Historia viva │ Cenizas del Viernes Negro

22/02/23.- La tradición cristiana evoca el Miércoles de Ceniza como la conmemoración  de cuando Jesucristo se fue al desierto por cuarenta días para pensar y meditar acerca de su apostolado y misión, en ayuno y en oración. Y es a través de la misa de este día cuando los cristianos, con las cruces de cenizas marcadas en sus frentes, rememoran los días en que Jesucristo meditó y analizó su objetivo como hijo de Dios, para hacer el bien en la tierra.

Así, cuarenta años después evocamos el día cuando el período puntofijista de nuestra historia comenzó su fin, con el llamado Viernes Negro, en febrero de 1983, y se iniciaba el resurgimiento de una nueva etapa histórica, que arrancaría formalmente en 1999 cuando el pueblo venezolano se dio una nueva carta magna ante el llamado hecho por el comandante Hugo Chávez para —sobre las cenizas de una experiencia política nefasta— resurgir en una Constituyente e iniciar una nueva era.

Luego del Viernes Negro 

Seis años después vino la lección de la insurrección popular de 1989 con el Caracazo, que  ocurrió un 27 y 28 de febrero,  luego la rebelión militar —también— en febrero y noviembre de 1992. El furioso magma subversivo popular se licuaba en el interior del pueblo, en silencio fundía su sufrimiento ante los ojos indiferentes de los sectores políticos "tradicionales" de derecha y de un sector de la izquierda castrada y frustrada de derrotas. Ese pueblo se sacrificó ante el hambre. Igual era morir de inanición que morir con un tiro del gobierno ante la desesperanza y la infelicidad.

¿Qué debemos aprender de la lección de aquellos "gobiernos carnavalescos" de los sesenta, los setenta, los ochenta y los noventa?

La lógica del mercado de capitales —que es la acumulación mediante especulación, la elevación de intereses financieros, la competencia entre oferta y demanda, las desigualdades de esas competencias en el mercado capitalista internacional y la entrega de la soberanía, incluyendo la monetaria, a capitales privados nacionales e internacionales— dio pie para que de Venezuela se fugaran treinta mil millones de dólares entre 1982 y 1983, dejando al país en bancarrota y a un pueblo pagando las consecuencias de la improvisación y la falta de estadistas políticos responsables. El bipartidismo adeco-copeyano liado a los intereses de las transnacionales norteamericanas y europeas desfalcó a una nación con ingentes recursos.

La profesora Judith Valencia señaló recientemente que los antecedentes inmediatos del Viernes Negro estaban en las políticas diseñadas por un influencer de la oligarquía financiera nacional desde los años sesenta:

el banquero Pedro Tinoco, a la cabeza de una importante comisión para la Reforma del Estado en 1964 durante el gobierno de Raúl Leoni… [que] luego, en 1989, figura como uno de los líderes del extinto Cordiplan, donde se diseñaban los Planes de la Nación. 

En entrevistas con el periodista Clodovaldo Hernández, la profesora Valencia señaló claves fundamentales para entender cómo el Estado venezolano llegó al Viernes Negro, amarrado al precio del barril petróleo, o a los precios del dólar que son determinados por la Reserva Federal (las ocho grandes corporaciones imperialistas). Pero también las consecuencias de esta eventualidad política y económica y cómo la estrategia de EE. UU. fue y es mantener la hegemonía y control político militar del mundo mediante la generación de endeudamientos infinitos e impagables que forjan crisis económicas desde sus propias contradicciones clásicas y la concentración de riquezas en manos minoritarias ante la pobreza masiva.

Nos preguntamos cómo y por qué tuvieron esos gobiernos que atar los presupuestos públicos, que incluyen las nóminas laborales, al ingreso de la renta petrolera. Podemos entender que porque el salario merma ante una moneda nacional debilitada por un dólar que impone la perversidad de la especulación cambiaria y nos crea, más que un mecanismo de dependencia, un dispositivo de dominación. Sin dejar de entender que el salario es el cambio de la fuerza laboral por dinero para que entre al ciclo de la relación de producción capitalista.

Ya no está un u otro Pedro Tinoco y las oligarquías monopólicas han perdido el control del Estado aunque intenten con afán hacerse de este nuevamente. Aún persiste la corrupción como herencia maldita del sistema de mercado capitalista, pero hay un despliegue de tejido social masivo consciente y ya no podremos sostenernos de un Estado atando los presupuestos públicos al vaivén irregular del petrodólar ni a las guerras que el imperio inventa para sostener su carrera industrial armamentista y reciclar la venta de nuestro petróleo para mantenerlas.

Nos queda pensar y debatir sobre lo que ha de venir, revisando y analizando profundamente la retrospectiva histórica de cien años de país petrolero para proyectarnos desde nuestra soberanía productiva hacia unas nuevas relaciones de producción, mientras meditamos, analizamos y debatimos, como lo hizo Jesucristo en esos cuarenta días de ayuno para proyectar su apostolado.

 

Aldemaro Barrios Romero

venezuelared@gmail.com


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