Cívicamente | Todos somos San Agustín

Es necesario analizar nuestra Constitución nacional en su integralidad y esencia. 

02/02/23.- Es común oír en el debate político nacional, cotidiano y, sobre todo, en la tribuna que dan las redes sociales, que se abstraigan los temas constitucionales, especialmente cuando se hablan de derechos y garantías constitucionales. 

No se puede, por ejemplo, exaltar el valor que tienen los derechos políticos, apartados de los principios fundamentales en los que se sustenta la República y los fines que tiene el Estado venezolano. 

No podemos pretender, entonces, que en ejercicio de nuestros derechos políticos, ir en contra de la soberanía nacional, uno debe tributar al otro y los dos permiten los fines que persigue el Estado. 

Es necesario ver y analizar nuestra Constitución nacional en su integralidad y esencia. Sin abstracciones. 

Esto muy a propósito de reacciones que se pudieron conocer con respecto a un hecho noticioso que ocurrió la semana pasada en la parroquia San Agustín, donde parte de la comunidad despachó al cantante venezolano conocido como Nacho,  y no dejó que desarrollara ahí la actividad musical que tenía prevista. 

Por supuesto, pasiones desató este hecho, y opiniones en contra y a favor surgieron. 

Algunos, en favor del cantante, mostraron el hecho como ejemplo de la falta de libertades: de expresión, ideológica y política, entre otras. Todas protegidas constitucionalmente. 

Por ello, rescato el punto de no hacer interpretaciones restrictivas de nuestra Constitución y valernos de sus bondades para atacarla en su esencia y naturaleza. 

Somos libres e independiente porque así lo determinamos en nuestra carta magna y son, además, derechos irrenunciables de la nación, así como la soberanía.

Este cantante, de manera pública y notoria, fungió como agente político para ir en contra de nuestra soberanía, fue capital humano para  factores extranjeros que atacaron y atacan a nuestro país, es por ende responsable, al menos moralmente, por no ahondar en otras responsabilidades, de las consecuencias de ese ataque. 

Él haciendo uso de sus libertades ciudadanas procuró vulnerarnos y se puso como sujeto activo en el bando de los agresores de la patria, quizás por su nivel político le hicieron creer que era en contra de unos hombres y mujeres, y no de su patria, pero su torpeza no le exime de responsabilidades.  

Así que, a mi juicio, nada vinculante, pero que quiero compartir con ustedes, la reacción de la comunidad de San Agustín estuvo ajustada a derecho, no pudo haber sido distinta. La indignación es natural y que aflore la dignidad también.

San Agustín fue ese día cualquier sector popular de Venezuela, donde habitamos los que estamos en resistencia de un ataque criminal al que este cantante le pone música; los que tuvimos que hacer largas colas porque los alimentos de las maracas que lo patrocinan los escondieron para generar escasez e intentar rendirnos por hambre; los que tenemos que ver cómo hacemos con unos salarios insuficientes por causa del boicot económico y robo despiadado que le han hecho al país los líderes a quien les sirvió de imagen.  

Pueda que se vea desproporcionado endilgar a este cantante tantas responsabilidades, pero ciertamente no es contra de un ciudadano, no, es en contra de un sistema, de un modelo al cual él decidió ponerle su rostro, su cuerpo y sus letras. 

Entonces, quienes si estamos del lado de la patria, somos como San Agustín, defensores de nuestra soberanía por encima de chantajes y torturas económicas. Somos los que marcamos la clave del  “son” que queremos tocar: la del ejercicio democrático de la voluntad popular.
  

Carlos Manrrique


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