Lil Rodríguez: Me sorprende el desconocimiento de nuestra música

Tres en 1: Retrato Hablado, Viernes de Lira, Roberto Malaver

Lil Rodríguez.

 

Periodista. Investigadora, allí, donde suene un instrumento musical, allí está ella preguntando y anotando. Amante de todos nuestros ritmos y géneros musicales. Tiene un libro publicado, Bailando en la casa del trompo. Escribe una columna semanal en la página web de Telesur y en Últimas Noticias.

¿Por qué la música venezolana no ha ido más allá de lo local?

—Bueno, yo no lo creo así como está enunciado y se cae por su propio peso si no se contextualiza, pues la segunda pregunta responde a la primera. La música de Venezuela ha ido más allá, antes y ahora. Que no haya una medición hecha por nosotros no desconfigura la situación. Y de todas maneras, si así fuera sigue siendo una bendición, pues no son vulnerados por la mediática mundial nuestros ritmos, nuestros géneros musicales. No son ellos (la escena internacional) quienes nos van a medir. Somos nosotros los que tenemos que saber de la riqueza de nuestras músicas.

—Después de Ansiedad, (Chelique Sarabia) Moliendo café, (Hugo Blanco) Caballo Viejo, (Simón Díaz), que fueron más allá del país, ¿qué ha pasado?

Moliendo Café, agreguemos (Hugo Blanco y José Manzo Perroni).
Ha pasado mucho, Guaco, por ejemplo, que nunca ha sido un tema sino un sonido.

—¿Los creadores, o compositores nuestros, por qué son tan desconocidos?

—¿Por qué apuestan tanto ustedes por lo mediático? ¿Dónde y con quién hacen sus encuestas? ¿Quién les dice que son desconocidos? ¿Macron? Miren que el Maestro Diego Silva Silva acaba de obtener el tercer puesto en China con una pieza sinfónica (el único occidental en clasificar, por cierto). Observen cómo todo el planeta lloró a Aquiles Báez, que desconocido no era, como Aldemaro, como Simón, como Alfredo e inclusive como Alí ...

—¿La última propuesta que se ha visto en el país fue la que hizo Aldemaro Romero con su Onda Nueva?

—Reitero a Guaco, propongo Caracas Sincrónica y Gurrufío, propongo el sonido de Aquiles Báez y la sonoridad de las tonadas de Simón Díaz. Propongo a Nelson Henríquez y a Pastor López, al sonido de la Dimensión Latina (único) y la universalidad de Oscar D’León, y así, por ahí...

—¿Somos el país con el mayor número de géneros musicales? (Solo en la isla de Margarita hay como diez expresiones musicales)

—Yo no sería tan excluyente, ni tan soberbia.

—Somos creadores de instrumentos musicales, creadores de canciones maravillosas, creadores de bandas y conjuntos y cuartetos y orquestas y grupos, y sin embargo seguimos aquí, en la aldea.

—¿A qué llaman la aldea? A mí personalmente me encanta mi aldea. Esta pregunta me recuerda a la cumbia, que se ha preservado en Colombia gracias precisamente a mantenerse en su aldea, porque al porro y al vallenato los volvieron leña. Igual por acá es una maravilla que se preserve el canto y las figuras de las Diversiones, de las Guarañas, de los Cantos de Sirena y de los diversos Golpes que tiene Lara, por citar solo a algunos.

—En tus tantas e interesantes investigaciones acerca de nuestra música, ¿cuáles cosas te han sorprendido?

—Me sorprende el desconocimiento acerca de las maravillas que encierra nuestra música, y la alienación, que ya parece casi que nuestro ADN.

—¿Qué nos falta por crear para ir más allá de lo acostumbrado?

—Eso habrá que preguntarlo a los creadores.

 

“Podemos decir que, con el final de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX en Venezuela. Comienza con treinta y cinco años de retardo”. Es una de las frases por la que más se conoce a Mariano Picón Salas. Escritor. Ensayista. Diplomático. Estudió en Chile y volvió a Venezuela en 1936, después de participar en varias labores culturales y políticas, se fue al exilio a México, tras el derrocamiento de Rómulo Gallegos. Más adelante, en 1952, volvió a Venezuela. Y desde el mismo momento en que se encontró en su país, se puso al frente del Papel Literario del diario El Nacional. También fue embajador en Brasil y México y delegado ante la Unesco. Preocupado por la cultura y las artes del país, fundó el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes –Inciba–, en 1963. Fue el director de esta institución hasta el día de su muerte. Entre sus obras destaca De la conquista a la independencia: tres siglos de historia cultural latinoamericana. También escribió la biografía novelada Pedro Claver, el santo de los esclavos. Sus biografías de Francisco de Miranda y Cipriano Castro han sido muy comentadas. Junto con Arturo Uslar Pietri recibió el Premio Nacional de Literatura en 1954. Entre sus ensayos destacan: Preguntas a Europa y Viaje al amanecer. Nació el 26 de enero de 1901, en Mérida, y murió el 1 de enero de 1965, en Caracas.

ROBERTO MALAVER

 


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