Al derecho y al revés │ Mi amigo el dinosaurio
15/03/23.- Cuando uno recorre de noche las calles de Caracas, sin importar en cuál de los cinco municipios que componen la ciudad donde nací y vivo, lo primero que salta a la vista es la cantidad de viviendas donde la falta de luces encendidas hace suponer que están desocupadas y que sus habitantes ya no están por allí.
Más allá de las razones que empujaron a esas gentes a ingresar a las estadísticas que inflan la llamada diáspora, uno se pregunta, no solo dónde estarán, si acaso alguna vez se les frecuentó o si seguirán siendo los mismos, aunque jamás los hubiéramos conocido.
Venezolanos obviamente que aun cuando no lo quieran seguirán siéndolo por la comida decembrina que nos delata —las hallacas diarias—, el acento cuando hablan en un idioma que no es el que aprendieron de niños, los apellidos que revelan el origen de uno y la manera de pensar, para no mencionar la raza que en algunos países como EE. UU. es un tema a estas alturas.
Sobre este punto, sabiendo lo difícil que se está poniendo la vida en Europa y el norte de América, y conociendo que la información es vital, también me pregunto: ¿cómo se enterarán de lo que sucede en nuestro país, si acaso eso todavía es vital para ellos?, ¿por qué medio lo harán?, ¿o se comunicarán con los que dejaron atrás vía Whatssapp, que es gratis?
Un tema al que seguramente estarán expuestos estos venezolanos es el del matrimonio homosexual, que aquí poco a poco sale del gueto, pero que en otros lugares a diario toma primeras páginas en debates de medios impresos o en Internet.
Pienso y así creo por estar en diario contacto con venezolanos que ahora viven en el exterior que para estos compatriotas el tema es importante.
Aquí también me aseguraba un amigo encuestador que la mayoría no tendría problema en que se legalizara ese tipo de unión matrimonial, solo que no es algo prioritario para muchos.
Sin embargo, en el ámbito político —atrasado como siempre— unos lo ven como parte de la agenda de los gobiernos bolivarianos que odian, y otros como un eslabón de la llamada “Agenda 2030”, que erradamente suponen que es impulsada por el gobierno venezolano.
Escuchando discusiones acaloradas que se originan en este asunto del matrimonio gay, uno se da cuenta de la separación entre la política y la vida real.
Para la mayoría de los dirigentes opositores opinar sobre la unión homosexual es un error en el que no caen. Y por eso la oposición carece de referente en la materia.
Y esa posición típica de quien teme los cambios también los revela como dinosaurios revividos a los que les asusta pensar.
El matrimonio homosexual es una necesidad ante el enorme problema de quién hereda al muerto, ¿acaso el que fuera amor y compañero de vida, aun siendo ambos del mismo sexo, o familiar que nunca los visitaba precisamente por su condición?
Y esa necesidad atraviesa los partidos: no es exclusiva del gobierno y menos de la oposición.
Eso explica las diferencias con el presidente Maduro de algunos colectivos feministas que apoyan el matrimonio gay y que piden celeridad en aprobar las leyes necesarias.
Pero también que el secretario de la Universidad de Carabobo (UC), abogado y amigo, pero también dirigente de Vente en Carabobo, atacara la posibilidad de legalizar el matrimonio homosexual, ¡días después que María Corina Machado se pronunciara a favor de ese tipo de matrimonio!
Pablo Aure es mi amigo, pero en relación con este asunto se quedó en el siglo pasado.
¡Qué broma: tengo amigos dinosaurios!
Domingo Alberto Rangel