Punto de quiebre | Rescatados un hombre y su hija

Rescatados un hombre y su hija que habían sido secuestrados minutos antes

21/02/23.- Poco faltaba para que fuese la una de la tarde, pero el sol aún se negaba a salir. Las calles estaban frías y la gente caminaba apuradita. El cielo grisáceo amenazaba con arrojar agua en cualquier momento, aunque no había llovido en toda la semana. Los edificios de Caricuao se percibían tristones, como desolados. Una sirena policial se escuchó a lo lejos, casi al final de la avenida. No había tráfico y eso les permitía a automovilistas y motorizados andar más rápido que de costumbre. Pero la velocidad a la que venía aquel vehículo era inusual. El frenazo se escuchó en varios metros a la redonda y muchos vieron cuando el conductor intentó esquivar un auto, pero terminó estrellándose contra un autobús, afortunadamente sin consecuencias que lamentar. El estruendo fue ensordecedor. Varios transeúntes corrieron a tratar de auxiliar a los tripulantes del carro, pero para su sorpresa a estos no les había pasado casi nada, apenas uno cojeaba de la pierna derecha y el otro se debía haber roto la cabeza, porque la sangre comenzaba ya a manchar su franela. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando presenciaron cómo se bajaron los dos tripulantes y sin pensarlo dos veces se lanzaron en veloz carrera. La cosa comenzó a entenderse porque a los pocos segundos llegó la policía y se largaron tras ellos. Sin embargo, dentro del auto había un tercer hombre y una niña que no debía llegar a los diez años de edad y que no cesaba de llorar. Sonaron varios disparos y hubo quienes se arrojaron al piso o buscaron guarecerse detrás de los vehículos. Los tripulantes del carro, ahora perseguidos, se dirigieron hacia la estación del Metro y se introdujeron en el subterráneo. Los uniformados hicieron otro tanto.

Golpe al emprendedor

José Gregorio tiene treinta y cuatro años de edad y su esposa es algo menor. Toda la vida ha residido en Caricuao. Se casó y consiguió un apartamento allí mismo en la parroquia, pues era lo que estaba para ese momento al alcance de su bolsillo y el de su compañera. Tuvieron una hija que ahorita tiene siete años de edad. La crisis económica lo hizo renunciar a su empleo y alguien le metió en la cabeza que se pusiera a trabajar por su cuenta como comerciante. Así lo hizo y de tres años para acá, su nuevo emprendimiento comenzó a florecer a punta de constancia y "buena cabeza para los negocios".

Faltaba poco para la una de la tarde cuando la familia salió de su apartamento. La idea era, como solían hacerlo todas las tardes, que él se quedara en el local y la esposa y la niña fueran a hacer sus cosas, que si el ballet, que si el súper, que si el cine, que si el centro comercial, o simplemente se regresaran a la casa para hacer tareas o alguna diligencia pendiente.

Planes frustrados

Los hermanos Tomas Édison y Yohandry Tomás Hernández Farías tenían treinta y cuatro y veintinueve años de edad, respectivamente. Dicen que el primero es más malo que el segundo, pues ha estado preso en varias ocasiones. Siempre andaban juntos, merodeando por las calles, buscando alguien a quien joderle la vida.

Los hermanos se habían percatado de que la situación económica de José Gregorio, a quien conocían de referencia, estaba mejorando notablemente y decidieron intentar que este compartiera sus ganancias con ellos, pero a la brava. Inicialmente se pasearon por la posibilidad de asaltarlo en el negocio, pero la desecharon porque implicaba muchos peligros. Luego estudiaron la idea de irrumpir en su apartamento, sorprendiéndolo en el instante en que fuera entrando o saliendo del mismo, pero tampoco les gustó porque no había certeza de dónde estaba el dinero, pues existía la posibilidad de que ya lo hubiese depositado en el banco. Se fueron por la opción del secuestro, pero decidieron que se lo llevarían a él y que le dejarían a su esposa la responsabilidad de buscar el dinero para el rescate.

El estacionamiento se hallaba vacío a aquella hora. La pareja caminó hacia su auto. Lejos estaban de imaginar que muy cerca de ellos estaban los dos hermanos, agazapados, esperándolos. Ambos llevaban gorras y tapabocas. La cosa les resultó más fácil de lo prevista, porque sus víctimas al ver las armas de fuego y pensando que solo se trataba de dos robacarros, se prestaron a colaborar. Los hermanos montaron a las víctimas en el auto en el que andaban e iniciaron la huida, pero por el camino decidieron dejar libre a la mujer. Le aclararon que se trataba de un secuestro y que si quería volver a ver con vida a su marido e hija debía conseguir una alta suma de dinero en divisas.

Pero los delincuentes no lograron ni siquiera salir de Caricuao, porque apenas la mujer se bajó pidió ayuda a una patrulla de la policía que, casualmente, iba pasando por el lugar y así se inició la persecución.

Los dos hermanos fueron detenidos en el metro de Caricuao y José Gregorio y su hija resultaron ilesos del choque contra el autobús.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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