Caraqueñidad | Por ahí anda el alma de José Félix Ribas

Ni siquiera la traición pudo acabar con el legado y la obra de este prócer

13/02/23.- (Desempolvado de una crónica de hace tres años...).

Esa mañana estaba muy molesta. Recibió un desagradable mail que la obligaba a asistir a su trabajo, para supuestamente actualizar la fe de vida, aun con escasez de efectivo para los pasajes, con demoledora dolarización, hiperinflación, especulación y, de paso, aumento de contagios por la pandemia. No obstante, a pesar del lógico pataleo, hubo de apersonarse a las oficinas porque era imperativo para el accionar burocrático de aquella empresa en la que se ganaba menos de un dólar quincenal.

Coño, pero no tengo bolívares, cómo pago el pasaje. Ah, ya sé, aquí tengo guardado este dólar de la suerte. Ni modo. Lo gastaré. Debe alcanzarme. Con eso voy y vengo. Y así arrancó su drama de tan aleccionadora jornada.

Abordó la buseta hacia su trabajo. Entregó el papel verde, algo maltrecho debido a los pliegues del compartimiento de su billetera en el que había permanecido por unos 10 años. Señor, ¿acepta un dólar? Claro. Cobró y le dio el vuelto que ella tomó sin contar. Tenía prisa para cumplir con las absurdas exigencias laborales. Llegó a la oficina, actualizó sus datos y su condición de empleada en aquel nido de burocracia.

Cuando retornaba a casa se dispuso a contar el vuelto. ¡Coñuelamadre!, gritó con vehemencia y con demencia. El colector no solo le valoró el dólar por debajo de la página del BCV y del paralelo sino que además le cobró el pasaje más caro del mundo; por supuesto, sin autorización ni Gaceta Oficial. Algo así como una señal de doble robo, como si se tratase de un juego decisivo Caracas-Magallanes. Es que en aquella ciudad las autoridades dicen una cosa y la gente hace otra… así fue antes, ahora y parece que siempre y por siempre.

¡Cómo es la vaina!, exclamaba en medio de su comprensible indignación. Y allí su rabia empezó a mutar en un mini discurso con carga histórica en la que recurrió a sus recuerdos y evocaciones de próceres y personajes que batallaron por un mejor país, de gente que dejó su vida para que esto que ahora sucede no sucediera… de gente que, tristemente, quizás murió en vano.

Vencedor de Tiranos

Cómo hace falta en esta vaina mi general Vencedor de los Tiranos, José Félix Ribas, quien triunfó en La Victoria el 12 de febrero de 1814. Es que si estuviera vivo tomara por asalto, junto con sus jóvenes cabezas calientes, todas las rutas de transporte para el público y empezara a poner orden. O cumplen con el servicio para el pueblo o les cae la justicia, hubiese dicho como cuando al frente de su ejército de carajitos reclutados a la fuerza, de estudiantes universitarios y del seminario de aquella Caracas, les convenció que no se puede optar entre vencer o morir, porque necesario era vencer, como lo materializó con su ejército inexperto y mal nutrido ante los sanguinarios batallones comandados por José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales en los predios aragüeños.

¿Y por qué usted mienta a Ribas?, preguntó un señor, compañero de asiento, que por fortuna usaba correctamente su tapaboca. 

Ah, porque cada 31 de enero se cumple años de su cruento asesinato a manos de tropas realistas. Y todo a raíz de una traición, respondió.

Otra doña que la escuchó le dio la razón y le aseguró que si esos guerreros vivieran en esta época estos avispados no harían lo que hacen: transportistas, especuladores, acaparadores, delincuentes y políticos ineficientes, de lado y lado. Les hicieran contraloría social a las cosas y, por ejemplo, buseta donde se especule buseta que sale de circulación…

Pero eran otras épocas, replicó un señor mayor que se montó en la misma parada que ella, y que se fue a sentar en la cocina, o sea atrás, en el último asiento, sin tapaboca (él no cree en esa vaina del coronavirus porque "son inventos del modernismo para encerrarnos a los viejos", agregó el muy temerario). Y aseguró que José Félix Ribas era tan jodido que en escasos años de su lucha acumuló más triunfos que un montón de militares enchufados que jamás han hecho nada por su p1atria y se jactan exhibiendo charreteras. Pero por confiado lo traicionaron y lo mataron, insistió.

