Parroquia adentro │ Aquellos años 80. Parte I

Era usted, en persona, con las espinillas en el rostro y el tufo de algunos adolescentes

08/03/23.- Generación tras generación siempre encontramos a alguien que afirme que sus tiempos eran mejores, sin embargo, observando a jóvenes y contemporáneos me di a la tarea de describir, desde mis recuerdos de los años 80, la forma como se organizaban los círculos de amigos y “redes sociales”. Aclarando por supuesto, que según la edad, región o estrato socioeconómico, las historias pueden variar.

 

El grupito

La ausencia de dispositivos electrónicos obligaba a los jóvenes a organizarse en el fulano grupito. Esto significaba presencia física, nada de avatares, filtros ni fotos maquilladas. Era usted, en persona, con las espinillas en el rostro y el tufo característico de algunos adolescentes. ¡No podías hacer trampa! Cierto es que las chicas hacían (y aún lo hacen) maniobras con el maquillaje y algunos chamos caían en esa trampa, pero la experiencia de otros nos permitía ver a través de la pintura como si se tratara de rayos x.

Existían códigos de liderazgo que generalmente imponían la agenda social, moda y temática a conversar. La única manera de bloquear a algún miembro era dejándole de hablar, no significaba esto que lo dejarías de ver o escuchar como sí ocurre con el poderoso “Bloquear” de WhatsApp, o “Eliminar” de las redes sociales.

Identificar los espacios era importante; mediante el uso de pintura, marcadores y spray se escribía en la pared, pavimento o columnas el nombre del grupo que hacía vida en el lugar. Esta acción era parte del posicionamiento territorial y evitaba futuros problemas.

Una práctica de aceptación eran los tatuajes. Recuerdo que en una panadería de El Paraíso se reunían ciertos amigos. Ahí era fundamental para pertenecer a esa agrupación que te estamparas en la piel un tenedor ardiendo como si fuera una marca de ganado. A algunos se les infectaba la quemada, pero igual ya tenían permiso para pararse en esa esquina y unirse a la patota.

 

Los encuentros

Los lugares para reunirse eran casi siempre en frente o en la esquina donde están las panaderías y bodegas. El grupo hacía vida en medio de los lugares populares, algo fundamental para el encaje social de sus miembros. También tenían horario y lugar fijo de encuentro, por lo que a veces chocaban con otros jóvenes que querían disponer de los espacios, generando confrontaciones que casi siempre terminaban en peleas para defender su dominio.

Los paseos al cine, centro comercial, playa y montaña eran los más comunes. Días antes se acordaba el punto de encuentro y se advertía cuántos minutos luego de la hora pautada se iba a esperar. Sin celular era difícil hacer un chat virtual llamado “Viaje a la playa” donde todos estaríamos al tanto sobre los aspectos de la excursión. Así pues, si usted fue citado a las 7 am para ir a la playa, a lo sumo le esperaban 30 minutos, no más. Muchos optaban por alcanzar a los demás en el destino, en especial si a alguien le daban el aventón o “colita”.

Una manera de comunicarse era mediante silbidos. Cado grupo tenía un sonido en particular que funcionaba como convocatoria a los panas. Recuerdo ese silbido temprano para ir al liceo, pero también era típico en la noche cuando se iba a una rumba. Los novios tenían silbidos complejos para citarse, al estilo de clave secreta. Con el tiempo el cruce de silbidos en la zona era como cualquier árbol lleno de aves: todos sabíamos cuál era nuestra melodía.

 

Continuará.

 

Gabriel Torrealba Sanoja

Julio González Chacín †

parroquiadentro@gmail.com


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