Crónicas y delirios | Cuadro adelantado de Nuevo Año

Faltan cinco pa' las doce

23/12/22.- La época de Año Nuevo es propicia para los afectos, pero también para una catajarra de lugares comunes que embadurnan el ambiente. La palabra “paz”, por ejemplo, es mentada a voz en cuello y casi en clímax de lagrimones, aunque la procesión opositora de guerra sucia vaya por dentro. La simbología gráfica siempre resulta la misma: un anciano horrible y de luengas barbas que encarna el año viejo; y un bebé querido y rubio, como Blancanieves cuando estaba chiquitica, que representa el período futuro.

Las emisoras de televisión se dedican a latosísimos recuentos de los hechos más importantes del lapso comatoso, quizás para que los trabajadores en vivo destinen su horario a vacaciones cañéricas. Los periódicos (y nuestro artículo lo comprueba) incluyen caliches, noticias antiguas, recomendaciones para sobrevivir el año próximo, y demás etcéteras eventuales. Y los locutores de radio nos aplican una de terror: “Amables oyentes, faltan cinco pa´ las doce, perdón, este reloj no sirve, ya son las doce y cuarto, abrácense, felicítense, apechúguense...”.

El rito exige, siempre, que los comerciantes den gracias a su clientela por los favores (y churupos recibidos); que uno se acuerde, entre copa y nostalgias, de aquel tío que nos regaló la primera bibicleta de segunda mano; que algunas damas, vestidas de lentejuelas, engullan sortarias lentejas; y que, en fin, nos abramos al espíritu cordial, como se abre el locuaz a la palabra.

Con el objeto de visualizar las ternuras de un ágape íntimo, dirijamos las cámaras hacia el seno de la familia Mogollones, en plena nocturnidad del 31 de diciembre:

—Caramba, Eliodoro, tú si tienes bríos de verdad, son las diez y ya no aguantas la rasca —expresa doña Lula al borde de un desmayo fúnebre.

–Ah no, mija, deja la regañadera y tómate tu Ponche Crema fondo blanco, porque hoy no es día de formar zaperocos. ¿ME OÍSTE? ¿ME OÍSTE?

—No te atrevas a gritarme con esa voz altisonante, Eliodoro. Respeta a mi mamá que se encuentra en la cocina, preparando el pernil que te vas a comer. Date un baño con agua bien caliente, para que se te pasen los brinquitos —dice Lula en tono conciliatorio.

—A mi nadie me manda —responde Eliodoro mientras alza el trago de whisky que le chorrea sobre la batecasa—. Y, además, yo no estoy rascado, si quieres te hago “el cuatro” in-me-dia-ta-men-te.

(Don Eliodoro se incorpora y trata de efectuar la demostración, pero cae encima de unos adornos navideños)

—Te fijas Elio, te fijas que no tienes remedio, estamos viviendo la misma varilla del año pasado —exclama Lula y rompe en llantenes.

—¿Qué despelote es este? —preguntan al unísono Romer Wilfredo, Anthony Alberto y Marilyn del Carmen que llegan de un bonche del condominio.

—¡Ay, hijos, ay! —se queja Lula amargadamente—. El padre de ustedes siempre pone la tronco de cómica, véanlo en el estado en que se halla. ¡Nojuegue!

—¡Papáááá! —ordenan filialmente los tres chamos—, levántate de ahí y te vistes aunque sea con la guayabera de componer el carro.

 (Mientras Eliodoro se arregla, el miedoambiente cobra sus características: el perro “Fufurufo” enloquece dentro del clóset por acción de los cohetones ambientales; la suegra se enlaza -vía WhatsApp- con su comadre para narrarle “las últimas vainas” de Elio; se queman las hallacas, nadie compró las uvas del tiempo, se perdió el destapador del vino, la nevera no congela, un cortocircuito vuelve cenizas el arbolito de plástico...).

Don Eliodoro retorna, igualmente beodo pero oloroso a mucha agua de colonia, y reclama la canción Faltan cinco pa´ las doce, entonada por Néstor Zavarce. Los hijos no le hacen caso y se enchufan a la gaita o al reguetón de moda. Doña Lula enciende la radio; la suegra se bebe, a escondidas, varias polarcitas.

A las doce, todos se abrazan tiernamente, para demostrar que la familia que goza unida...se mantiene unida. ¡Y Feliz Año pa´ ustedes!, amables lectores.

Igor Delgado Senior

 

 


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