Ribas, rico de cuna, casado desde 1796 con María Josefa Palacios, tía de Simón Bolívar –aún no era Libertador–, renuncia a sus privilegios y se inspira en la lucha independentista al presenciar la cobarde ejecución del patriota José María España en la Plaza Mayor, tres años más tarde. Forma parte de la Sociedad Patriótica y de la Junta Suprema de Caracas, donde lidera a los pardos en los movimientos de 1810. Dos años después, con grado de coronel, combate junto a Bolívar –a quien le lleva 8 años de edad–, y emprenden la Campaña Admirable. Comanda los triunfos de Niquitao y Los Horcones. Es ascendido a general de división, grado con el que también triunfa en Vigirima, en 1813. Demuestra garra y don de mando.

De traiciones

La historia nos dice que Bolívar fue traicionado. Sucre de igual modo. Lo había sido Miranda y otros próceres más que entregaron sus vidas a favor de la causa independentista en contra del entonces poderoso imperio español. A todos estos gigantes esa traición los llevó a la decepción y la muerte. Ribas no fue la excepción. No solo triunfa en La Victoria sino que en la batalla de Urica –a pesar de la dolorosa derrota por la cantidad de bajas patriotas–, saca del camino al temido Boves. Crédito para ser respetado y homenajeado de por vida. Pero dada la caída de la Segunda República y menguadas las tropas criollas, no halló el respaldo requerido. Decide huir hacia Barquisimeto vía los llanos, pasando por Caracas, con la idea de recomponer sus fuerzas.

Ya en suelo llanero, herido y enfermo, decide descansar mientras envía a su hombre de confianza por provisiones. Vino la puñalada trapera de Concepción González, quien lo traicionó por salvar su pellejo y por unas míseras monedas.

En eso la señora exclamó: Si aquí la haces, aquí la pagas. Ya sabemos que a José Félix Ribas (JFR) lo capturaron y el 31 de enero de1775 lo fusilaron –otros dicen que lo mataron a lanzazos–, lo desmembraron, y su cabeza fue freída en aceite y enviada a Caracas para exhibirla a manera de escarmiento para todo el que osase oponerse a las fuerzas realistas.

Pero como con un respirito la doña recordó que 44 años más tarde, en plena Guerra Federal, las tropas del general Ezequiel Zamora reconocen al esclavo traidor, ya anciano, lo capturan y eliminan. Unos dicen que fue fusilado en un cedro, otros dicen que ahorcado en un samán. Todos coinciden que enterrado en la pata de un cují para que su maldita alma arda por siempre al fragor del fuego simbólico de la leña de ese árbol tan solicitado para usanza cotidiana…

Al respecto, Zamora aseveró en 1859: Soldados de la Federación; hoy hemos fusilado a un enemigo de la patria, tan peligroso como cualquier oligarca o godo; porque Concepción González nunca pudo comprender que a los hombres no se venden como Judas vendió a Cristo y lo llevó a la muerte en el Gólgota. Esta es tierra de libertadores, carajo; no de traidores.

… Ese fue el poder divino. Y no duden que estos que se burlan y se aprovechan hoy del pueblo, que lo traicionan con cada acción antipatriota y con beneficios personales también arderán con justicia divina, insistió aquella responsable trabajadora. Amén..

Desde el 19 de septiembre de 2005 los restos simbólicos de JFR reposan en el Panteón, pero su espíritu guerrero anda en cada caraqueño rebelde, como fue ese líder nombrado por Bolívar en agosto de 1813, comandante general de Caracas, y esos vientos del más allá siempre soplan a favor del pueblo.

Queda para la reflexión y para la vivencia lo que sobre Ribas dijo el escritor Juan Vicente González: Es la energía sublime, la vida de la revolución, el alma de la república… Valga afirmar como lo hizo en su memorable arenga a los jóvenes en La Victoria, ¡Viva la república! Que se cuiden quienes traicionan y atentan contra el pueblo y sus consagradas libertades.

Luis Martín 


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