Araña feminista│Hablando claro se entiende
27/02/23.- En esferas políticas de todo nivel he oído repetidamente comentarios como "el pueblo no está preparado para ese tema", "no es momento para ese debate", "hay que tener cuidado, por los votos". Claro, estoy escribiendo sobre la implementación real de los derechos sexuales y derechos reproductivos y, por supuesto, de la interrupción terapéutica o por razones personales de embarazos no deseados.
Primero hay que decir que estos comentarios me indignan, porque si en algo creemos ferozmente en el feminismo, de la tendencia que sea, es en la construcción de autonomía para la toma de decisiones. Es decir, que si las condiciones no están dadas lo revolucionario y feminista es proveer las condiciones para que la toma de decisión ocurra desde el conocimiento. Estas expresiones son, sin duda, los pensamientos más retrógrados, coloniales y clasistas que hay. Porque adivinen quiénes sí están recibiendo la información y tienen los medios para tomar las decisiones sobre sus cuerpos que más convengan a su salud y proyectos de vida, independientemente de las leyes arcaicas: las clases medias y altas.
Segundo, tengo que decir que en mi experiencia hablar de derechos sexuales, reproductivos y de aborto terapéutico o por razones personales es solo cuestión de ir y plantearlo claramente en las comunidades. Se trata de dar la información, desatanizar los términos y las propuestas.
Recientemente he participado en un círculo comunitario de mujeres en la parroquia Altagracia. Con lideresas y vecinas de los cuatro ejes hemos estado hablando de los derechos humanos, especialmente los que se refieren a la sexualidad y reproducción, la interrupción de embarazos no deseados por razones terapéuticas o personales y, claro está, sobre la propuesta de ley que se impulsa desde la Ruta Verde, con la campaña y plataforma por la despenalización legal y social del aborto (para leer más acerca del proyecto, pueden visitar el enlace: https://rutaverdevzla.com/proyecto-de-ley-organica-sobre-derechos-sexuales-y-derechos-reproductivos/). Poco a poco se ha creado un espacio de confianza y, como es de esperar, nos encontramos con historias que han marcado no solo sus vidas, sino también las de sus familias. Hemos constatado, una vez más, que muchas han transitado por esta decisión en sus cuerpos o en los de una amiga, una hija, una vecina, etc., que, aun teniendo la certeza de que fue la decisión correcta, pues salvaron la vida de alguien querido, viven cada historia con vergüenza y siempre lo plantean como una excepcionalidad; la validez de la decisión no pueden proyectarla en las otras mujeres. Allí juntas nos dimos cuenta de que no son experiencias excepcionales, todo lo contrario: las compartimos muchas.
En estas conversas nos hemos encontrado con los argumentos religiosos de las iglesias que apuestan a la ignorancia de su feligresía y construyen la fe con base en ella y en el terror.
Dejamos en claro que nuestras propuestas apuntan a la construcción de la autonomía de las mujeres y eso implica respeto por cualquier decisión y postura; además de garantizar las condiciones para que estas decisiones no cuesten la vida, la libertad o la salud de ninguna de ellas.
Dejamos sentado que nuestras principales exigencias son: reconocimiento de las mujeres como ciudadanas capaces de tomar decisiones sobre sus vidas y cuerpos, tolerancia y respeto para las personas que tienen credos distintos y formas de organizar el mundo diferente y que no tienen por qué poner en riesgo su libertad, salud o vida por lo que una u otra religión diga.
Es gratificante ver que el círculo comunitario de mujeres se mantiene, que nos han pedido regularidad en los encuentros, que un día aparece fulanita trayendo a una amiga porque quiere que nos oiga, que otro día sultanita trae a su hija para que nos conozca y así vamos teniendo la certeza de que estamos transformando un pedacito del mundo, que nos estamos entendiendo y que sí están dadas las condiciones.
Alejandra Laprea