Al derecho y al revés | También hay empresarios populistas

Y los tiene que haber porque los males de la corrupción no escapa a ellos

Escribo estas líneas a propósito de un calificativo escuchado a mis estudiantes cuando se refieren a políticos que suponen sinvergüenzas y engañadores: “populistas”,  despectivamente les dicen.
 
Sobre el tema espero que algún día se mida el daño que a las ideas políticas, a sus partidos y a las ciudades o regiones donde ejercen gobierno o aspiran a hacerlo, quizás como etapa antes de aspirar más alto, le han hecho una camada de gobernantes cuyas obras terminan opacadas con la corrupción de ellos y sus compinches, y que en el desespero de quedar fuera del poder, le ofrecen al ciudadano elector cualquier regalo por absurdo que parezca o imposible de conseguir, pensando así ganar votos.
 
Y de tanto acostumbrarse a ofrecer en cada elección o declaración de prensa, esos pillos, lo  económicamente imposible o moralmente reprobable, terminan desprestigiando la democracia y aún más un oficio noble como lo es la política para la cual nunca fueron preparados.
 
Ojo: de paso y como si jugaran al billar… por carambola desprestigian las ideas de los partidos que los llevan al poder y del sistema democrático en general.
 
Es fácil entonces de entender que estos politiqueros bandidos provienen de partidos populares, generalmente socialistas, y que de un tiempo para acá se les llama “populistas” para meterlos en un mismo saco.
 
Entre los grupos fascistoides, que hoy con el desprestigio de la democracia proliferan en el mundo, enemigos del pueblo y sus instituciones en general, el cognomento de “populista” se lo endilgan sus militantes al sector político, subrayando bajo juramento que el empresariado no milita en esas ideas.
 
¡Eso es una mentira que se debe combatir, ya que es el primer paso de esos fascistoides antes de buscar el poder por vía ilegal, para acabar, como señalo, con las instituciones que protegen al ciudadano!
 
Empresarios populistas los hay y tiene que haber porque los males de la corrupción y la politiquería se vienen contagiando en todos los segmentos de cualquier sociedad.
 
De paso, es imposible que un funcionarios desfalque el presupuesto, que se supone debe cuidar, sin la ayuda de un compinche que funge de empresario.
 
Y como no hay nada mejor que la vida señalo algo que me ocurrió el pasado domingo cuando almorzaba con unos empresarios en un local donde ingresó uno de los vicepresidentes, no lo menciono y tampoco a los amigos empresarios porque no viene al caso.
 
El alto funcionario fue amigo de mi padre y mío también, de manera que nos saludamos y estuvo unos minutos en nuestra mesa, antes de continuar donde se sentaron su esposa e hijos.
 
En mi mesa uno de los empresarios tildó al funcionario de “populista”, porque lo vio llegando sin escolta y manejando él mismo su automóvil.
 
También acusó al vicepresidente de “haber permitido que las enlatadoras de sardinas se hubiesen marchado de Cumaná y Margarita, ojo este empresario criticón es ñero.
 
Enseguida le aclaré al empresario criticón que el  funcionario siempre ha sido igual y que no creo que gane votos manejando su carro y sin escolta. También le dije que populista más bien es su pretensión de mantener las envasadoras de sardina en sitios donde hacen más costoso el producto final, algo inesperado que siempre les sucede a los populistas por no ver “más allá de las narices”.
 
Dado que para mi sorpresa el empresario criticón no parecía entender mi razonamiento, le expliqué como si fuese un niño.
 
El envase de hojalata, que pronto se debería sustituir en nuestro país por plástico, significa más del 40 % del costo de la lata una vez llena de sardinas, y las fábricas de latas están todas en el sur de Aragua, por ser la zona más cercana a los grandes centros de consumo… Caracas, Maracay, Valencia y Los Teques. No por estar “cerca de cuarteles” como dijo el criticón y populista.
 
Y así las cosas no tiene sentido llevar la lata desde Aragua hasta oriente para regresarla llena y más pesada. De tanto viajar casi que a esas latas se les debería sacar pasaporte.
 
Hacer lo contrario significaría añadir un costo innecesario a la lata de sardinas que consume el pueblo cuando no puede cocinar en determinada circunstancia.
 
Los otros empresarios como somos los venezolanos, una vez entendido el punto, intentaron ponerle el remoquete de “populista” al criticón. Pero ustedes, lectores, saben que añadirle apodo a un viejo es casi imposible y luego cambiamos de tema porque llegó finalmente el condumio.
 
Domingo Alberto Rangel

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