Piedra sembrada

A este hombre jamás lo van a tumbar porque lo hemos sembrado en nuestra tierra, y bien sembrado
           El lenguaje al revés. 
Jacqueline Clarac de Briceño

03/03/23.- Esta frase, sumada a muchas reflexiones populares sobre la potente significación de Chávez en las poblaciones andinas, es recogida por la conocida antropóloga Clarac de Briceño.

Se refiere al poder mitológico de las piedras, identificadas con seres humanos excepcionales, sagrados e indestructibles. Debo decir que los recuerdos que conservaba sobre cuándo y cómo conocí a Chávez (años 68-69), tal vez hoy no sean exactamente los mismos. Al fin y al cabo, ellos se presentan como imágenes y estas, a veces, se desordenan y se fusionan en la memoria. De tal manera que mi relato será una sucesión de flashes, sometidos a esos rigores.

Por aquellos días, viejos amigos hacían un mural grande frente a la casa de Iván Mendoza, en el centro de la plazoleta Rodríguez Domínguez. Era un hermoso mural sobre el Che, con su imagen y el lema histórico: “Patria o muerte, venceremos”.

Ya donde la abuela, ambos estábamos inquietos por intercambiar impresiones y comentarios sobre el impacto de su asesinato, sobre todo los escuchados a mi padre Ruiz Guevara, a Wladimir Ruiz Tirado, Nicanor Melgarejo y a otros amigos. Ese día la abuela nos preparó un par de arepas con perico y queso rallado, comimos y salimos a la calle.

Cuando digo “salimos a la calle”, quizás esté haciendo uso utilitario de la metáfora aristotélica (poética y retórica). Calle, digo, para asemejarla con el proceso histórico que se iniciaba para nosotros, los muchachos del barrio, al lado de Hugo.

Desde su llegada a Barinas, cuando llegó de Sabaneta como “El bachaco”, mi hermano lo apodó “Tribilín”, y así se quedó hasta el fin de sus días.

La relación de Hugo con mi padre, y con Wladimir, nos hizo cambiar los hábitos y los gustos por la lectura de Bolívar, Zamora, Mijares, Simón Rodríguez y otros secretamente leídos por él y por todos.

Esa piedra que es Chávez, hoy sembrada, transitó los relatos libertarios de Marx y de Cristo, y brilla entre todas las piedras con un color fulgurante. Como dice Jacqueline Clarac:

“Hay unas que tienen más poder que otras… las cuales son inmortales, pues la concentración de poder vital en ellas es indestructible, y están ‘sembradas’ en la tierra, se alimentan de esta, crecen de tamaño en el curso del tiempo”.

Hoy, a diez años de esa mítica siembra, esa piedra es una roca.

Federico Ruiz Tirado / CIUDAD CCS


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