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Universidades y centros de investigación que se entiendan tienen una alta responsabilidad

05/02/23.- Las universidades y centros de investigación, que se entiendan como parte del pueblo, tienen una clara responsabilidad.

Claro que nos hace falta contar en Venezuela con centros de investigación en ciencias sociales, económicas y políticas. No solamente en ciencia e ingeniería, que son indispensables, sino también en ese ejercicio de pensar y retratar los momentos que vivimos y ayudarnos a entenderlos, no solo como lo hacen los comentaristas o especialistas, sino más allá, con seriedad académica, con investigaciones informadas, con análisis que pongan en juego eso que se llama un “aparato crítico”, es decir, que vaya más allá de las apariencias.

Un Gobierno no puede pensar solo o, por lo menos, no debería. Menos en una situación tan inédita como la nuestra. Y un pueblo tiene múltiples tareas para hacerse camino, entre ellas, pensar esos caminos, buscarlos, darles sentido y trazarlos. Para eso se activan (o deben activarse) quienes forman parte de ese pueblo y tienen el análisis, la investigación, el pensamiento, como tareas específicas. En ese terreno, las universidades y centros de investigación, que se entiendan como parte del pueblo, tienen una clara responsabilidad.

Del lado imperialista, existen los “think tanks”, tanques de pensamiento, llamados así, con esa imagen de guerra. Esos elaboran el conocimiento disponible y a la medida, para quienes tienen por oficio, prácticamente como Cerebro, el compañero de Pinky, “tratar de conquistar el mundo” o, más bien, tratar de seguir dominándolo.

Estaba en eso, cuando me llega en un mensaje que agradezco inmensamente, la Revista Mundo Nuevo, una mirada plural desde Nuestra América, editado por el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad Simón Bolívar, actualmente dirigido por la doctora Pasqualina Curcio. Este es el número 1 de la Tercera Etapa de la Revista y ofrece un monográfico sobre un tema que tiene que ser de estudio para todas y todos: Las Medidas Coercitivas Unilaterales. Llega justo cuando analistas económicos de todo el mundo, con gríngolas impuestas, hablan de la situación económica venezolana, de nuestra milagrosa recuperación y de las dificultades que apenas empezamos a superar (aunque echando a veces para atrás), olvidando el elemento explicativo más fuerte de todas las dificultades que padecemos: la guerra multidimensional de amplio espectro desplegada contra Venezuela, uno de cuyos ingredientes más venenosos han sido eso que llaman “sanciones”.

El maestro Luis Britto García nos explica con detalle porqué llamarlas sanciones es un abuso verbal. La primera acepción de la palabra “sanción”, que aparece en el diccionario, es la de “pena que una ley o un reglamento establece para sus infractores”, y aclara entonces que “ello requeriría que la ley fuera dictada por una autoridad competente; que su contenido fuera legítimo, y que se aplicara a un sujeto legítimamente obligado a cumplirla por su condición de ciudadano del Estado que legisla o por actuar en el territorio del mismo”. Evidentemente en este caso, ninguno de los supuestos se cumple: ni el presidente ni otras autoridades pueden aprobar una ley para su aplicación fuera de su territorio, ni somos sus ciudadanos. Si aceptáramos las medidas coercitivas contra nosotros estaríamos admitiendo que no somos un Estado soberano y que otro Estado bien puede legítimamente agredirnos. Las medidas coercitivas solamente podrían aplicarse, según la Carta fundacional de la ONU, cuando fuesen aprobadas por el Consejo de Seguridad y en el caso de que un Estado fuese una amenaza para la paz, de otro modo:

“Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”. (Carta de la ONU, 1945: Art. 2).

Y las amenazas y atentados contra nuestra independencia política son el propósito explícito de las medidas que arbitrariamente padecemos en Venezuela. Ninguno de los funcionarios, bien sean demócratas o republicanos, que han presumido de aplicarnos esas medidas ha tenido el menor cuidado al declarar sus intenciones de cambiar las decisiones políticas del pueblo venezolano. Han llegado hasta el extremo de nombrarnos un presidente, financiarlo con dinero nuestro y apadrinarlo sin empacho.

Esta naturaleza de las “sanciones” es conocida y aupada desde nuestro país. Todavía el señor Freddy Guevara insiste en que hará “todo lo posible” para que los funcionarios estadounidenses mantengan las medidas, que no tiene otro sentido que hacernos sufrir. Luis Britto lo analiza y presenta amplias evidencias: el propósito es generarnos sufrimiento, dolor, “torcernos el brazo” en palabras de Obama. Cita al señor Nephew que en 2018 escribió un libro sobre “el arte de las sanciones”. El enfoque de estas artísticas medidas:

“Se concentra en la relación que existe entre la aplicación de dolor por un Estado contra otro Estado mediante las sanciones para obtener un objetivo definido y la disposición de los blancos de las sanciones para resistir, tolerar o sobreponerse a este dolor y perseguir sus propias agendas”.

El principio del dolor es el mismo que en el asedio a una población: privar a la gente de todo, hacer la vida insoportable, para quebrar la moral del asediado y obligarlo a someterse a la voluntad del que asedia. Los elementos jurídicos que expone Britto, demuestran con creces que la visión del “orden internacional” que tiene la mayor potencia imperialista, no es otra que aquel que tiene la fuerza, puede aplicarla sin cortapisas para lograr su voluntad.

La Revista Mundo puede leerse en https://www.iaeal.usb.ve/inicio/revista-mundo-nuevo/tercera-etapa-2022/revista-n%C2%BA-1-noviembre-2022. Puede encontrar allí también los artículos de Sonia Boueiri Bassil, Pasqualina Curcio Curcio, Pascualino Angiolillo, Luz Marina Toro y Fernando Giuliani. Vale la pena.

Humberto González Silva

 


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