Cuentos para leer en la casa | ¡Corre, que se descubrió todo!

 

A eso de la medianoche hice la primera llamada al azar. Me contestó una voz masculina:

—Aló. ¿Quién habla?

—¡Corre! ¡Se descubrió todo!

—¿Qué? ¿Cómo?

—Estamos perdidos. Se sabe todo.

—Pero, ¿quién habla?

—Tú sabes que no te puedo decir nada. Los teléfonos están controlados.

—¿Qué pasó? ¿Quién falló?

—Él.

—¿Quién él?

—Quién va a ser. El más importante.

Se oyó un quejido. Corté. volví a discar al azar. Me contestó una voz femenina:

—Aló.

—Todo está descubierto.

—¿Qué? ¿Quién habla?

—Te hablo de parte de él. ¡Corre!

—Pero, ¿quién descubrió la cosa?

—El otro. Acaba de salir para allá.

El auricular me transmitió un ruido de muebles tropezados, de jarrones que caían. Colgué. Volví a discar al azar. Esta vez, antes de que pudiera hablar, me rechazó una voz femenina:

—El señor Ministro no está.

—Localícelo. Es urgente. Dígale que todo está descubierto.

—¿Cómo? ¿Quién es?

Antes de colgar, tuve un rasgo de genio:

—Dígale que avise a los demás.

Cuando bajaba la bocina, escuché que el Ministro

gritaba por ella, pero fui impecable y corté.

Volví a discar y repetí lo mismo:

—¡Corre! ¡Nos descubrieron!

La voz que contestó tenía una pretendida seguridad:

—Y a mí qué me importa. Todo el mundo sabe que aquí robamos descaradamente pasándole al público facturas por las llamadas telefónicas que nadie hizo.

Nos reímos de que el país sepa lo que somos. ¡Ja! ¡Ja!

Antes de que siguiera, lo aplasté:

—Sí, pero él sabe que no le estás dando su parte completa.

Tras el auricular, escuché un silbido como el de un neumático que se desinfla. Una voz gimoteante me preguntó:

—¿Quién dijo?

—¡Llámalo y pregúntale!

Colgué. Desde ese momento, noté las líneas ocupadas. Las frecuentes ligas me dejaban oír voces trémulas que comentaban sobre paquetes descubiertos, cuentas bancarias y pasajes para el exterior. Hice otra llamada. Al final de ella escuché un disparo y la caída de un cuerpo. Colgué, para facilitar que el primero en descubrir el cuerpo le pudiera telefonear la noticia a los cómplices. Hice diez llamadas más. La última fue la más dramática:

—Huye. Nos descubrieron.

—Ya me avisaron. ¿Y qué puedo hacer?

—Correr en vez de estar como unos pendejos hablando por teléfono.

Colgué. Iba a llamar de nuevo pero el aparato sonó primero. Descolgué y escuché la voz de un amigo que, desesperado, me avisaba:

—¡Corre! ¡Se descubrió todo!

—Ya sé –le contesté–.

Pero no me pudo oír. Un estruendo de motores llenaba todas las autopistas que dan hacia los muelles y el aeropuerto. Muchedumbres frenéticas se disputaban a tiros y maletinazos las plazas en los aeroplanos. Políticos e industriales intentaban despegar sus aparatos privados en medio de marejadas de Directores Generales y activistas que les imploraban cumplir con el compañerismo. Los rechazados hacían llamadas frenéticas por teléfonos públicos, que aumentaban la incontenible oleada humana que corría hacia costas y fronteras, al grito de:

¡Se descubrió todo! ¡Sálvese quien pueda!

Yo había planeado lograr el primer país sin gobierno y ahora estaba a punto de quedarme con el primer país sin población del mundo.

Fin

 

De: Hojario de la Brevedad, Caravasar Libros.

 

Autor:

Luis Britto García

Venezuela, 1940. Narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante, explorador submarino, autor de más de 60 títulos. En narrativa destacan Rajatabla (Premio Casa de las Américas 1970) Abrapalabra, (Premio Casa de las Américas 1969) Los fugitivos, Vela de armas, La orgía imaginaria, Pirata, Andanada y Arca. En teatro, La misa del esclavo (Premio Latinoamericano de Dramaturgia Andrés Bello 1980) El Tirano Aguirre (Premio Municipal de Teatro 1975) Venezuela Tuya (Premio de Teatro Juana Sujo en 1971) y La Ópera Salsa, con música de Cheo Reyes. Con Me río del mundo obtuvo el Premio de Literatura Humorística Pedro León Zapata. Como ensayista publica La máscara del poder en 1989 y El Imperio contracultural: del rock a la postmodernidad, en 1990, Elogio del panfleto y de los géneros malditos en el 2000; Investigación de unos medios por encima de toda sospecha (Premio Ezequiel Martínez Estrada 2005), Demonios del Mar: Corsarios y piratas en Venezuela 1528-1727, ganadora del Premio Municipal mención Ensayo 1999. En 2002 recibe el Premio Nacional de Literatura, y en 2010 el Premio Alba Cultural en la mención Letras.

 


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