De comae a comae | Los antojos son para las que pueden

Los berrinches de las preñes son con pataletas

No podemos hacer la lucha contra el machismo, contra el racismo,
contra el neoliberalismo con cuerpos enfermos,
 con cuerpos entristecidos, con cuerpos deprimidos.

(Lorena Cabnal, feminista comunitaria Maya K'iche)

 

28/02/23.- Los berrinches de las personas adultas se disfrazan de soberbia bajo la forma de silencios prolongados, insanas mañas de ignorar a la gente e incluso de responder con indirectas evitando el diálogo, en los cuerpos gestantes me atrevería a decir que ocurre un retorno a la infancia más primigenia, por eso muchos de los berrinches de las preñes son con pataletas.

Hacia la semana ocho de gestación se me antojó una hamburguesa, desde que la imagen se anidó en mi cabeza no pude hacer otra cosa que hablar de su forma, textura y de las ganas de comerla, pensaba a cada instante en ella, sentía su aroma, la saboreaba en mis pensamientos, la deseaba, no se trataba de cualquiera, era una específica, cual psicópata tenía precisado hasta su lugar de cocción.

Bromeaba diciendo que mi barriga era chatarrera ya que todo me daba asco, la berenjena, el aguacate, el calabacín, la crema de auyama, es decir, los principales ingredientes de mi dieta regular me generaban repulsión, lo único que deseaba en su mayoría eran frituras y carbohidratos, como decía Malú Rengifo en nuestras conversas vía chat: “habíamos perdido la alegría de comer”.

Traté de convencer a Balmore de comprar la hamburguesa, le hablé con ternura, le hice ojitos, él me respondía que podíamos hacerla en casa, aquello me hacía retorcer por dentro, hablamos del costo, del impacto en nuestros fondos comunes, me revolcaba; dos fuerzas pugnaban dentro de mí, a una le valía verga la salud y la economía, a la otra se la hacía racional y comprensible la situación.

Después de dos días con el mismo pensamiento recurrente, los pies empezaron a moverse, no lo hacían en el plano real, pero podía sentirlos en el pecho; aun cuando afirmaba entender lo que expresaba al padre de la criatura, el cuerpo se manifestaba, brotaron lágrimas de mis ojos, la desilusión ganó todo el espacio, sentí desvanecerse un deseo, me afligí por la poca capacidad adquisitiva familiar y la desdicha de ser pobre.

En la cama me abracé a Balmore, hablándome en voz alta pude salir del hueco al pensar en todas las mujeres que ni siquiera pueden permitirse la palabra antojo, recordé la vida en Altagracia de la Montaña con sus limitaciones, con sus muchas precariedades, me cuestioné el dicho aquel de te puede salir el muchache con la boca abierta.

Gracias a mis privilegios y principalmente a mis amistades logré comerme la fulana hamburguesa, Gustavo Lagarde patrocinó el antojo con un delivery express que incluyó de remate una torta de triple chocolate, aquello fue devorado, no vomité, pero sí caí en un sueño profundo del cual desperté sintiendo alegría estomacal y culpa social.

Una vez empecé el control prenatal en la Maternidad Concepción Palacios presencié la vigencia de un estudio realizado por el Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Dr. Adolfo Prince Lara de Puerto Cabello, estado Carabobo para el 2003, en el que resalta: “Las embarazadas que acuden al hospital pertenecen a estratos socioeconómicos precarios, tienen baja frecuencia alimenticia, deficiencia en proteínas y tendencia a los carbohidratos”.

En la sala de espera vi consumir maltas, empanadas, donas, pancitos de coco, refrescos de litro, jugos pasteurizados, chucherías chinas, pastelitos, tequeños, golosinas turcas, pocas gestantes tomaban agua, comían frutas o vegetales, pensaba en mi barriga chatarrera y entendía el deseo, me daba cuenta de que los malos hábitos alimenticios con las barrigas retornan con mayor intensidad.

La premisa médica de cuidar la alimentación durante el embarazo, debido al impacto en la nutrición feto-neonatal, no solo se relaciona al patrón de ingesta, también se vincula al empobrecimiento de las mujeres. En el mismo estudio del 2003 se estimó que "30 % de las pacientes embarazadas estudiadas, no se alimenta tres veces al día y más de 20 % come dos veces diarias… las consecuencias fetales producto de una mala nutrición son recién nacidos de bajo peso, prematuridad, elevada morbimortalidad perinatal".

Desde entonces la pataleta se convirtió en pensares, dejando los antojos a las que pueden, entendiendo cómo a las pobres les toca comprar aquello que monetariamente rinda y llene sus panzas, aunque muy a su pesar terminen comprometiendo sus vidas y las de sus hijes no nacides.

Ketsy Medina

Referencia en línea:

http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0048-77322003000100002

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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