Horizonte de sucesos | Realidad inaugural o el nacimiento 

El misterio que subyace a la vida no es el tránsito entre una dimensión a otra

15/01/23.- Todo nacimiento es una realidad abrumadora. Y no es poca cosa si tomamos en cuenta lo que implica: cruzar de una dimensión a otra por un pasadizo que incluye dolores y horrores. 

Cualquier pregunta que martilla con exaltación demente queda sin respuesta porque nadie recuerda cómo es el camino de ida y de vuelta. Cualquier idea que nos hagamos sobre este hecho pertenece a la dimensión de los mitos. 
 
Da lo mismo si pensamos en las casualidades exactas que hicieron posible el surgimiento de la vida o preguntarse quién puso el huevo sobre el mundo, el primero. ¿Estamos en el interior o en el exterior? ¿Existe otro tiempo y lugar o la existencia es una repetición infinita? 
 
Según Christlieb la creación no tiene una estructura cognoscible y la verdad solo puede saberse míticamente. Todo lo que existe por primera vez no está determinado por un hecho material, sino por la intensidad propia de la inauguración de esa realidad. Entendiendo esto, el llanto de un recién nacido y el Big Bang están hechos de la misma sustancia. Materia sin plan. 
 
En teoría, la realidad es un poco más intensa en el centro o comienzo. El punto donde empezó la existencia era más caliente que los extremos donde nos encontramos ahora. Lo mismo debe ocurrir con el centro de las ciudades, cuyo dinamismo nos arropa y nos hace movernos más rápido.   
 
Dicen que no podemos ser testigos del nacimiento porque es un instante luminoso que concentra toda la realidad en ese punto, y eso es demasiado para cualquier cuerpo. Paradójicamente, la vida parece voltear la realidad al revés y la muerte parece que hace exactamente lo mismo. El milagro no es estar de un lado o de otro, sino en el tránsito entre los mundos. 
 
Heathcliff Cedeño
 
 

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