortarse las venas. Los vecinos llamaron de inmediato y vinieron las autoridades en el preciso instante en que una poblada, que ya sabía del asesinato de la venezolana María Eugenia, buscaba lincharlo. Lo rescataron y lo llevaron hasta el hospital local.

Rato después, en medio su convalecencia, él pensaba que había salvado la vida, aunque sabía que lo esperaban las rejas y el tormento infinito de haber asesinado a su amada. Cerca del hospital estaba la poblada rabiosa. Los médicos decidieron que debido a la gravedad de sus heridas, había que trasladarlo a otro hospital. La poblada también se enteró.

La ambulancia salió a toda velocidad, pero no pudo ni recorrer ni cien metros. Habían colocado obstáculos en el camino.

La que se armó fue descomunal. La policía intentó intervenir, pero fueron enfrentados con piedras y palos, y cinco uniformados salieron lesionados. El hombre fue bajado de la ambulancia y la multitud la cayó encima y lo mató a golpes, palazos y peñonazos. En medio de la confusión y el caos, alguien le prendió fuego a la ambulancia, la única ambulancia del pueblo. Luego comenzaron a retirarse y la paz volvió, la paz del caos, la muerte y el terror.

Wilmer Poleo Zerpa


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