Micromentarios | La mentira tras las ofertas

Cómo nos roban, con nuestra anuencia, en los comercios

14/02/23.- Hasta ahora no conozco a nadie a quien no le gusten las ofertas, cuando va de compras.

La mayoría de las personas, ante una rebaja de precio, tiene la muy humana sensación de que le está ganando una a los comerciantes.

Sin embargo, las y los cazadores de ofertas y gangas no se detienen a pensar, ni siquiera un instante, que detrás de cualquier descenso en el costo de un producto, hay una trampa. Una trampa tan a la vista que se torna invisible.

Cuando alguien nos vende un objeto, un producto o un servicio a menor precio del usual no lo hace por bondad o generosidad, ni siquiera por compasión. Lo hace porque quiere salir pronto de mercancía no vendida, porque dicha mercancía está a punto de caducar o dañarse, porque padeció una catástrofe, como un incendio o una inundación, o porque ya es tiempo de presentar nuevas ofertas.

Muchas personas festejan cuando alguna tienda anuncia una venta con el 60 % de descuento en toda su mercancía o en parte de esta. Creen que tal gesto se debe al altruismo de sus propietarios.

Tal propuesta es solo un espejismo comercial. La verdad es que dichos propietarios le están mostrando su lado más oscuro, su tendencia al latrocinio, disfrazándola de algo positivo.

Una tienda o un comercio que vende algo al 60 % de su precio original, quiere decir que, aun realizando ventas a ese costo, todavía tienen ganancias. Y si ganan rebajando casi dos tercios del precio normal, ¿cuánto beneficio obtienen al vender sin rebaja?

Si algo cuesta cien bolívares y luego quien lo mercadea reduce dicho precio hasta cuarenta, quiere decir que los sesenta descontados eran una ganancia abusiva, un sobreprecio descarado.

En nuestra cara no están diciendo que el verdadero precio de lo que nos ofertan está muy por debajo de la oferta, ya que nadie comercia a pérdida. Si resulta lucrativo mercadear algo al 40 % de su precio habitual, es imposible que no vengan a la mente el verbo robar, la palabra especulación y la idea de haber sido estafados.

Con los productos u objetos importados es fácil advertir los recargos arbitrarios, debido a lo factible que es, hoy día y a través de la red, conocer su costo en otros países.

He visto prendas de vestir que, por unidad, cuestan en Estados Unidos diez dólares, ser vendidas en Venezuela por cincuenta, ochenta y hasta más de cien dólares o su equivalente en bolívares, esto es, a cinco o más veces el precio de venta allá.

Dado que las compras de los comerciantes son al mayoreo, obviamente la ganancia es mucho más grande. Verdad es que la importación conlleva gastos, pero los mismos no explican para nada tales abusos. Los costos de acarreo, traslado internacional, mercadeo, publicidad y pago de empleados no justifican, en conjunto, los aumentos desorbitados de los precios, puesto que forman parte de la inversión a realizar.

Así que, la próxima vez que vea una gran oferta, no haga fiestas. Compadézcase de usted mismo y de quienes como usted son solo consumidores resignados: le están convocando a dejarse robar… De nuevo.

Armando José Sequera 

 

 

 

 

 

 


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