El Acuerdo de Ginebra, la única vía posible

La rúbrica de las nuevas condiciones para el reclamo venezolano sobre el Esequibo se dio el 17 de febrero de 1966.

 

Contra muchos pronósticos, se logró que el Reino Unido accediera a dejar firmado ese documento antes de abandonar su enclave colonial

 

23/02/23.- Mucho se ha dicho que en materia de límites, la diplomacia venezolana no ha hecho más que perder territorio y que uno de los problemas ha sido la falta de continuidad en la política exterior. En el caso del conflicto por el territorio Esequibo, se observa una diferencia: el gobierno revolucionario no ha dudado en apoyarse en un instrumento jurídico logrado durante la IV República, el Acuerdo de Ginebra de 1966.

Esa coherencia ha sido resaltada ampliamente en estos días, cuando ese acuerdo internacional arribó a 57 años y Venezuela lo reivindica como el único marco legal válido para buscarle solución a la controversia que originalmente era con el Reino Unido, como potencia colonial, y a partir de ese mismo año 1966 pasó a ser con la recién independizada República Cooperativa de Guyana.

No es que a lo largo de los 57 años transcurridos, la estrategia haya sido siempre la misma, pues en 1970, Venezuela accedió a incorporar un documento al Acuerdo (el Protocolo de Puerto España) mediante el cual se congelaron las negociaciones por doce años.

Esa decisión, tomada por el presidente socialcristiano Rafael Caldera, le puso un paréntesis al aún muy reciente Acuerdo de Ginebra. Según los analistas, esto se hizo porque Venezuela manejaba la hipótesis de una escalada en la conflictividad con Colombia por las áreas marinas y submarinas del golfo de Venezuela, y la prudencia hacía recomendable no tener dos frentes abiertos.

En 1982, de nuevo con un dirigente de Copei en Miraflores, Luis Herrera Campíns, se negó la renovación del Protocolo de Puerto España (que Guyana solicitaba) y volvió a tener pleno protagonismo el Acuerdo de Ginebra.

Esto se mantuvo así hasta 2018, cuando Guyana, de manera unilateral, buscó dejar a un lado los mecanismos previstos en el instrumento y apelar a un juicio internacional.

Vía para subsanar un fraude

Tras el fraude del Laudo de París, este acuerdo se consideró un triunfo de la diplomacia venezolana.

 

El Acuerdo de Ginebra es considerado uno de los momentos estelares de la diplomacia venezolana durante el siglo XX. Contra muchos pronósticos, se logró que el Reino Unido accediera a dejar firmado ese documento antes de abandonar su enclave colonial, la hasta entonces Guayana Británica o Inglesa.

Fue el comienzo de una ruta para subsanar un gigantesco fraude, cometido en 1899 contra la pobre y rural Venezuela de entonces. Ese gran robo se perpetró mediante el llamado Laudo de París, una maniobra tan burda que ni siquiera se permitió que el gobierno venezolano tuviera representación directa. Vergonzosamente, la “defensa” del país estuvo a cargo de estadounidenses que se complotaron con los británicos y con los supuestos árbitros para cercenar a Venezuela 159 mil 542 kilómetros cuadrados, es decir, algo más de dos veces el tamaño del estado Zulia y apenas un poco más pequeño que Amazonas.

El robo, orquestado por las grandes potencias, se mantuvo sin mayores cuestionamientos (salvo lamentos de personalidades nacionalistas) durante buena parte de la primera mitad del siglo XX, hasta que falleció uno de los abogados que representó a Venezuela en la farsa, Severo Mallet-Prevost. El hombre dejó un memorándum para ser publicado luego de su muerte, en el que echó completo el patético cuento del acto de pillaje. El jurista explicó cómo se negoció la delimitación que privó a Venezuela del extenso territorio ubicado a la margen izquierda del río Esequibo.

Según algunos investigadores, como Manuel Donís Ríos (citado por el historiador Edgardo Mondolfi), la revisión del Laudo empezó a plantearse en el gobierno de Isaías Medina Angarita, desarrollándose en ese tiempo un debate parlamentario sobre el tema. Otros van más atrás y dicen que en el período de Eleazar López Contreras también hubo expresiones de esta inquietud. Pero fue en 1962, en el gobierno de Rómulo Betancourt, cuando el canciller Marcos Falcón Briceño planteó ante las Naciones Unidas la necesidad de revisar la reclamación venezolana, a la luz de las bochornosas revelaciones post mortem de Mallet-Prevost.

En 1966, Venezuela quedó en una situación compleja. Ya su reclamo no era contra arrogante imperio británico, sino contra una pequeña nación que lograba escapar de sus garras. Un país que había sido cabeza de la lucha por la independencia se veía entonces enfrentado a un vecino que estaba logrando la suya.

En este sentido, el Acuerdo de Ginebra tuvo un gran mérito diplomático porque hizo que el país colonialista reconociera que algo había estado mal en el Laudo de París, pero dejando en manos de la nueva nación independiente la búsqueda de una solución aceptable.

Durante todo el tiempo transcurrido desde la firma del acuerdo, la disputa ha sufrido los vaivenes de los vientos geopolíticos. En algún momento, Guyana tuvo gobiernos de izquierda, mientras Venezuela era ficha clara de Estados Unidos. Ese apoyo no fue suficiente para precipitar un arreglo a favor nuestro. Luego, los papeles se invirtieron y así llegamos a la década pasada cuando Georgetown abandona las vías previstas en el Acuerdo de Ginebra y, con el respaldo económico de la ExxonMobil, se lanza por la vía judicial.

En medio de la arremetida imperial del bloqueo, las medidas coercitivas unilaterales y el “cambio de régimen”, se intentó también forjar un cuadro similar al de 1899, cuando el destino del territorio Esequibo fue decidido en conciliábulos extranjeros. En esta ocasión, con la presencia cómplice de los fantoches del gobierno paralelo.

El gobierno constitucional, abanderado con el Acuerdo de Ginebra, sigue resistiendo, con el apoyo de una parte significativa de la oposición que, más allá de las diferencias ideológicas, cree también en la soberanía. Así estamos.


El Esequibo es nuestro
A propósito del aniversario del Acuerdo de Ginebra, el gobierno venezolano ha reiterado que este instrumento jurídico bilateral es el que fija el mecanismo para resolver la controversia de límites con Guyana.

El ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, Yván Gil, dio a conocer vía Twitter la posición oficial del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Allí mostró el comunicado en el que asevera que el Acuerdo de Ginebra es el marco jurídico y político fundamental de la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba.

“Venezuela ratifica la plena vigencia del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, como marco para la solución práctica y satisfactoria de la controversia territorial”, expresó el canciller.

En el comunicado se destaca que la nación defiende irrenunciablemente su soberanía y denuncia la injusta y espuria conducta del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con relación al fraude arbitral de París de 1899, que facilitó el despojó territorial.

Por su parte, el titular de la Defensa, general en jefe Vladímir Padrino López, declaró: “Al conmemorar otro aniversario de la firma del Acuerdo de Ginebra, desde la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ratificamos que ¡el Esequibo es nuestro! Sobran las razones jurídicas e históricas, pero también sobran las ganas de defender lo que es nuestro ¡El sol de Venezuela nace en el Esequibo!”

CLODOVALDO HERNÁNDEZ / CIUDAD CCS

 


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