¿Dónde está después de diez años?
03/03/23.- Esto no es una pregunta capciosa, aunque haya gente que la haga para sugerir que se murió. A esta gente, pobrecita, toca entenderla en su confusión. No saben, como sí sabemos los poetas del pueblo, soñadores de la utopía que por escudriñar el devenir diario descubrimos a cada instante esa esencia viva y permanente de las ideas que hoy es Chávez, que Chávez está en la fortaleza que nos hace permanecer juntos y de pie después de tanto tiempo y tanta guerra. En el orgullo de ser quienes somos, cada uno desde su singularidad, los hombres y las mujeres, los adultos mayores, las y los feministas, los LGBTI, los afrodescendientes, los indígenas, los cultores y las cultoras, y toda esa gente que comenzó a ser nombrada, y por lo tanto a existir de verdad, desde que Chávez nos dio voz.
Chávez está vivo en el conuco que vio brotar el maíz en tiempos de escasez, en el espíritu cimarrón, bravío, que sigue mandando al carajo a los yanquis, o manda a callar a la Fox News, cada vez que estos intentan convencer al pueblo venezolano de voltearse en contra de la Revolución Bolivariana (“yo soy amigo de mis amigos”, dice Chávez desde nuestra voz). Está en las y los maestros que se han reinventado para poder seguir enseñando por encima de cualquier condición. Está en la resistencia y la dignidad de saber a dónde se pertenece.
Y bueno, para qué negarlo, algo de Chávez murió: murió el inalcanzable que salía en las gigantografías, el que hablaba desde una tarima enorme, el que firmaba en lo alto de los edificios, el militar, el presidente, ese fue el que se murió. El otro, el que se comió la galletita masticada que amorosamente le ofreció un niño, o el que cantó montones de veces sin vergüenza delante del país entero, o el legendario conversador irreverente que recorrió el país completo, quién sabe cuántas veces, dejando anécdotas por todo el camino, que aún hoy se cuentan con asombro, ese renace cada día en quienes tuvimos el honor de presenciarlo.
Malú Rengifo /CIUDAD CCS