Horizonte de sucesos | A César Panza

Más allá del horizonte de sucesos 

De acuerdo a la psicología junguiana, la sombra o arquetipo de sombra se refiere a un aspecto inconsciente de la personalidad que el ego consciente no identifica en sí mismo. Para los que siguen está corriente del psicoanálisis la sombra puede incluir todo lo que está fuera de la luz de la conciencia y puede ser positiva o negativa.

 
"Todos llevan una sombra (...) y cuanto menos se encarna en la vida consciente del individuo, más oscura y densa es", dijo Jung.
 
Sin embargo, ¿cómo se manifiesta eso que está más allá de nuestro entendimiento, pero que nos envía señales desde algún rincón oscuro?
 
Tal vez no se refería a la teoría junguiana, pero el escritor Juan José Saer tiene unas de las mejores descripciones que podría acercarse a este proceso:
 
"A la inversa, la parte clara de la mente se parece a este fragmento de lo exterior. Es como una pecera; por la parte superior, iluminada, se deslizan sin ruido los pescaditos de colores que se exhiben rápido y desaparecen, aunque algunos, insistentes y brillantes, vuelvan de tanto en tanto; pero más abajo, entre las plantas y las piedras recubiertas de musgo, el agua es cada vez menos transparente, oscurecida por sedimentos arcaicos acumulados en el fondo, donde se mueven unas sombras confusas y sin forma reconocible, sacudiéndose a veces con tanta violencia, que el agua se enturbia hasta arriba, a causa de los sedimentos en suspensión que se agitan con furia; entre la zona clara y la oscura, entre la franja brillante y familiar y el fondo inestable y fangoso, no hay línea de demarcación sino una frontera incierta, lábil, donde se entremezclan y conviven las dos franjas a la vez, modificándose mutuamente. El fondo se ramifica y se pierde en las profundidades del cuerpo, buscando en los pliegues remotos de los tejidos y los órganos, el líquido que se decanta y se vuelve cristalino en la superficie iluminada, donde flota la fauna colorida y silenciosa de las imágenes diurnas y de los pensamientos".
 
Según este fragmento, nuestra mente, y finalmente lo que nos compone, vendría siendo la pescera, cuya agua a veces es movida por algo que se mueve en el fondo y se desdibuja la línea entre nosotros y la pasta arcaica que también somos. Pero si queremos darle un sentido más dinámico podríamos ser como un río de tiempo, donde la fuerza va arrastrando sedimentos y materiales que no perturban la claridad de la superficie. 
 
Lo señalado en este artículo forma parte de una conversación con mi amigo César Panza, que, como dicen, decidió soltar las amarras de su barco. Extrañaré las conversas sobre matemática aplicada, el principio de indeterminación y asuntos más domésticos pero igual de importantes. 
 
Heathcliff Cedeño
 

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