Estoy almado | Chao 2022

Ahora se nos viene un 2023 de batalla preelectoral

31/11/22.- Para cuando sea publicada esta columna serán las últimas horas de este 2022. Fue un año marcado por la narrativa de recuperación económica proyectada por organismos internacionales. Y aunque así sucedió, (de enero a septiembre el PIB creció por encima de 17% según datos del BCV, falta el último trimestre) fue más la expectativa levantada por la recuperación económica, que realmente lo que se sintió en el poder adquisitivo de los mortales comunes que aún viven al día en la rueda de la sobrevivencia. 

A fin de cuentas predominó más la realidad que el espejismo que nos hicieron creen mediantes publicaciones en redes sociales. 

Es importante recordar que nuestra economía  fue sometida a un nivel descomunal de guerra, asedio y quiebre como muy poco se ha visto en el planeta. 

De ahí venimos y, por tanto, el país no se recuperará tan pronto como todos quisiéramos, pues el desplome económico que vivimos solo es similar a países arrasados y bombardeados en conflictos bélicos. 

Ciertamente, la recuperación económica nacional es un fin que se puede decretar y desear, pero no se trata de soplar y hacer botellas.Tendrá sus etapas y ahora, lamentablemente, no estamos en la fase de una plena recuperación de las condiciones sociales. El país debe recuperar completamente su ritmo productivo, ahora con un enfoque diversificado posrentista. De lo contrario, perdemos lo ganado.

Para algunos tratar de concientizar este escenario es inútil e infame, y se comprende. Porque un escenario como ese no alivia ni soluciona la incertidumbre de saber que los ingresos no nos alcancen para lo básico, aunque tengas dos trabajos, un tigre y una remesa del exterior. Pero es preferible saber dónde estamos parados que creer en falacias de que el “país se arregló” o que en la calle todos tienen mucho dinero, menos yo. A lo sumo serán entre 5 y 10% de opulentos en todo el país que pueden vivir sin preocuparse por la inflación y de cómo hacer para llegar a final de mes. 

Así las cosas, ojalá el 2023 sea un año donde el país avance mucho más en una recuperación económica, que beneficie a todos y no solo a sectores minoritarios. El 2022 fue el primer paso. Primero hubo que alcanzar un clima de estabilidad política (imprescindible para levantarnos como nación) y, en medio de eso, tratar de que el país saliera de la hiperinflación, que no era poca cosa. 

Y ambas cosas se lograron (estabilidad política y superación de la hiperinflación), aunque al cierre de este año casi nadie lo valore porque estamos inmersos en sortear, sin éxito, la especulación criminal desatada por el alza de ambos dólares.

No recordamos que estábamos supuestamente en un país "ingobernable" políticamente y con un hiperinflación que parecía imposible de superar. Lo olvidamos rápido porque tenemos la  malamaña de procesar la realidad de modo cortoplacista y ofuscar lo que superamos como país.

Ahora se nos viene un 2023 de batalla preelectoral, en el que se intentará despertar la necesaria repolarización política, clave para mover conciencias y corazones en momentos cruciales. Será un camino cuesta arriba porque ahora la esperanza está en franca disputa con la precariedad laboral y la insatisfacción de necesidades básicas en buena parte de la población. La apatía y la abstención serán los grandes enemigos a vencer, más allá del candidato antichavista definido en primarias o elegido a dedo en el Norte. 

Con ese escenario, el 2023 está llamado a ser un año de concretar lo iniciado en el terreno político y económico, para que se note con más fuerza en lo social. Será un año, sin duda, de consolidar las mejores condiciones de cara a los comisiones presidenciales. Que así sea.

Por ahora, despido esta columna deseándoles un nuevo año lleno de victorias y alegrías. ¡Feliz año! 


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